domingo, marzo 20, 2016

SEMANA SANTA EN ATIENZA, TRADICIONES Y COSTUMBRES

SEMANA SANTA EN ATIENZA, TRADICIONES Y COSTUMBRES

Por Tomás Gismera Velasco

(Extracto de “Semana Santa en Atienza, tradiciones y costumbres”, de Tomás Gismera Velasco, en “Cuadernos de Etnología de Guadalajara”, núm. 42. Págs.: Diputación Provincial de Guadalajara. Guadalajara 2010).

   En 1260 se iniciaron en Italia las procesiones penitenciales que recorrían las ciudades, y en Alemania tras la paste negra de 1348, con idénticos penitentes que entonaban cantos de alabanza a la pasión de Jesús. La práctica del Vía Crucis la inició la orden franciscana, que fue la encargada desde 1342 de la custodia de los Santos Lugares.






   En el siglo XIII comenzaron en España las escenificaciones de la Pasión, en Mallorca se redactó la Tragedia de la Pasió, y al siglo siguiente, en Valencia, el Misterio de la Pasión, de estas surgieron las pasiones vivientes que durante estos días pueden presenciarse en todo el territorio nacional.

   Las penitencias y disciplinantes en las procesiones del Jueves Santo fueron autorizadas en 1394 por Juan I de Aragón, y en el siglo XV se inicio la formación de as cofradías de la Veracruz, comenzando estas a velar el cadáver de Cristo.

   El lavatorio de los pies se instituyó pocos años después.  En la mayoría de los casos el lavatorio se hace con gentes del pueblo que se ofrecen voluntarias o son elegidas para ello, salvo casos excepcionales en  donde este se cumple con miembros de cofradías o hermandades.

LOS EJERCICIOS, ¿UN AUTO SACRAMENTAL?
   No existe constancia en Atienza, ni se han encontrado datos fidedignos de la celebración o puesta en escena de un auto sacramental con motivo de la Semana Santa.

   A pesar de todo, quien fuese maestra de la población, Isabel Muñoz Caravaca, dejó reflejo a través de decenas de artículos de prensa, de algunas de las costumbres que se celebraban en la villa de Atienza en la época en la que ella la conoció (1898-1915).

   No ocurre lo mismo con los llamados “ejercicios”, por lo que, al desconocer de donde provienen y sin poder hacer un estudio sobre ellos, hemos de limitarnos a dejar reflejo de su existencia transcribiendo textualmente el texto de uno de los artículos en los que los describe (Flores y Abejas de Guadalajara, 29 de marzo de 1903):

   “Así llaman en Atienza a un auto que se repite anualmente durante la Cuaresma, al anochecer de los lunes y miércoles.

   El templo se dispone previamente con especial decoración; la nave central despejada, como prolongado rectángulo, cerrado en su longitud por filas de bancos que parten desde el crucero hasta debajo del coro; aquí una mesa; en la nave, y de trecho en trecho, contando desde la mesa, colocados los objetos siguientes: dos calaveras en el suelo; una cruz, un banco y en él una caña, una corona de espinas y un cordel; ; una columna, y por fin otra calavera y dos tibias, dispuestas en la forma con que se simboliza la muerte.

   En los bancos se sientan los hombres, constituyendo una especie de coro; presidiendo el cura con unos señores que pertenecen a cierta cofradía; las mujeres y chicos como público se acomodan en las naves laterales; El cura pronuncia una especie de sermón, después se reza el rosario de siete dieces, lo dirige el cura y los asistentes contestan, al empezar cada diez el cura se arrodilla, ora brevemente y se vuelve a sentar, y durante las setenta ave marías, se va verificando la ceremonia siguiente:

1.-Un paseo de dos hombres por el interior y a lo largo de la nave, cada cual con una de las calaveras del primer término en una mano, y en la otra una vela encendida, mientras otro hombre esfinge crucificado, otro sentado y expuesto con la caña y la corona de espinas, y otro se muestra atado a la columna, y un monaguillo, de pie, con dos calaveras en las manos, las levanta en alto para que el público las vea bien.

2.- Otro paseo de dos hombres distintos, con cordeles en las manos y coronados de espinas, llevan en las manos una vela encendida y un crucifijo que dan a besar a los fieles.

3.-Otro tercer paseo de otros dos hombres, también con cordeles y coronas, cargados de sendas cruces, andando a largos pasos, rítmicos y vacilantes, y así van desde la mesa al crucero y desde el crucero a la mesa. Con esto termina el rosario.

