JACINTO
ABÓS, EL PRIMER FOTÓGRAFO.
Farmacéutico
en Jadraque, fue un pionero de la fotografía
La fotografía ha dado a la provincia de Guadalajara un buen número de
nombres, del mismo modo que Guadalajara ha dado a la fotografía unos paisajes,
monumentos y ritos costumbristas sin igual. Quizá en otras partes del universo
se encuentren semejantes, pero los nuestros por ser nuestros son, sin duda, los
mejores; al menos para nosotros. Nombres han quedado en el recuerdo de la
fotografía provincial, como Jean Laurent, que nos retrató a los primeros
provincianos vestidos de tradición, en aquellas bodas reales de 1876; también
lo hizo con los mejores palacios, como el del Infantado, o algún que otro
rincón seguntino.
Juan Cabré, quien además de arqueólogo fue fotógrafo por afición no
faltó a la hora de dejarnos algunos tipos y rincones populares de los lugares a
los que acudió en busca del pasado; como también lo hicieron el Conde de
Polentinos o el Marqués de Santa María del Villar quienes a través de sus
viajes con la Sociedad Española de Excursiones nos retrataron una parte de la
provincia de hace cien años, o más. José Ortiz de Echagüe nos retrató los
castillos; Francisco Layna Serrano y Tomás Camarillo todo lo que abarcaron con
la mirada, y Juan Marí, la capital y algún que otro evento de claro interés
social. Las maderadas del Tajo de hace cien años, junto con las profundidades
mineras de Hiendelaencina, quedaron en la mirada fotográfica de Francisco Goñi. También quedaron retratados el ascenso de los
globos aerostáticos, cuando Guadalajara fue cuna de la aviación y, por
supuesto, aquellos sucesos populares que atrajeron la atención, como los
acusados por el crimen de Tierzo, retratados
por José Serrano Batanero. Y es que
de todos estos fotógrafos nos quedaron sus placas, de otros en cambio únicamente nos quedó el
recuerdo, y alguna de sus imágenes esparcidas por periódicos o postales que el
tiempo se ha encargado de irlos difuminando, como la pátina del papel
fotográfico en el que imprimieron sus escenas.
Uno de estos fotógrafos del olvido, porque su obra se perdió y
únicamente quedan algunas de sus postales, fue Jacinto Abós Valencia, uno de esos
hombres que, a la moda del Renacimiento, hacía un poco de todo. Hacía a la
medicina, la farmacopea, la radiotelegrafía, la literatura, el periodismo, la
poesía y, por supuesto, la fotografía. Decían de él en una vieja copla, de
aquellas que corrieron por la prensa en los inicios del siglo XX: Es boticario en Jadraque/ fotógrafo de
afición/ el tren es su distracción/ por eso no hay quien lo saque/ del andén de
la estación.
El fielato de Jadraque, a comienzos del siglo XX (Foto J. Abós) |
Jacinto Abós Valencia no era de por aquí, aunque por aquí lo dejó todo.
Nació en el seno de una familia de farmacéuticos afincada en Samper de Calanda,
en la provincia de Teruel, en 1851, y murió en Jadraque, donde pasó la mayor
parte de su vida, el 3 de febrero de 1915.
Continuando la tradición familiar, también Jacinto cursó
estudios de Farmacia, en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció en
1873. De regreso a su localidad natal se empleó en la farmacia familiar, hasta
que dos años más tarde salió a licitación una de las plazas de farmacéutico de
Jadraque, a la que opositó, logrando el puesto.
Trasladado a Jadraque no tardó en hacerse un hueco en el
mundo cultural de la población, a la que por el mismo tiempo llegó desde
Hiendelaencina, como médico local, don Bibiano Contreras acompañado de su
familia, ante todo de su hijo Eduardo, entonces estudiante de Medicina,
estudios que dejaría para opositar a un puesto en las oficinas de Correos y
Telégrafos de la provincia, entonces en expansión; oposición a la que animó a
presentarse igualmente al joven Jacinto Abós, pues la farmacia, con ser
industria de futuro no debía, por aquellos tiempos, rendir lo suficiente como
para mantener una familia con tantas iniciativas como las que soñaba Abós.
