EL DRAGÓN DE UCEDA
La Batalla, entre la historia y la leyenda, del Capitán Bolea
Se grabó en piedra, allá por los siglos XVII o XVIII, y como estampa de aquel tiempo puede contemplarse al día de hoy sobre la portada de la iglesia de Uceda lo que, sin duda, fue la gloriosa lucha que a brazo partido sostuvieron el capitán don Juan de Bolea, y la sierpe, o el dragón, que durante algún tiempo atemorizó a las buenas gentes de la hidalga Villa de Uceda.
Junto a la lucha de Bolea con la sierpe se representa, centrando la escena, a la Virgen de la Varga, a cuya devoción se encomiendan la villa y circunvecinas, pues la inmensa mayoría de las poblaciones que rodean Uceda, y que fueron parte de su Común de Villa y Tierra, adquirieron en el siglo XVI el honroso título del villazgo.
La Virgen de la Varga compite con la madrileña de la Almudena en cuanto a su aparición, puesto que fue encontrada tras el previo derrumbe, en un nicho de la muralla, iluminada pos sus centenarias lamparillas. Allí fue ocultada, como la madrileña patrona, en tiempos de la invasión árabe de esta tierra.
El Capitán Juan de Bolea
Si la tierra de Uceda necesitaba un héroe al que distinguir en su historia, este no fue otro que don Juan Vela de Bolea, tal al parecer su nombre; en Uceda nacido y en Uceda, al parecer, enterrado llegado que fue el día. Entre su nacimiento y muerte el Capitán Bolea sirvió a dos reyes uno, además, Emperador; don Carlos I, y a su hijo don Felipe II.
Fue, nos cuenta la historia, y así lo dejaron sentado los vecinos de la villa que dieron a Felipe II la relación histórica de la localidad en 1579, hombre de armas, palabra y arrestos, pues a nado, contaron, atravesó las frías aguas del río Elba, con la espada sujeta entre los dientes, a fin de tomar las barcazas del enemigo, y a través de ellas pasar los ejércitos del Emperador don Carlos, que dieron pie a la victoria de Mulberg y, sin duda, a que Carlos I se convirtiese en Emperador del Sacro Imperio, puesto que luchaba contra uno de sus más temerarios oponentes, el duque Juan Federico de Sajonia, cabeza de la Liga de Smalcalda.
No únicamente aquí se distinguió Bolea, sino que continuó dando muestras de su arrojo en la Lorena y en San Quintín; que don Carlos I de España y V de Alemania fue, como buen rey-emperador de su tiempo, hombre dado a las batallas.
De aquella del río Elba le quedó a don Juan de Bolea, por gracia de don Felipe II, su emblema heráldico: “nueve barcas asidas en tres órdenes a manera de puente, puestas en la ribera a la parte de los enemigos con gente de los enemigos en ellas que las guardaban, y la cabeza del dicho Capitán con una celada y la espada en la boca, que habiendo pasado a nado estaba asido a las tres primeras, y otras tres que se ardían y un molino junto a ellas, y en campo verde dos escuadrones de caballería y algunos arcabuceros del Ejército de S.M. que desde la ribera le hacían espaldas, y encima del escudo un yelmo abierto, y sobre el yelmo su brazo desnudo con una espada en la mano, y así trae las dichas armas en sus reposteros y divisas con una letra que dice: Quien huye de las batallas no goza de los despojos”.
Bolea y las once mil Vírgenes
No solo a la batalla y la lucha contra la sierpe dedicó Juan de Bolea alguna parte de sus días, pues fue el mecenas que a Uceda trajo, con gran séquito y devoción, algunas de las reliquias que se conservaron en sus templos, pues Uceda llegó a tener tres, Santa María de la Varga, San Juan y Santiago. Aquellas fueron las reliquias de las cabezas de dos de las once mil Vírgenes que junto a Santa Úrsula sufrieron el martirio en aquellas tierras. La concesión de semejantes reliquias le llegó al capitán a través de la “Abadesa y Monjas del Monasterio de Santo Tomás, que son Carmelitas, junto a Groeninga, de la diócesis de Belduc de los estados de Flandes”.
De entonces, a través del tiempo y a instancias del Capitán, Uceda guardó la fiesta de Santa Úrsula como una más en el calendario, junto a las Once Mil Vírgenes, cuyas reliquias recorren los cuatro puntos de Europa y parte de España; Guadalajara con ella, pues a más de Uceda, reliquias de ellas hubo en Córcoles, en Sopetrán y en Tendilla.
Las reliquias las ordenó el capitán situar en la que había de ser su capilla de eterno reposo, en la antigua Santa María de la Varga, en 1574, “junto al altar mayor al lado del Evangelio, con una bóveda debajo para su enterramiento, con una fuerte y hermosa y bien labrada reja de hierro de valor para guarda de las Santas Vírgenes”.
Bolea y el dragón
Debió de ser por los años de la década de 1570 cuando el Capitán Bolea regresó a su tierra cubierto de honores, privilegios y, probablemente, fortuna. Pues a partir de entonces comenzó su nombre a ser popular en el entorno, puesto que el concejo le dio poderes para negociar y plantar cara incluso al rey; cuando el rey, necesitado de fondos, quitó Uceda y sus villas a los arzobispos de Toledo, a quienes hasta esa década perteneció esta tierra, poniéndola en manos de don Diego Mexía de Ávila y Ovando, a quien la Majestad de don Felipe II dio el título de Conde de Uceda, a cambio de unos cuantos cientos de miles de maravedíes.
