lunes, diciembre 11, 2017

CUANDO A JADRAQUE LE TOCÓ LA LOTERÍA

CUANDO A JADRAQUE LE TOCÓ LA LOTERÍA
A pesar de que, sin duda, su mejor lotería fue la  del ferrocarril


   En las vísperas de la Navidad de 1909, al ruido de lo que estaba sucediendo en torno a la farmacia de don Jacinto Abós Valencia, en Jadraque, se reunió medio pueblo y, poco a poco, se fue corriendo la voz. Al Sr. Abós le había correspondido un buen pico en miles de duros, gracias a una participación del número 24.056, agraciado ese año con el famoso “gordo” de la lotería de Navidad, que cantaron los no menos populares niños del Colegio de Huérfanos de San Ildefonso.

   Colegio en el que, por cierto, faltaba muy poco para que ingresasen dos chiquillos de la localidad, Luis y José Antonio Ochaíta, después de que a su padre, maestro del pueblo, en plena clase, le diese un derrame cerebral que terminaría con su vida. Casualidades del destino: a su hijo José Antonio, muchos años después, le sucedería lo mismo, mientras recitaba versos en Pastrana.



   Jacinto Abós era en Jadraque todo un señor figura desde que llegó a la población treinta años atrás procedente de Teruel.

   Además de la titularidad de la farmacia dirigía la oficina de Correos y Telégrafos, escribía para todos los periódicos de la provincia y le sobraba tiempo para enviar crónicas a los nacionales, dando cuenta de la vida de la localidad. También era coleccionista de sellos y postales, aficionado a los toros, y en la provincia de Guadalajara fue uno de los pioneros de la fotografía.

   No son muchas las que de él se conservan, para desgracia de nuestros tiempos. La temprana muerte de sus hijas, fallecidas con poco más de veinte años de edad, en el mismo mes y año, que lo sumieron en una profunda depresión; la dispersión de su herencia y el paso del tiempo nos han privado de una colección fotográfica que al día de hoy no tendría precio, ya que serían el reflejo de una época y, sin duda, de tres poblaciones en las que su nombre quedó marcado: Atienza, Hiendelaencina y, por supuesto, Jadraque.

                               Dos libros clave para conocer Jadraque, y sus gentes:                                     José Antonio Ochaíta. El príncipe de la copla 
                                    El Castillo de Jadraque. Las Torres del Cardenal 
                                         (Accede a los libros pulsando sobre el título)


   Era Jadraque, cuando esto sucedió, el centro cultural de la provincia gracias a personas como el Sr. Abós o don Eduardo Contreras,  quien fundaba por aquel entonces el no menos famoso “Museo Conteras”, con todas las colecciones de su padre, D. Bibiano, y las propias. Perdido igualmente en el tiempo y el olvido.

   El dinero del premio lo empleó don Jacinto en hacer algún que otro viaje de más a la estación de reposo por excelencia de la  alta clase social de aquellos tiempos, Panticosa. Su salud comenzaba a padecer los achaques de los golpes de la vida, que no de la edad, y necesitaba reponer fuerzas.

   Constituía, aquel golpe de suerte, la confirmación de que Jadraque estaba tocado por el dedo de la fortuna. No había pasado todavía mucho tiempo desde que a don Manuel Rodrigálvarez, de la industria y política de la villa del Cid, se le pegase a la cartera otro de aquellos números mágicos, el 48.659, que fue agraciado con un sexto premio y desde Madrid se llevó, íntegramente, a Jadraque. Allí lo repartió entre amigos y conocidos, y estos a su vez trocearon sus participaciones de tal manera que Jadraque comenzó el siglo XX con unos duros de más en el bolsillo. 



   A casi todo el pueblo le tocó la lotería. Y a casi todo el mundo le habían regalado la participación, con lo que se rompe ese decir de que la lotería, para que toque, hay que pagarla.

   Al Sr. Abós también le regalaron el décimo del gordo que marchó, mayoritariamente, a Brasil, ya que la principal afortunada y donante del décimo de don Jacinto había emigrado desde Jadraque a aquel imperio del otro lado del mar. No era la primera vez que el gordo de la Navidad hacía una excursión viajera al Nuevo Continente, por parte de Guadalajara, en este mismo decenio y de la mano de don Justo Sanjurjo López de Gomara, mitad de Brihuega, mitad madrileño, otro buen saco de duros se metió en el bolsillo de los empleados de su periódico bonaerense, del “Diario Español”, tal vez el diario más representativo de Argentina.