Ambos lograron plaza, Jacinto Abós en Jadraque, y marchando Eduardo Contreras a
Atienza. Serían nombrados con el paso del tiempo Jefes de sus respectivas
oficinas. A pesar de que Jacinto Abós no se movería de Jadraque, mientras que
Eduardo Contreras ocuparía las de Jadraque, Atienza y Brihuega.
Además de los cargos de farmacéutico y oficial de correos y
telégrafos, sería un entusiasta publicista de Jadraque, escribiendo sobre la
población en la práctica totalidad de los medios de prensa provinciales y
siendo corresponsal de algunos de Madrid, entre ellos la Gaceta y El Imparcial;
del mismo modo que lo fue para algún que otro de los entonces pujantes
semanarios taurinos, en donde firmó, entre otros seudónimos, como El Guapo Rondeño; claro está que para la
provincia firmaba sus crónicas lo mismo con su nombre real que como “X”; o Pecho Unido; como que a don Jacinto le gustaba jugar a los
crucigramas.
La Puerta de la Guerra de Atienza (Foto J. Abós) |
A pesar de ello, son sus
crónicas la esencia de lo que sucedido en Jadraque entre los años posteriores a
su llegada a la población, década de 1880, y su fallecimiento. Gracias a él se
puede conocer desde el costumbrismo a la vida social; desde la vida municipal a
los sucesos más nimios protagonizados por cualquiera de sus vecinos. Coincidiendo
su llegada con aquella nefasta epidemia de cólera que asoló la población en
1885, y en la que tuvo, junto a personajes como el propio Bibiano Contreras o
Félix Layna –padre de nuestro recordado cronista don Francisco Layna-, un
protagonismo de excepción.
En Jadraque, en la década de 1890, se convirtió en un
referente cultural, reuniendo en la rebotica de su farmacia a lo más granado de
la vida pública y social del pueblo, a los que arrastró hacía algunos de sus
sueños culturales, entre ellos la creación de un grupo de teatro; siendo
cofundador del Casino de Jadraque, y redactando junto a Celedonio Delgado el 21
de abril de 1884 sus primeras ordenanzas. Apasionado de la fotografía fue un pionero
en la provincia a la hora de retratar con su cámara a personajes y monumentos,
tanto de Jadraque como de otros muchos puntos de la provincia, principalmente
Brihuega, Sigüenza y Atienza, dejando las primeras imágenes para el futuro del
tipismo folclórico provincial.
Fue, junto a Eduardo Contreras y Jorge de la Guardia,
médico éste de Miedes, uno de los ejes sobre los que se cimentó la revista Atienza Ilustrada, nacida en esa
localidad en 1898, y que más tarde pasaría a denominarse, en Jadraque, Alcarria Ilustrada, e incluso cuando
desapareció la revista y sus colaboradores pasaron a formar parte del nuevo
sueño periodístico de El Briocense,
estuvo dispuesto en todo momento a la colaboración, cuando su enfermedad, ya
por entonces persiguiéndole, se lo permitía.
Homenaje a Isabel Muñoz Caravaca en 1901 en Jadraque (Foto. J. Abós) |
En Jadraque se casó con Paulina Sánchez, maestra de niñas, de
cuyo matrimonio nacieron dos hijas, Soledad y Conchita, que como su madre,
maestras de Jadraque fueron ambas. La desgracia quiso que falleciesen a
tempranas edades, Soledad al cumplir los 22 años, en el mes de noviembre de
1899. Concepción, apenas un mes más tarde, con 20 años. De pena, después de
enterrar a las hijas, moriría Paulina Sánchez Manso, a los 59 años de edad.
Jacinto Abós, rodeado de la admiración popular, llegaría a
ser toda una institución en el Jadraque de los comienzos del siglo XX, hasta
que se lo llevó la muerte aquel 3 de febrero de 1915, dejando como herencia una
enorme colección fotográfica que pasó a manos de quien permaneció junto a él
hasta los últimos momentos de su vida, su sobrino Joaquín Aguilar. La desgracia
ha querido que sus estampas se nos hayan perdido; pero conviene recordar que,
en la Guadalajara del paisaje y del paisanaje, hubo quienes, como Jacinto Abós,
nos la hicieron querer, y su memoria es la nuestra, y la de las coplitas que le
hicieron, siempre elogiosas, por supuesto: Tiene
este joven/ mucho talento/ porque discurre/ que es un portento…
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 1 de febrero de 2019
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