viernes, junio 30, 2023

LOS OBISPOS DE TERZAGA

 

LOS OBISPOS DE TERZAGA

Don Victoriano López y Don Francisco Fabián y Fuero, que lo fueron, de entre otros lugares, Puebla de los Ángeles

 

   Terzaga es tierra de sal, en el extremo provincial del Señorío de Molina. En los hermosos parajes del Alto Tajo por donde se dibujan fastuosos valles abiertos por las aguas del río padre y de sus afluentes. Tierra de sal desde que la historia se nos comienza a escribir.

   Las históricas salinas de Terzaga ya figuran en los documentos más antiguos de la tierra molinesa, así como en el testamento de doña Blanca de Molina, dictado para la posteridad el 10 de mayo de 1293. En este documento, entre las mandas y ordenamientos que deja, otorga el lugar de Terzaga, junto a sus salinas, a un Juan Fernández, hijo de Pero Fernández.

 

LA HISTORIA DE TERZAGA EN UN LIBRO (Consultalo aquí)

El libro de Terzaga (pulsando aquí)

 

   Salinas de Terzaga que desde el siglo XIII pertenecieron a distintos propietarios, y que como se apunta en diferentes estudios relacionados con ellas, uno de los primeros conocidos sería el Infante don Alfonso, señor de Molina, quien el 27 de marzo de 1272 autorizaba, como propietario de ellas, al Abad del Monasterio de Huerta, la extracción de cierta cantidad de sal de sus salinas de Terzaga. Años después las encontraremos en manos de otro nombre histórico de estas tierras, Adán García de Vargas de quien, tras su fallecimiento, pasarían a su viuda e hijos. Su viuda, Ucenda López de Limán, vecina a la sazón de Molina, en su nombre y el de sus hijos menores, Rodrigo, Jimeno y Sancho López, vendía las salinas, en 2 de enero de 1385, a doña Aldonza de Ayala, mujer del camarero mayor del rey, uno más de los numerosos Pedro González de Mendoza. El acuerdo se tasó en 12.000 mrs., siéndole entregadas por Farache, hijo de don Yahya, un moro vecino de Molina.

   Las salinas de Terzaga las habría llevado en dote Elvira de Mendoza (hija de Pedro González de Mendoza, del condado de Priego) al contraer matrimonio con el noble aragonés Miguel de Gurrea: diósele muy competente dote para quien ella era, porque trujo en matrimonio los lugares de Castilnuevo, Guisema, El Povo y La Serna y el portazgo de Molina con las salinas de Terzaga…, dice la historia. En 9 de agosto de 1413, las compró por 5.260 florines don Juan Ruiz de Molina, el llamado Caballero Viejo, quien fuese señor de Embid.

   Historia de siglos que se resume al día de hoy en unas eras que contienen el extracto de pasados días de gloria; eras sobre las que se abrieron, a fines del siglo XIX los pozos, entre otros, del Desengaño y del Porvenir, tras el famoso desestanco de la sal. Pozos que pertenecieron a don Nicanor Torrecilla, de Molina de Aragón, y a don Martín Madrid, de Pinilla de Molina.

   Hoy, como la inmensa mayoría de los salinares provinciales, son retazos de una gran historia que nos trae la memoria de pasadas glorias.

 

Terzaga de los obispos

   A pesar de ello, de sus salinas, Terzaga no pasó de ser una población significativa en las parameras molinesas y su sexma de la Sierra, tal vez en parte debido que la real mano de don Felipe II ordenó cerrar la práctica totalidad de las salinas provinciales en 1564, en favor de las reales de La Olmeda y de Imón; y así lo estuvieron hasta que, andado el siglo XIX el Gobierno del Reino ordenó el ya dicho desestanco de la sal y tornaron a abrirse a partir de 1870.