   No eran, don Jacinto Abós y don Manuel Rodrigálvarez, los únicos a los que el dedo mágico de la diosa lotera les incrementó la hacienda. Anteriormente don Antonio Botija y Fajardo, el Ingeniero Agrícola que llevó a Jadraque la predilección de los estudiantes por la profesión, había sido igualmente tocado por la diosa fortuna. Don Antonio, empleó algo de ese nuevo capital en fomentar la industria harinera en la comarca y, sobre todo, en llevar la luz eléctrica a la población, una de las primeras en encender la bombilla en la plaza Mayor, en aquel año tan significativo para otras historias, 1898. Don Antonio compartió algo de su suerte con otro jadraqueño que pasó a la memoria literaria, por figurar en uno de esos poemas que quedan para la historia. Lo compartió con don José García de Agustín, Ingeniero Agrícola también, quien pasó media vida en Lloilo (Filipinas), y trajo de allá aquellas panzudas consolas que su sobrino, José Antonio Ochaíta, reflejó en su “Autorretrato”.

   La dicha de don Manuel Rodrigálvarez alteró de tal manera la vida de Jadraque y su entorno que, a partir de aquel golpe de la suerte, los mercados de los lunes previos al famoso sorteo no acudían los lugareños de las aldeas vecinas a comprar o vender, sino a buscar participaciones del “gordo”.

   Aquel movimiento dio pie a nuestro buen don Jacinto para escribir en una de sus crónicas: ¡Qué idea tendrán formada estos pobrecitos de lo que es la lotería de Navidad! Qué desencanto será el suyo cuando vean que no han sacado ni el reintegro.



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   Pueblos vecinos hubo que, por probar fortuna, comisionaron a un propio que llegase a Jadraque con el encargo de adquirir participaciones para todo su pueblo. Y uno en particular, Jirueque, que llegó a adquirir una determinada cantidad para repartirse en papeletas entre todos los naturales de la población: mancomunadamente juegan sus décimos dando participaciones hasta de perra chica, con la condición de ser pura y exclusivamente para y entre los vecinos del mismo. Esto es llegar ya al fanatismo. Decía la prensa.

   Y es que la prensa no entendía aquel fanático procesionar de aldeanos a través de los comercios de Jadraque en busca de participaciones, cuando en Jadraque todavía, cuando esto sucedía, no había siquiera administración oficial de loterías. La abriría doña Tomasa Burgos, como un añadido más a su no menos famosa abacería, diez años después de la gracia de don Jacinto.

   Y desde la Navidad de 1919 a doña Tomasa no le faltó clientela. Porque en Jadraque, desde 1861, la lotería, aunque pasase de largo, siempre tocaba.

   Fue aquel año, el 6 de octubre de 1861, cuando realmente a Jadraque le tocó el primer premio. Aquel año y ese día comenzaron a circular los trenes entre Madrid y la villa; entre la villa y Guadalajara y, tiempo  después, entre Madrid, la villa, Sigüenza, Zaragoza…, y el mundo.



   Cuando a Jadraque le tocó la lotería del tren era una población que comenzaba a apagarse. Por ello no vamos a extrañarnos de que cuando se comunicó de manera oficial que la línea férrea atravesaría aquellas tierras, sus entonces alcalde, don Antonio Loperráez, se dirigiese a S.M. la Reina doña Isabel, a decirle que en nombre de todo el vecindario, muchas gracias: Señora el Ayuntamiento de la villa que suscribe, fiel intérprete de los sentimientos que abriga su vecindario, a V.M., con la más profunda veneración…

   La vida, desde que comenzaron a circular los trenes, cambió como de la noche al día. Hasta para las ovejas sorianas que descendiendo de sus majadas y por aquellos caminos que al día de hoy se han ido comiendo poco a poco los tractores, año a año y surco a surco, llegaban a Jadraque por la primavera para tomar el tren camino de Ciudad Real y seguir a Extremadura y Andalucía, regresando por el otoño. A las ovejas, se entiende que sus pastores, las sacaban billete de ida y vuelta al precio de cinco reales por cabeza. Algo más de cincuenta mil viajaron el primer año, y al siguiente el número superó las sesenta mil cabezas.

   A pesar de que, llegados estos días, a lomos de mula, a Jadraque continuaban llegando los aldeanos en busca de una participación para el sorteo de Navidad, diciendo, como don Jacinto Abós, aquello de: Quien en Jadraque no compre su correspondiente participación, no se queje después.
   A tiempo estamos todavía.

Tomás Gismera Velasco
Nueva Alcarria, 7 de diciembre/2017

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