Don Juan de Bolea fue el encargado de negociar la exacción de Uceda, que salió al tanteo para comprar su libertad señorial. Lo que se logró, tras duro empeño, en 1593. Muy a pesar de que, tiempo después, Uceda se convirtiese en Ducado, siquiera representativo, en la cabeza de don Cristóbal de Rojas Sandoval.
Fue don Sinforiano García Sanz quien nos contó, hace cosa de sesenta años, producto tal vez de su inventiva, la famosa lucha de don Juan de Bolea y el dragón de Uceda que, noche a noche, devoraba los rebaños que se le ponían por delante, y aún, en algún descuido, a algún ucedano que ajeno a los peligros se aproximase a la cueva del Reguerillo, donde la tradición cuenta que dormitaba la fiera.
Don Juan Catalina García López, en los inicios del siglo XX, cuando elaboró sus inacabadas notas para dar pie a la gran obra que había de ser el Catálogo Monumental de España, también nos dejó algún rastro de lo ocurrido, teniéndose el suceso como uno más de los milagros de Nuestra Sra. de la Varga, recogidos por el erudito historiador local Bernardo Matheos que dio a la imprenta la no menos erudita historiadora Lupe Sanz Bueno.
La épica de García Sanz nos sitúa a nuestro Capitán Bolea, en función de San Jorge, en su enfrentamiento contra el dragón.
Sucedió esto en época inconcreta; se encomendó Juan de Bolea a la Santísima Virgen de la Varga, salió de Uceda a lomos sin duda de su mejor caballo, armado de adarga y embutido en su armadura; se plantó ante la boca de la cueva del Reguerillo, y aguardó. Salió la fiera y, tras largas horas de batalla, finalmente, la cabeza de la sierpe, o el dragón, entró en Uceda sobre la pica del Capitán, convertido, a partir de aquí, a más de devoto y hombre de justicia, en héroe de la población.
Des entonces a hoy su figura, venciendo a la sierpe bajo el amparo de la Varga, unida a todos aquellos hechos de guerra que le dieron fama, campea sobre la hermosa portada de la iglesia parroquial de Uceda, para gloria del capitán, y delos ucedanos.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 20/09/2024
UCEDA (Guadalajara) Una Villa en la Campiña
UCEDA es, al día de hoy, una población en crecimiento, de la provincia de Guadalajara, bañada por el río Jarama, y a la sombra del que fuese uno de los castillos más enigmáticos que se conocieron por estas tierras; levantado sin duda en tiempos de la dominación árabe.
El autor, a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, entre los que cabe destacar a Francisco Layna Serrano, Juan-Catalina García López, en su recorrido por los pueblos de Guadalajara, nos adentra en el ayer de Uceda y su castillo; tomando los textos publicados por aquellos, junto a otros muchos, para darnos cuenta de la importancia que Uceda y su tierra alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con los textos de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.
Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.
Junto al castillo, y como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como de las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.
Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada…
La del cronista Layna Serrano, nos dice:
“Lame el río Jarama el altísimo acantilado en que por allí termina la meseta alcarreña, hendiéndola estrecho desfiladero que asciende hasta la noble villa de Uceda, asomada antaño al precipicio y hoy extendida en el altollano, dejando yermos los solares de la antigua población; ésta se apretaba en la tenaza que forman el borde recto de la meseta y el sinuoso barranco por donde trepa el intransitable camino, barranca llamada Cuesta de la Varga. En el punto más avanzado del espolón, en el más inexpugnable y desde donde mejor podía atalayarse la ancha vega del Jarama, estuvo el poderoso castillo tan codiciado en la Edad Media y tenido en tanta estima por los arzobispos toledanos a quienes lo donara el tercero de los Fernandos; y digo “estuvo”, porque de él no queda sino un ruinoso torreón cuadrado y algunas hiladas de piedra al ras del suelo. La obra destructiva del tiempo, el abandono, el pillaje y la incomprensión de los hombres, han dado al traste con la vetusta fortaleza; de ella puede muy bien decirse que apenas queda el recuerdo”.
El lector tiene la ocasión de descubrir la propia…
Francisco Layna Serrano
El Derruido Castillo de Uceda
Castillos de Guadalajara/1933
El libro de Uceda, pulsando aquí
SUMARIO:
-I-
La tierra, la geografía y el entorno /11
-II-
Entre los tiempos remotos, y la reconquista / 19
-III-
Uceda, en el siglo XVI /39
-IV-
El Siglo XVIII, en Uceda /53
-V-
Guerra por una Independencia
El Siglo XIX / 73
-VI-
¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey! / 97
-VII-
La vida social y municipal / 105
-VIII-
El mundo de la agricultura / 125
-IX-
La casa y la tradición / 137
-X-
En torno a la Iglesia / 157
-XI-
Testimonios de Uceda en el Siglo XIX / 181
-XII-
El Patrimonio Histórico, en el Catálogo Monumental del Siglo XX / 187
Apéndices / 203
Detalles del libro
- ASIN : B0D4L3XD3X
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 239 páginas
- ISBN-13 : 979-8326013231
- Peso del producto : 372 g
- Dimensiones : 13.97 x 1.52 x 21.59 cm
El libro de Uceda, pulsando aquí
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