viernes, diciembre 28, 2018

LAS BOTARGAS QUE VIENEN. Las botargas, asimiladas al Carnaval, son los personajes más conocidos de estas celebraciones provinciales.


LAS BOTARGAS QUE VIENEN.
Las botargas, asimiladas al Carnaval, son los personajes más conocidos de estas celebraciones provinciales.


   Nos vamos acostumbrando a relacionar las botargas, o los botargas, que en masculino y femenino se tienden a denominar, con los días de carnaval, pero resulta que no, que el botarga, o la botarga, es  un personaje invernal que se nos presenta lo mismo la víspera de la Navidad, que en la octava de la Epifanía. Claro está que también hay quien considera que el ciclo de carnaval comienza con los días previos a la Navidad y concluye en las vísperas del miércoles de ceniza.





   La botarga, o el botarga, una denominación que nos viene desde, como poco, el siglo XVI, cuando algunos personajes teatrales de aquel tiempo vestían de forma ridícula emparentando su vestimenta con los más que conocidos arlequines o bufones que alegraban los nobles palacios. De los palacios y los teatros salieron a las calles, y a los poemas, fuesen de Guillen de Castro o de Francisco de Quevedo, quien nos pintó al Cid más galán que Gerinaldos, con botarga colorada embutido en un pimiento. Un nombre, botarga, que parece más que probable nos venga de Italia.

   En qué momento pasa de ser un personaje de calle a convertirse en poco menos que una figura enlazada con la iglesia, o sus festividades, es cosa en la que al día de hoy nadie se pone de acuerdo; y es que algo sucedió a lo largo de los siglos: que los cronistas de nuestros tiempos pasados prestaron más atención a las hazañas protagonizadas por los grandes personajes, que a contarnos la vida corriente y moliente de cualquiera de nuestros pueblos en los que, sin lugar a dudas, en algún momento aparecieron estos mamarrachos, cagarrones, zafarrones, cigarrones, zorrones o zarratones…, y tantos más nombres que se añadieron al individuo, pues individuo, que no individua, solía ser, y que han terminado por convertirse en el genérico botarga. En nuestros tiempos no. En nuestros tiempos también las mujeres son botargas, por la Alcarria, y por Majaeelrayo.

   Que el primero que salió a una calle hizo gracia; que de un pueblo pasó a otro, donde también hizo gracia, y de estos a muchos más, no cabe duda. Y de aquellas gracias surgió nuestro personaje más conocido del carnaval tradicional, no sólo provincial, también de otros muchos puntos del mapa nacional, tirando hacía el norte, que se unió, porque todas las fiestas tienen un toque relacionado con el santoral, a la iglesia, en sus múltiples interpretaciones.

   El tiempo, y los estudiosos, se han ido encargando de enlazarlo con las fiestas paganas de los primeros pobladores de la tierra, aquellos que adoraban al sol, la luna o las estrellas; a las bacanales romanas, o a cualquiera de las festividades, ritos y costumbres que nos podamos imaginar. El tema, por supuesto, da para mucho, y botargas o personajes añadidos tenemos para tomar y celebrar.


   En la mayoría de nuestros pueblos han quedado unidos a las fiestas invernales; desde estos navideños, hasta que, llegado el miércoles de ceniza y enterrada la sardina, no hay más remedio que guardar silencio y abstenerse de cencerrear carne. Porque comienzan las carnestolendas, la iglesia nos quita la carne, a menos que tengamos dispensa: carnaval, carnem levare, o lo que es lo mismo, quitar la carne.

   Por la zona serrana terminó la botarga, el zorra o el zangarrón unido a las comparsas de los danzantes. Tiempos hubo en los que los mozos, vestidos de gala, celebraron al patrón a ritmo de paloteo. Algunas muestran quedan, por Galve, Condemios, Valverde, Majaelrayo o Valdenuño; y muchos otros han quedado en el olvido, como aquellos que por Hijes y Ujados honraban a San Bernabé, que es fiesta casi veraniega. Y lo hacían desde hace, como poco, dos o tres siglos atrás.