   Entonces sale del coro un hombre, se tiende en el suelo, su cabeza entre las calaveras, como si estuviera muerto, y el cura y los demás de la mesa, de pie y con cirios encendidos le rodean, cantando el oficio de difuntos. Así concluyen los ejercicios.

   Como se ve todo es una reminiscencia si no una repetición adulterada de las antiguas representaciones que se hacían en la iglesia, véase Orígenes del Teatro español, de cualquier autor, en cualquier tratado de Historia Literaria. Con los siglos se ha modificado, ya no es un auto, son dos a la vez, con dos escenas confundidas, una sobre la Pasión de Jesús, otro sobre la muerte vulgar de los hombres. ¿Desde cuándo se viene haciendo esta representación? ¿En qué punto y por qué se han confundido dos detalles distintos? ¿Qué falta y qué sobra en ellos? Las calaveras auténticas que traen y llevan los actores del drama misterioso pertenecieron a individuos que sin duda nos sacarían de dudas.

   Merece atención y estudio la doble representación semanal de estos ejercicios. No hablo contra ellos, nada de eso, por el momento ni aun les discuto el nombre, son cosa curiosísima, son un jirón de historia y no vale menos que una ventana ojival o una columna románica. Si hubiera que votar a favor o en contra de su conservación, no sería yo la que votase en contra sin condiciones.

   Vengo oyendo hablar de los ejercicios desde hace siete años. Hasta ahora no he tenido tiempo de asistir a ellos, pero sospechaba lo que eran y no me equivocaba.

   Los actores no hablan; su acción es mímica pura, lo cual confirma la antigüedad y esto deja atrás aunque es mucho más viejo, a los autos sacramentales de los siglos XVI y XVIII que se hicieron para la plaza y no para el templo y donde se recita y se declama. Aquí no salimos del templo y no hay palabras, ¿por qué?
   La lengua en que se pronunciaban ¿es tan vieja que ya se ha perdido para el pueblo?
   Aparte del espectáculo, la explica, es decir, el sermón, llegaba difícilmente a los oyentes”.

   Tal es la descripción que de esta desaparecida costumbre, puesto que debió de desaparecer en fechas muy anteriores a la década de 1920, nos hace doña Isabel Muñoz Caravaca. Todo hace pensar que pudiera ser, efectivamente, un auto sacramental, o al menos una representación por parte de alguna de las cofradías atencinas dedicadas al culto de la Semana Santa. No hemos de olvidar que algunas de las procesiones de estos días las originan, precisamente, los autos sacramentales.

   Y cierto es también que, como afirma doña Isabel, la escena no tiene texto. No obstante el texto bien podría haber sido alguna lectura del Evangelio. Es más que probable que estas representaciones culminasen el día de Viernes Santo, con la lectura de aquel y la posterior procesión, como después veremos.

DESARROLLO DE LA SEMANA SANTA EN ATIENZA
   Al igual que en el resto del orbe cristiano, la Semana Santa en Atienza da comienzo con el Miércoles de Ceniza, continúa con el Viernes de Dolores, Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección.

   Y tampoco era extraño que, al inicio de la Cuaresma, mozas, muchachas y mujeres paseasen por la villa con un mismo canto a partir del Domingo de Ramos:

Oh pueblo, contemplaréis
que Hoy es Domingo de Ramos.
Cuando a mi Dios contemplamos,
en plenitud de su gloria…

Inicio de la Cuaresma
   Al igual que en el resto del orbe cristiano, la Semana Santa en Atienza da comienzo, como ya hemos dicho, con el Miércoles de Ceniza.

   En la iglesia primitiva variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas antes que la Pascua, cuarenta y dos días. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno, ya que del ayuno se excluían los domingos. En el siglo VII se agregaron cuatro días más, los anteriores al primer domingo de Cuaresma, estableciendo los cuarenta días de ayuno establecidos, en recuerdo de los cuarenta días que Cristo ayunó en su retiro del desierto.

   Este ayuno, al igual que en otros muchos lugares, se siguió y sigue en Atienza.
   Volviendo a los escritos de Isabel Muñoz Caravaca, es justo dejar constancia de alguna de sus líneas al respecto:


   “En Atienza, el jueves y viernes santo se ayuna, no se comen manjares vedados, pero como no se veda el beber en día de ayuno, aquí se bebe, es la costumbre. Que el qué beber, limonada. La limonada que se bebe en Atienza se hace con mucho vino, menos agua, en esta cortezas de limón cocido, azúcar, mucha canela, en tan enorme cantidad que se masca, se paladea.  En todas las casas se hace limonada”.

