lunes, septiembre 04, 2023

ARGECILLA, HISTORIA Y GENTE

 ARGECILLA, HISTORIA Y GENTE

En el corazón de Guadalajara, Argecilla es siempre una población por descubrir

 

    Don Nicanor de la Peña, farmacéutico que fue de Argecilla en la segunda mitad del siglo XIX, y gran aficionado a la arqueología, llevó a cabo en aquella villa la excavación de una importante necrópolis, a la que llamó “Estación Prehistórica de Argecilla”, situada “en medio de calizas lacustres miocenas de una meseta de la Alcarria”. Fue el suyo un importante descubrimiento que tuvo lugar a los pies del llamado Cerro del Palomar, donde se abría una cueva que pudo ser, a juicio de don Nicanor, el origen de la población; de ella salieron una gran variedad de objetos como puntas de flechas, hachas pulimentadas de piedra cuarzosa, flechas de sílex, cuchillos, punzones, multitud de cerámicas e incluso restos óseos, que evidenciaron que allí hubo vida humana.

   Estación prehistórica de Argecilla que sería estudiada poco después del descubrimiento, en los primeros años de la década de 1870, por el paleontólogo Juan Vilanova, dejando algunos informes y reseñas en la prensa de la época; encontrándose lo hallado en sus excavaciones, al día de hoy, mayoritariamente, en paradero desconocido. Si bien es sabido que su descubridor, don Nicanor de la Peña, envió alguno de estos objetos a distintas sociedades de investigación y estudio nacionales, quedando en su colección particular gran cantidad de ellos, que fueron expuestos en la magnífica exposición provincial de Guadalajara, celebrada en el palacio del Infantado en el otoño de 1876, por los que don Nicanor de la Peña, natural de Nobiercas, en la provincia de Soria, donde nació en 1817, fue premiado con medalla de bronce a las “colecciones científicas”, aportando la colección de objetos que entregó poco antes de su fallecimiento en 1893 al Colegio de Farmacia de Madrid.

   Con el tiempo, Argecilla, tras la reconquista de estas tierras por las tropas castellanas comandadas por el rey Alfonso el Batallador, entraría a formar parte de las posesiones, primero, de Ruy Pérez de Atienza a quien se nos presenta como: Señor de Argecilla, Chanciller Mayor de Castilla en el Reynado de Don Fernando el Quarto, Alcayde de Cogolludo, de la Peña y Miedes; hijo que fuese de uno de los conquistadores de Sevilla, Gonzalo Ruiz de Atienza.

   Más tarde Argecilla pasaría a formar parte de los dominios de Íñigo López de Orozco, antes de terminar en doña Aldonza de Mendoza; o doña Ana, nuestra más que famosa princesa de Éboli, quien ya llevó entre sus títulos el marquesado de Argecilla, y cuyos descendientes levantaron palacio en la villa en los últimos años del siglo XVII, al tiempo que renovaban la iglesia, dejando en ella los emblemas de sus benefactores, como duques que eran de Pastrana.

   Para la nueva iglesia se tallarán, a lo largo del siglo XVIII, retablos al gusto barroco, o rococó, imperantes en este tiempo, de los que nos queda la reseña y condiciones de cómo fueron los que se encargó de tallar el artífice Felipe Yáñez, miembro de una generación de retablistas que, originarios de Atienza, Medinaceli y Sigüenza, trabajarán en el obispado a lo largo del siglo, dejando para Argecilla los retablos colaterales de Nuestra Señora de la Concepción, cuyas condiciones se firman en Sigüenza el 30 de marzo de 1773, y se rematan en Argecilla el 2 de mayo siguiente.

   También es Argecilla patria de grandes personajes, de los que hacen historia con letras de molde, entre los que han de figurar don Eugenio Bartolomé y don José Antonio Ubierna y Eusa.

 


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Eugenio Bartolomé, el pedagogo de Argecilla

   Algunas personas han destacado, naturales de Argecilla, en el mundo de la docencia y la cultura, entre ellas, sin duda, el más sobresaliente fue don Eugenio Bartolomé y Mingo, cuya memoria todavía se mantiene fresca en la de los estudiosos del arte de la enseñanza, ante todo porque vivió en un tiempo complejo para ensayar nuevas técnicas.