   En la actualidad, como dicho queda, la mayoría de las botargas, salvo esos zarrones, zorras o zarratones que diablean en torno a los danzantes dichos, se han asimilado a un santo de tronío invernal, San Antón, San Pedro, San Blas, San Pablo, San Ildefonso…, y por supuesto, al Santo Niño.

   Días tales como el de Inocentes no faltaban por muchos rincones de la provincia las mascaradas, o las diabladas, por Alustante, Setiles o Alcoroches, más dada la zona molinesa a estas mascaradas, que cualquier otro punto de la provincia.

   Antes de que estos diablillos u obispillos hagan de las suyas, ya tuvimos botarga  en Tórtola de Henares la víspera de la Navidad, y tornará por la Epifanía; y coincidiendo con el fin de Año no nos han de faltar las que lo despiden y las que le dan o dieron la bienvenida, por Viñuelas, Alarilla, Fuentelahiguera, Humanes de Mohernando, Jócar, Robledillo y algunos otros lugares en los que el tiempo y la despoblación se encargó de mandarlas al baúl del olvido y al libro del folclorista.

   No falta año, desde hace doce, catorce o algunos más, en los que no se saque del baúl de los recuerdos algún personaje al que, para añadirle el sello de la tradición se le ponga el apelativo de “ancestral”. Que nunca está de más, a pesar de que al final termina siendo como el vecino del pueblo de al lado en donde no se nos mutó.

   Han mutado, y mucho, las fiestas de pastores y mozos que los días navideños y sus previos; cantaban la Navidad y alegraban las misas del Gallo con sus pastorelas. Hubo muchas y hermosas pastorelas por los pueblos de la Sierra Norte de Madrid, que se extendieron a la de Guadalajara, o viceversa; y se mantuvieron, enraizadas las pastorelas con las fiestas de mozos, por Bustares, Cantalojas, Membrillera y sus aledaños. De unos lugares desaparecieron y en otros han cambiado de festividad.

   Pero, a pesar de ello, para estos días podremos ver las primeras botargas haciendo de las suyas en los dichos pueblos de Alarilla, Humanes o Robledillo; y acercándonos a los Reyes, saldrán a las calles de Razbona y, de nuevo, a las de Tórtola.

   Y antes de que por Jadraque y tantos otros lugares del universo provincial nos aparezca San Antón con su cochino, tendremos en Valdenuño-Fernández una de esas fiestas en las que cabe la práctica totalidad de estas muestras a caballo entre lo religioso y lo profano. La Fiesta del Santo Niño, o del Niño Perdido, que se representa el tercer domingo de enero, o el siguiente a la festividad de la Epifanía, en donde tendremos botarga y mozos danzantes, dentro y fuera de la iglesia, a imagen o emparentadas en mucho con las pastorelas de la Navidad serrana. Recientemente declarada "Fiesta de Interés Turístico Regional".

   La fiesta es hermosa, como la memoria que de ella se hace a través del  tiempo, en la que se nos cuenta la pérdida y hallazgo del chiquillo que dejó la casa un lejano día de 1721. Niño Perdido que, después de andarlo buscando por medio término municipal, apareció en la iglesia. Es, sin duda, una de las fiestas tradicionales más hermosas que tenemos por estos días en la provincia, en cuanto a la tradición se refiere. Aunque, como todas, tenga sus toques de modernidad. Y es que los tiempos no perdonan, pues como dice el poema, todo pasa y todo queda, pero lo importante es eso pasar, dejando huella.

   Y pasar unos días, observando la hechicería de nuestras botargas, de nuestros danzantes o nuestros mozos pastores merece la pena, aunque solo sea por hacer memoria de unos tiempos, y unos pueblos que merecen y necesitan, más que nunca, nuestra presencia.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 28 de diciembre de 2018




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