   Justo es también decir que contra el ayuno existió la dispensa, por enfermedad o por compra del correspondiente “indulto para el uso de carnes”.

   Sobre el ayuno, se popularizó, a través de varias generaciones, el mismo canto que se recuerda en algunas otras localidades de la provincia con ligeras variantes:

Jueves santo no ayuné,
madre mía donde iré.
Al corral de las botargas,
a comer hieles amargas,
y membrillos amarillos,
y manzanas coloradas.

   Otra versión del mismo canto dice:
Jueves santo no ayuné,
me llevaron al jardín de las acacias,
a comer peras amargas,
y ciruelas encarnadas.

   Canto que, habitualmente en el juego del salto a la comba, cantaban las muchachas, al tiempo que recitaban dos de los romances adscritos a la Pasión de Jesús.

MIERCOLES DE CENIZA
   Era práctica común en Roma que los penitentes comenzasen su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Eran salpicados de cenizas, vestidos de sayal, y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliasen con la iglesia el día de Jueves Santo o el jueves anterior a la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso, entre los siglos VIII y X, el inicio de la penitencia cuaresmal fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la comunidad.

   Hoy en día la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, se limita a hacer una cruz sobre la frente del creyente. Una cruz de ceniza, con la que quedó de quemar los ramos del Domingo de Ramos del año anterior.

   Se le trató de dar un significado de muerte, de temporalidad, e incluso de humildad y penitencia.
   El Miércoles de Ceniza, anterior al primer domingo de Cuaresma, o siguiente al domingo de Carnaval, se realiza ese gesto mientras el cura dice aquello de: “recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.

   Es otra de las expresiones de la Cuaresma, de su inicio con ceniza, en una inversión de los actos, puesto que si se comienza con la imposición de la ceniza, se concluye con el fuego pascual.

   Ese Miércoles de Ceniza, y a lo largo de los tiempos, en todas las iglesias de Atienza se celebraba la jornada con la misa matinal de la ceniza y el consecuente ayuno posterior en la práctica totalidad de los hogares, salvo en aquellos en los que, previo pago, se obtuvo la dispensa.

   VIERNES DE DOLORES
   El Viernes de Dolores es el anterior al Domingo de Ramos, y considerado en algunas regiones como el inicio oficial de la Semana Santa o Semana Mayor.

   Es esta una antigua tradición mariana que tuvo mucho arraigo en Europa, en conmemoración a los sufrimientos de la Madre de Jesús durante la Semana Santa.

DOMINGO DE RAMOS
   No existió a lo largo del tiempo memoria de que en Atienza hubiese en este día algún tipo de procesiones. Si por el contrario queda constancia de la celebración del día y de la bendición de los ramos, utilizados posteriormente a modo de talismán a lo largo del año, colgando en portales o fachadas, dependiendo de la clase de ramo o de la significación que en la población tenía quien llevó uno u otro.

   Es tradición centenaria que los miembros del Ayuntamiento porten en semejante jornada las clásicas palmas, y que estas se exhiban, a lo largo del año, en las ventanas o balcones de sus domicilios, del mismo modo que el resto del pueblo en dicho día solía levar sus ramos, de romero o de espliego generalmente.
   Recientemente se comenzaron a traer ramas de olivo. Hay que tener en cuenta que en la comarca no existe el cultivo del olivo.

   Si existen, y han existido a lo largo del tiempo, ciertas costumbres añadidas al día. La de estrenar algo, haciendo caso a aquel refrán que se escuchó en boca de los mayores: “quien no estrena algo el Domingo de Ramos, se le caen las manos”.

JUEVES SANTO
   Los actos del día se centralizan en los oficios que tienen lugar a lo largo de la tarde, actualmente en la iglesia de San Juan del Mercado, sede de la Cofradía del Señor, o de la Veracruz, compuesta por doce miembros, en recuerdo de los doce apóstoles.

   A lo largo de la misa, última antes de instituirse el Sacramento, tendrá lugar la ya conocida tradición del lavatorio de pies, que en esta ocasión se realiza a los miembros de la Cofradía. 
   El lavatorio de los pies se realizó siempre en este día como expresión humildad.





  Tras el lavatorio y la última comunión, bajo palio, el sagrario es trasladado al “monumento”, instalado en la capilla de la Virgen de los Dolores, mientras las muchachas recitaban alguna oración con aires de romance:

Yo tengo un escapulario,
de la Virgen del Rosario,
cada vez que me lo pongo,
me acuerdo de San Antonio.
Cada vez que me lo quito,
me acuerdo de Jesucristo.

