LAS BOTARGAS QUE VIENEN.
Las botargas, asimiladas al Carnaval, son
los personajes más conocidos de estas celebraciones provinciales.
Nos vamos acostumbrando a relacionar las
botargas, o los botargas, que en masculino y femenino se tienden a denominar,
con los días de carnaval, pero resulta que no, que el botarga, o la botarga,
es un personaje invernal que se nos
presenta lo mismo la víspera de la Navidad, que en la octava de la Epifanía.
Claro está que también hay quien considera que el ciclo de carnaval comienza
con los días previos a la Navidad y concluye en las vísperas del miércoles de
ceniza.
La botarga, o el botarga, una denominación
que nos viene desde, como poco, el siglo XVI, cuando algunos personajes
teatrales de aquel tiempo vestían de forma ridícula emparentando su vestimenta
con los más que conocidos arlequines o bufones que alegraban los nobles
palacios. De los palacios y los teatros salieron a las calles, y a los poemas,
fuesen de Guillen de Castro o de Francisco de Quevedo, quien nos pintó al Cid más galán que Gerinaldos, con botarga
colorada embutido en un pimiento. Un nombre, botarga, que parece más que
probable nos venga de Italia.
En qué momento pasa de ser un personaje de
calle a convertirse en poco menos que una figura enlazada con la iglesia, o sus
festividades, es cosa en la que al día de hoy nadie se pone de acuerdo; y es
que algo sucedió a lo largo de los siglos: que los cronistas de nuestros
tiempos pasados prestaron más atención a las hazañas protagonizadas por los
grandes personajes, que a contarnos la vida corriente y moliente de cualquiera
de nuestros pueblos en los que, sin lugar a dudas, en algún momento aparecieron
estos mamarrachos, cagarrones, zafarrones, cigarrones, zorrones o zarratones…, y
tantos más nombres que se añadieron al individuo, pues individuo, que no
individua, solía ser, y que han terminado por convertirse en el genérico
botarga. En nuestros tiempos no. En nuestros tiempos también las mujeres son
botargas, por la Alcarria, y por Majaeelrayo.
Que el primero que salió a una calle hizo
gracia; que de un pueblo pasó a otro, donde también hizo gracia, y de estos a
muchos más, no cabe duda. Y de aquellas gracias surgió nuestro personaje más
conocido del carnaval tradicional, no sólo provincial, también de otros muchos
puntos del mapa nacional, tirando hacía el norte, que se unió, porque todas las
fiestas tienen un toque relacionado con el santoral, a la iglesia, en sus
múltiples interpretaciones.
El tiempo, y los estudiosos, se han ido
encargando de enlazarlo con las fiestas paganas de los primeros pobladores de
la tierra, aquellos que adoraban al sol, la luna o las estrellas; a las
bacanales romanas, o a cualquiera de las festividades, ritos y costumbres que
nos podamos imaginar. El tema, por supuesto, da para mucho, y botargas o
personajes añadidos tenemos para tomar y celebrar.
En la mayoría de nuestros pueblos han
quedado unidos a las fiestas invernales; desde estos navideños, hasta que,
llegado el miércoles de ceniza y enterrada la sardina, no hay más remedio que
guardar silencio y abstenerse de cencerrear carne. Porque comienzan las
carnestolendas, la iglesia nos quita la carne, a menos que tengamos dispensa:
carnaval, carnem levare, o lo que es
lo mismo, quitar la carne.
Por la zona serrana terminó la botarga, el
zorra o el zangarrón unido a las comparsas de los danzantes. Tiempos hubo en
los que los mozos, vestidos de gala, celebraron al patrón a ritmo de paloteo.
Algunas muestran quedan, por Galve, Condemios, Valverde, Majaelrayo o
Valdenuño; y muchos otros han quedado en el olvido, como aquellos que por Hijes
y Ujados honraban a San Bernabé, que es fiesta casi veraniega. Y lo hacían
desde hace, como poco, dos o tres siglos atrás.
