TRADICIONES
DE MARANCHÓN
Maranchón
celebra este fin de semana su I Feria del Tratante
Es Maranchón uno de los pueblos de la provincia que más raíces conserva
de su pasado etnográfico relacionado, desde hace dos siglos, con la muletería.
La trata, compra, venta, cría o recría de mulas, en lo que la población,
gracias al empuje de un gran número de sus vecinos, llegó a ser una especie de
emporio nacional. Los tratantes, muleteros, de Maranchón, echaron a un lado a
cuantos en la provincia, hasta que ellos llegaron, habían dominado el mercado
mular; y no sólo en la provincia, fuera de ella, también.
Al día de hoy Maranchón junto a Campanario, en la provincia de Cáceres,
puede que sean las dos únicas poblaciones de España que vivieron en parte de la
muletería y recuerdan a sus gentes, a las que han levantado el consiguiente
monumento a su memoria.
Antes de que la trata de mulas llegase de una u otra manera a ocupar
laboral y empresarialmente a las gentes de Maranchón, algunos de sus vecinos se
dedicaban a otra clase de trata, la de la cera y los jabones; aquellos jabones
que se fabricaban con las grasas desechada de las frituras. Jabones que dieron
a la población tamaña fama que pasó a las coplas. Que también, por alguna parte
de nuestras tierras, han entrado en el libro del olvido:
Ábreme
la puerta niña,
que
vengo de Maranchón,
que
voy comprando cerones,
y
voy vendiendo jabón…
Las coplas, que han sido en no pocas ocasiones seña de identidad. Y que
ya no se cantan como antaño, porque pueden herir la sensibilidad del
escuchante, a menos que estemos en carnaval, que en ocasiones, también se
ofende.
Una de aquellas, que sin ser carnaval no dejó de molestar a don Calixto
Rodríguez, todopoderoso señor de la resina en la comarca molinesa, ha quedado
para la historia dando cuenta de que, igualmente, los maranchoneros tenían sus
preferencias políticas, que no iban precisamente de la mano del poderoso
resinero.
¡Oh
Virgen de los Olmos,
Santa
y Divina,
tus
devotos no votan,
a la
resina!
Más bien, en Maranchón, eran partidarios del carlismo, desde los tiempos
en los que se inventó el carlismo:
La
Virgen de los Olmos es reina de Maranchón,
y lo
que falta en España, es Don Carlos de Borbón.
También se lo cantaron a don Calixto, cuando se quiso presentar a
diputado y, camino de Mazarete, su feudo, hizo un alto ante la Virgen de los
Olmos.
La riqueza mulera cambió la población. No hay más que verla y comparar
con alguno de los pueblos vecinos. La hermosura de sus edificaciones, iniciada
la construcción la mayoría de ellas en plena riqueza, a partir del último
tercio del siglo XIX, convirtió a Maranchón en una especie de pequeña ciudad,
con edificios dignos de un pueblo rico. Como entonces lo era. Tanto que, cuando
a finales de ese siglo XIX en el que las mulas cambiaron el futuro del pueblo y
los muleteros de Maranchón perdieron una millonada con la quiebra de uno de
aquellos bancos que en la capital del reino atraía a los inversionistas, la
Banca Villodas, aunque lo sintiesen, fueron de los pocos que ni se adolecieron
ni se amilanaron con las pérdidas; alrededor de un millón de las pesetas de
1890 se les fueron a los maranchoneros. Millón que no tardaron en recuperar ya
que las guerras vecinas volvieron a poner a las mulas en primera línea y nuestros
hombres fueron los mejores proveedores de los ejércitos patrios.
Uno de aquellos hombres, quizá quien más mulas movió en la España de los
últimos años del siglo XIX y los comienzos del XX fue don Benigno Bueno Gaitán,
que vendió miles de ejemplares al Ejército Español; desde Maranchón unas veces,
hasta donde lo venían a ver los Jefes del Ejército, o en sus sucursales-cuadras
de Alcalá de Henares, o de Córdoba. Don Benigno, con quien se llegó a asociar
nada menos que el Sr. Conde de Villabrágima, hijo de nuestro Conde de
Romanones, para comprar mulas en el Sur de Francia y que murió como entonces
morían los grandes hacendados que se lo podían permitir: reposando en un
balneario de moda.
Vivía directamente de la muletería, en el primer tercio del siglo XX,
más de la mitad de la población; una población que hasta la década de 1930
rondó los 2.000 habitantes. Y que, junto a la muletería, o gracias a ella,
conservó un rico legado etnográfico en baile, coplas y devociones. En baile,
principalmente, el del pollo; en
coplas, con las ya dichas, un ciento más; y en devociones, a la Virgen de los
Olmos, que como el nombre indica, se apareció en unos olmizos en tiempos del
medievo y desde entonces se la venera.
La muletería comenzó a pasar a mejor vida cuando nuestras tierras
comenzaron a ser ronroneadas por los
tractores; antes dejaron de funcionar las fábricas de blanquear cera, y las de
jabón; a pesar de que quienes salieron del pueblo, por muy lejos que se fuesen,
procuraban estar de retorno para el día de San Pascual Baylón, que desde que se
tiene memoria fue fiesta grande a celebrarse el 17 de mayo. Para cuya
festividad procuró el Ayuntamiento de la villa ofrecer a sus vecinos las
novedades que fueron cambiando el curso de nuestra historia. Como lo cambió la
inauguración del alumbrado eléctrico, que llegó de la mano de don Eladio
Albacete; la estación telegráfica o el servicio telefónico. En disfrutar de
todo ello fue, Maranchón, una de las primeras poblaciones de la provincia,
cuando no la primera.
En la actualidad Maranchón, como tantos otros pueblos de esta Serranía
Celtibérica que ocupa una parte importante de la piel de España, se despuebla.
Pero quiere volver, aunque sea por un par de días, al origen de lo que fue su
riqueza. A atiborrarse de etnografía y folklore; de alegría y de música; y de
muleteros también. Para ello llevan trabajando sus buenas gentes más de un año;
para que estos próximos sábado y domingo, Maranchón regrese, siquiera por unas
horas, dichosas que sean, a recordar cómo vivían las gentes que le dieron
nombre. Sus muleteros.
Se celebrará, la I Feria del Tratante. Seguro que tras esta vendrán
muchas más; y aunque sea por un par de días, Maranchón, y cuantos lo visiten,
verá cómo sus calles se llenan de vida, color y música. La fiesta de nuestras
gentes, en memoria de quienes nos precedieron. De aquellos que, cuando salían
del pueblo, al llegar a la curva que comienza a esconder el Santuario de la
Patrona, le cantaban aquello de:
Al salir de Maranchón el alma me dio un suspiro.
Adiós Virgen de los Olmos, aunque me voy no te olvido.
Y
como en Maranchón no se olvidan de lo que fue, en la I Feria del Tratante,
habrá tratos, teatro y… hasta volverán a tocarse las campanas con los alegres
sonidos de siempre.
Así pues, en Maranchón nos vemos.
Tomás Gismera
Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
5 de julio de 2019
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