   Tras la misa tiene lugar la procesión de “los tres torrenillos”, en la que salen los pasos de Jesús atado a la columna; Jesús con la cruz a cuestas y la Virgen de la Soledad. Es la primera de las que tienen lugar a lo largo de la Semana Santa propiamente dicha, excluyendo de estas a la de la patrona.

   La procesión, partiendo de la iglesia de San Juan, toma la calle de Layna Serrano hasta su cruce con la calle Mayor, donde se divide. Los pasos procesionales son llevados a la ermita de la Soledad, o el Santo, a la entrada de la villa, mientras que la imagen de la Virgen regresa a la iglesia, acompañada de un canto que el tiempo hizo desaparecer:

Jueves Santo y Viernes Santo,
días de mucha Pasión,
fue cuando crucificaron,
a Cristo Nuestro Señor.

VIERNES SANTO
   El Viernes Santo en Atienza tiene dos actos totalmente diferenciados. El Vía Crucis de la mañana, con la posterior adoración de las Santas Espinas, y la función de la tarde, con la procesión del Silencio.

VIA CRUCIS  
El Vía Crucis parte de la iglesia de San Juan, y siguiendo la calle de Cervantes continúa hacía el cementerio, donde actualmente se encuentra ubicado el Vía Crucis de piedra que señala las distintas  estaciones.

   Este Vía Crucis anteriormente se encontraba dispuesto a la entrada del pueblo, desde la Puerta de Antequera hasta la ermita del Humilladero.

  Habitualmente, y desde su nueva ubicación, finaliza a las puertas del cementerio, donde se situó el calvario. Desde allí el público se traslada a la iglesia de la Santísima Trinidad, donde tiene lugar la adoración de las reliquias de las Santas Espinas, uno de los días, junto al de su festividad, en el que puede hacerse.


LA PROCESION DEL SILENCIO
   Dentro de la escenificación de la Semana Santa, la procesión del Silencio, o el entierro de Cristo, tiene en este día, y en cualquier lugar, una escenificación señalada.

   En todos los actos toma parte la Cofradía del Señor, la cual, tras los oficios de la tarde en los que se dramatiza la lectura del Evangelio en el que se da cuenta de la crucifixión y muerte de Cristo, procedió a lo largo de los años a escenificar en el centro de la iglesia, frente al altar Mayor, la gran escena de la crucifixión.

   Sobre un entarimado si situó el sepulcro con la imagen del Cristo yacente, bajo la mirada de la Virgen de los Dolores, y ante un impresionante telón de fondo que representaba el calvario. A ambos lados del Yacente, en bancos elevados, una representación de los ángeles custodios, compuesta por varios chiquillos vestidos de ángeles, portando cada uno de ellos uno de los tradicionales emblemas de la pasión de Cristo, martillo, tenazas, látigo, corona de espinas, escalera, gallo, etc.

   Cada uno de estos “ángeles” acompañaba posteriormente la procesión, junto a cada uno de los miembros de la Cofradía.

   Tras los oficios y la posterior procesión, hasta la ermita del Humilladero, los “ángeles” eran obsequiados con la tradicional rosca atencina. Mientras los miembros de la Cofradía, en la casa del Abad, compartían una limonada.

   Continúa manteniéndose parte de la tradición. Pero ya no se instala el escenario elevado, y el número de “ángeles” que acompaña la procesión es meramente simbólico.

   La procesión va acompañada por todos los estandartes de las cofradías de la villa y, en su tiempo, por los pendones que representaban a cada una de ellas. Igualmente, y desde época reciente, se han incorporado a la procesión los faroles que componen el Rosario, perteneciente a la celebración de la Virgen de los Dolores, y que salieron por vez primera en la procesión de la patrona en 1910.

SABADO SANTO
   Normalmente el sábado, dedicado por la iglesia católica a la reflexión en torno a la muerte de Cristo, no hay ningún tipo de actos litúrgicos, salvo la misa Pascual o de la Resurrección, que tiene lugar en la iglesia de San Juan del Mercado, y que tras retirar el luto de las imágenes y hacer que nuevamente suenen las campanas, se divide en varias partes:

   La bendición del fuego pascual
   Siguiendo la tradición de que este fuego es el signo de la presencia del Cristo resucitado. Es por lo que se encenderán a partir de este fuego las lámparas de la iglesia, apagadas desde el momento de la muerte de Cristo.

   La costumbre parte de Jerusalén, donde los primeros cristianos bendecían y encendían velas todos los sábados a la noche.  Alrededor de finales del siglo quinto o sexto esta costumbre llegó a relacionarse con la celebración de la resurrección, y el cirio pascual se incorporó a las celebraciones de la Resurrección.