   Para entonces Terzaga había perdido parte de su ser, aun conservando una de las iglesias más hermosas de la provincia, debida a uno de sus más ilustres hijos, don Francisco Fabián y Fuero, aquí nacido el 7 de julio de 1719, ahijado del marqués de Villel y quien, huérfano de padre y madre, al cuidado de un pariente clérigo de oficio, recorrió seminarios, colegios mayores y ciudades antes de ostentar los cargos que le dieron fama y marchar a morir, siguiendo los pasos de San Pascual Bailón, a la localidad natal de tan venerable personaje, Torrehermosa (Zaragoza), donde rindió cuentas de su existencia el 3 de agosto de 1801.

   Mucho es lo que se ha escrito de don Francisco Fabián, y mucho sin duda lo que queda por escribir del hombre que, allá por la década de 1760, embarcó en Cádiz con su corte de criados, secretarios y familiares, en número de casi dos docenas, camino de Puebla de los Ángeles, de donde fue nombrado obispo. Cargo que desempeñó no por demasiado tiempo, puesto que en los primeros años de la década de 1770 ya se encontraba en España de nuevo, rigiendo los destinos arzobispales de Valencia, como arzobispo de su diócesis.

 


LA HISTORIA DE TERZAGA EN UN LIBRO (Consultalo aquí)

El libro de Terzaga (pulsando aquí)

 

 

El obispo de los cacahuetes

   Por muchas obras debió de pasar Fabián y Fuero a la historia de España; tal vez la más significativa pudiera ser la de sus enfrentamientos con quien fuera capitán general de Valencia, el duque de la Roca, don Vicente María de Vera y Aragón, que le hicieron abandonar la diócesis, huido y disfrazado como si fuera un criminal, después de que, a raíz de la persecución de los liberales contra los sacerdotes y religiosos en la Revolución francesa de 1789, nuestro hombre acogiese en Valencia a cientos de ellos, en contra del criterio de algunos personajes de la Corte, por lo que, tras no pocas intrigas, aceptó el de Terzaga la indicación del Papa Pío VI y, el 28 de mayo de 1795, renunció a la sede valenciana para buscar la tranquilidad de la vida de su pueblo, Terzaga, antes de partir a Torrehermosa.

   No sin antes dejar en tierras de Valencia el recuerdo de la promoción de las fábricas de loza de Manises y, por supuesto, del cultivo del cacahuete, del que se hizo historia al final del ilustrado siglo XVIII: “No se sabe que se hubiese cultivado en España hasta que don Francisco Fabián y Fuero lo mandó traer de América con otras muchas plantas indígenas con el fin de fortalecer el jardín botánico que formó en la Villa de Puzol”, y así comenzó su industria.

 

Victoriano López Gonzalo

   Don Victoriano López Gonzalo nació algo más tarde que don Francisco Fabián, en el mes de marzo de 1735, y figura en la extensa relación de personajes que acompañaron a su paisano a Puebla de los Ángeles, como uno de sus capellanes quien, como aquel, recibió licencia de embarque el 5 de marzo de 1765, en cualquier navío de bandera o registro que se despache al puerto de Veracruz.

   Permaneció junto a su paisano durante todo el tiempo que aquel lo hizo como obispo de Puebla, y no sólo eso, sino que, al regresar a España don Francisco Fabián y Fuero, don Victoriano López fue nombrado nuevo obispo de aquella diócesis, en la que continuó los oficios iniciados por su antecesor, hasta que doce años después de su toma de posesión, en 1786, regresó a España como obispo de Tortosa, antes de ser nombrado para la diócesis de Cartagena, desde donde llevó a cabo misiones parejas a las de don Francisco Fabián, como impulsor de la Sociedad de Amigos del País, la donación de centros benéficos, la protección y desarrollo de la imprenta, de la imaginería, e incluso del seminario; dejando, al decir de los historiadores murcianos, grato recuerdo de su existencia. Tanto como para pasar a la historia como el “Ángel de los pobres”.

   La muerte le llegó en 1805, el 21 de diciembre, en Almansa (Albacete), mientras procedía a llevar a cabo en esta localidad una de sus numerosas visitas pastorales.

   Don Victoriano y don Francisco, dos hombres, sin duda, dignos de ocupar un lugar en la amplia nómina de personajes ilustres de una provincia que, a más de con miel, se escribe con sal.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 30 de junio de 2023

 

 


 

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