    El 9 de enero de 1920, los periódicos madrileños daban la noticia del fallecimiento en la capital de don Eugenio, a quien se definía como uno de los mayores pedagogos que había dado el siglo XIX, Director que fue de los Jardines de la Infancia, e introductor en España del método de Enseñanza del sistema Froebel, que modernizó las escuelas.

   Había nacido en Argecilla en 1843, desde donde pasó a Guadalajara para estudiar el magisterio que lo haría popular, ocupando la escuela de Brihuega como primer destino, desde donde daría el salto a Madrid, para entrar en la historia.

   Su larga trayectoria se glosó, en aquel tiempo, a través de la mayoría de las revistas dedicadas a los maestros, del mismo modo que su nombre se significó en la mayoría de los medios de prensa que dieron noticia de su personalidad. La glosa de su vida y obra quedó reseñada en el homenaje que se le tributó en Brihuega poco antes de su fallecimiento, así como en algunas reseñas que aparecieron poco después, que nos dan idea de su intensa proyección: “Don Eugenio Bartolomé y Mingo, el maestro modelo, el Froebel español, como le llamaron, fue humilde y modesto; por ello quizás era más conocido fuera de España que en España misma; más su labor pedagógica, labor constante, de más de medio siglo de actuación, amplia, extensa, eficaz, cultural, abierta a todo progreso, esa labor imperecedera y admirable, no puede ser borrada por el tiempo; subsiste y subsistirá, glorificando el nombre del maestro”.

   Su firma apareció en decenas de artículos y publicaciones, dedicadas mayoritariamente a la docencia, desde los últimos años de la década de 1890, hasta los meses previos a su fallecimiento; del mismo modo que dio a la imprenta algunas obras significativas que sirvieron como método de enseñanza en las escuelas, entre las que cabe citarse una Gramática Castellana y una Enseñanza para Adultos, siendo igualmente director de una de las revistas más populares dirigida a los maestros; la “Revista de Pedagogía”.

  

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José Antonio Ubierna y Eusa

   Igualmente verá la luz en la Argecilla del siglo XIX, el 28 de septiembre de 1876, José Antonio Ubierna y Eusa, hijo del abogado José Ubierna Sáenz de Valluerca, fiscal que fue de las Audiencias de Guadalajara y Zaragoza, Concejal de Guadalajara, comisario regio de Agricultura, Industria y Comercio de la Provincia, así como patrono del Hospital Carlos III, de Trillo, y de doña Ramona Eusa, descendiente de noble familia originaria de Argecilla, en donde se mantiene su casa familiar.

   José Antonio Ubierna cursó la carrera de Derecho en la Universidad Central de Madrid, doctorándose en 1898. Ingresó muy joven en el cuerpo de Abogados del Estado, figurando en el cuadro de honor del Colegio de Abogados de Madrid. Ocupó numerosos cargos, entre los que destacan el de profesor de la Real Academia de Jurisprudencia; asesor jurídico del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes; vocal de la Comisión Permanente de la General de Codificación, y miembro de la Asamblea Nacional. Fue Fiscal del Tribunal Supremo de lo Contencioso-Administrativo de Madrid; Senador por la provincia de Guadalajara en cinco legislaturas; diputado nacional por Pastrana-Sacedón; gobernador civil de Vizcaya, secretario de la Alta Cámara y vocal de la Comisión Permanente de Peticiones, Hacienda, Gracia y Justicia. Trabajo, Guerra, Marina y otros; Secretario General de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, censor del Instituto de España, Secretario General de la Sociedad Económica Matritense, consejero de Educación Nacional y miembro del Instituto Internacional de Ciencias Administrativas.

   Autor de más de setenta obras de Derecho, de las cuales fue la primera el librito al que puso por título: “Estudio Jurídico de los fueros municipales de la provincia de Guadalajara” (Guadalajara, 1917); falleció en Madrid, el 1 de marzo de 1964.

   Sin duda, gentes e historias que añadir a la memoria de Guadalajara.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 1 de septiembre de 2023

 

 

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