En la actualidad, como dicho queda, la
mayoría de las botargas, salvo esos zarrones, zorras o zarratones que diablean
en torno a los danzantes dichos, se han asimilado a un santo de tronío
invernal, San Antón, San Pedro, San Blas, San Pablo, San Ildefonso…, y por
supuesto, al Santo Niño.
Días tales como el de Inocentes no faltaban
por muchos rincones de la provincia las mascaradas, o las diabladas, por
Alustante, Setiles o Alcoroches, más dada la zona molinesa a estas mascaradas, que
cualquier otro punto de la provincia.
Antes de que estos diablillos u obispillos
hagan de las suyas, ya tuvimos botarga en Tórtola de Henares la víspera de la
Navidad, y tornará por la Epifanía; y coincidiendo con el fin de Año no nos han
de faltar las que lo despiden y las que le dan o dieron la bienvenida, por
Viñuelas, Alarilla, Fuentelahiguera, Humanes de Mohernando, Jócar, Robledillo y
algunos otros lugares en los que el tiempo y la despoblación se encargó de
mandarlas al baúl del olvido y al libro del folclorista.
No falta año, desde hace doce, catorce o
algunos más, en los que no se saque del baúl de los recuerdos algún personaje
al que, para añadirle el sello de la tradición se le ponga el apelativo de “ancestral”. Que nunca está de más, a
pesar de que al final termina siendo como el vecino del pueblo de al lado en
donde no se nos mutó.
Han mutado, y mucho, las fiestas de pastores
y mozos que los días navideños y sus previos; cantaban la Navidad y alegraban
las misas del Gallo con sus pastorelas. Hubo muchas y hermosas pastorelas por
los pueblos de la Sierra Norte de Madrid, que se extendieron a la de
Guadalajara, o viceversa; y se mantuvieron, enraizadas las pastorelas con las
fiestas de mozos, por Bustares, Cantalojas, Membrillera y sus aledaños. De unos
lugares desaparecieron y en otros han cambiado de festividad.
Pero, a pesar de ello, para estos días
podremos ver las primeras botargas haciendo de las suyas en los dichos pueblos
de Alarilla, Humanes o Robledillo; y acercándonos a los Reyes, saldrán a las
calles de Razbona y, de nuevo, a las de Tórtola.
Y antes de que por Jadraque y tantos otros
lugares del universo provincial nos aparezca San Antón con su cochino,
tendremos en Valdenuño-Fernández una de esas fiestas en las que cabe la
práctica totalidad de estas muestras a caballo entre lo religioso y lo profano.
La Fiesta del Santo Niño, o del Niño Perdido, que se representa el tercer
domingo de enero, o el siguiente a la festividad de la Epifanía, en donde
tendremos botarga y mozos danzantes, dentro y fuera de la iglesia, a imagen o
emparentadas en mucho con las pastorelas de la Navidad serrana. Recientemente declarada "Fiesta de Interés Turístico Regional".
La fiesta es hermosa, como la memoria que de
ella se hace a través del tiempo, en la
que se nos cuenta la pérdida y hallazgo del chiquillo que dejó la casa un
lejano día de 1721. Niño Perdido que, después de andarlo buscando por medio
término municipal, apareció en la iglesia. Es, sin duda, una de las fiestas
tradicionales más hermosas que tenemos por estos días en la provincia, en
cuanto a la tradición se refiere. Aunque, como todas, tenga sus toques de
modernidad. Y es que los tiempos no perdonan, pues como dice el poema, todo
pasa y todo queda, pero lo importante es eso pasar, dejando huella.
Y pasar unos días, observando la hechicería
de nuestras botargas, de nuestros danzantes o nuestros mozos pastores merece la
pena, aunque solo sea por hacer memoria de unos tiempos, y unos pueblos que
merecen y necesitan, más que nunca, nuestra presencia.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
28 de diciembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admitirán mensajes obscenos, insultantes, de tipo político o que afecten a terceras personas.