   Después de Pentecostés, el cirio pascual se ubica en su candelero cerca de la fuente bautismal. El cirio es encendido en cada celebración de Bautismo, durante el cual una pequeña vela bautismal es encendida a partir del cirio para ser entregada al bautizado o sus padrinos. Durante los funerales, el cirio pascual es encendido y ubicado en su candelero en la cabecera del féretro durante los ritos funerarios.

   El cirio pascual debe ser de un tamaño importante, más bien grande. Igualmente el candelero en el cual este descansa debe ser de un tamaño grande. Para hablar con claridad, este cirio debe ser hecho de cera y el tamaño del cirio debe visiblemente disminuir a lo largo de las estaciones y del año.

   Renovación del bautismo:
   Habitualmente se hace la renovación del bautismo, como si nuevamente todos los asistentes a la celebración fuesen bautizados, y si hay algún niño sin bautizar, se le bautiza a lo largo de la misa pascual, ya que era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia Católica, bautizar por la noche del Sábado Santo a los que querían ser cristianos.

   Se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se bautizaban.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
   La mañana del Domingo de resurrección, tenía en Atienza, como en otras muchas localidades, un sentido especial, ya que para la iglesia católica este era uno de los días, sino el que más, de los importantes en cuanto a las celebraciones. Muy de mañana tenía lugar la misa de la resurrección, para la cual, los miembros de la Cofradía del Señor, precedidos por su mandadero haciendo sonar una campana, se trasladaban a la ermita del Humilladero, de donde partía la procesión del Cristo Resucitado, quien, al llegar a la plaza de San Juan del Mercado, se encontraría con su madre.

   Mientras que eran habitualmente hombres quienes llevaban al Jesús resucitado, eran mujeres las que acompañaban la procesión de la Virgen del Encuentro, que salía de iglesia de San Juan al anunciarse la presencia de la otra procesión a través de su campana.

   El mandadero será el encargado de ordenar ambas procesiones, que van rodeando la plaza, haciendo varias paradas y genuflexiones al grito de “arriba”, o “abajo”. Finalmente ambas imágenes se encuentran en el centro de la plaza, a la Virgen le es retirado el velo que cubre su rostro con una de las “varas” de los miembros de la Cofradía, y a continuación ambas imágenes ocupan lugar preferencial en la iglesia.

   Al cabo de la tarde, y previa a la asamblea de la Cofradía en la que se renovarán los cargos de la misma, tiene lugar la subasta de “las roscas de la pascua”, rito este, el de la subasta de roscas, afín a otras celebraciones y hermandades, como la de la Santísima Trinidad o “Caballada”, así como la de las Santas Espinas.

   Ha desaparecido la costumbre, no obstante ese día era tradición que al cabo de la tarde los chiquillos se trasladasen a la era para hacer una merienda especial, la del huevo de pascua. Un ritual que tomaron los cristianos con motivo de la resurrección y que parece que se origina en el simbolismo del duro corazón del faraón que no liberó al pueblo hebreo liderado por Moisés. Es justo recordar que son muchas las culturas que adoran al huevo como símbolo de vida. (Y conviene aquí recordar que a la iglesia de Santa María del Valle donó un descocido devoto un huevo de avestruz con anterioridad al siglo XIX, huevo que cuelga del retablo mayor).

   El Papa Pablo V bendijo al humilde huevo en una plegaria, quizás para olvidar la prohibición decretada por la Iglesia en el siglo IX, de no consumirlos durante toda la cuaresma.

   La llegada de la Pascua suponía el levantamiento de la norma y el fervor por los huevos se desataba, tanto en la cocina como en los regalos entre familiares, amigos y sirvientes. Suponía desquitarse de la penitencia impuesta durante cuarenta y seis días. Era el festín del huevo, porque éste representaba el regocijo y la vuelta a la alegría.

   Como la conservación de los huevos durante la cuaresma era problemática, lo habitual era cocerlos y bañarlos en cera líquida. Así, la fina capa protectora que los cubría permitía mantenerlos más frescos. De ahí vino la costumbre de colorearlos y decorarlos con ceras.

   Con el tiempo, la Iglesia levantó el veto al huevo, pero eso no impidió la costumbre de celebrar la Pascua consumiéndolos y regalándolos. Costumbre que ha perdurado hasta hoy en muchas localidades, aunque de Atienza desapareció en torno a la década de 1940.

T. Gismera Velasco 


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