SEMANA SANTA EN ATIENZA, TRADICIONES Y
COSTUMBRES
Por
Tomás Gismera Velasco
(Extracto
de “Semana Santa en Atienza, tradiciones y costumbres”, de Tomás Gismera
Velasco, en “Cuadernos de Etnología de Guadalajara”, núm. 42. Págs.: Diputación
Provincial de Guadalajara. Guadalajara 2010).
En 1260 se iniciaron en Italia las
procesiones penitenciales que recorrían las ciudades, y en Alemania tras la
paste negra de 1348, con idénticos penitentes que entonaban cantos de alabanza
a la pasión de Jesús. La práctica del Vía Crucis la inició la orden
franciscana, que fue la encargada desde 1342 de la custodia de los Santos
Lugares.
En el siglo XIII comenzaron en España las
escenificaciones de la Pasión, en Mallorca se redactó la Tragedia de la Pasió,
y al siglo siguiente, en Valencia, el Misterio de la Pasión, de estas surgieron
las pasiones vivientes que durante estos días pueden presenciarse en todo el
territorio nacional.
Las penitencias y disciplinantes en las
procesiones del Jueves Santo fueron autorizadas en 1394 por Juan I de Aragón, y
en el siglo XV se inicio la formación de as cofradías de la Veracruz,
comenzando estas a velar el cadáver de Cristo.
El lavatorio de los pies se instituyó pocos
años después. En la mayoría de los casos
el lavatorio se hace con gentes del pueblo que se ofrecen voluntarias o son
elegidas para ello, salvo casos excepcionales en donde este se cumple con miembros de
cofradías o hermandades.
LOS EJERCICIOS, ¿UN AUTO SACRAMENTAL?
No existe constancia en Atienza, ni se han
encontrado datos fidedignos de la celebración o puesta en escena de un auto
sacramental con motivo de la Semana Santa.
A pesar de todo, quien fuese maestra de la
población, Isabel Muñoz Caravaca, dejó reflejo a través de decenas de artículos
de prensa, de algunas de las costumbres que se celebraban en la villa de
Atienza en la época en la que ella la conoció (1898-1915).
No ocurre lo mismo con los llamados
“ejercicios”, por lo que, al desconocer de donde provienen y sin poder hacer un
estudio sobre ellos, hemos de limitarnos a dejar reflejo de su existencia
transcribiendo textualmente el texto de uno de los artículos en los que los
describe (Flores y Abejas de Guadalajara, 29 de marzo de 1903):
“Así llaman en Atienza a un auto que se
repite anualmente durante la Cuaresma, al anochecer de los lunes y miércoles.
El templo se dispone previamente con
especial decoración; la nave central despejada, como prolongado rectángulo,
cerrado en su longitud por filas de bancos que parten desde el crucero hasta
debajo del coro; aquí una mesa; en la nave, y de trecho en trecho, contando
desde la mesa, colocados los objetos siguientes: dos calaveras en el suelo; una
cruz, un banco y en él una caña, una corona de espinas y un cordel; ; una
columna, y por fin otra calavera y dos tibias, dispuestas en la forma con que
se simboliza la muerte.
En los bancos se sientan los hombres, constituyendo
una especie de coro; presidiendo el cura con unos señores que pertenecen a
cierta cofradía; las mujeres y chicos como público se acomodan en las naves
laterales; El cura pronuncia una especie de sermón, después se reza el rosario
de siete dieces, lo dirige el cura y los asistentes contestan, al empezar cada
diez el cura se arrodilla, ora brevemente y se vuelve a sentar, y durante las
setenta ave marías, se va verificando la ceremonia siguiente:
1.-Un
paseo de dos hombres por el interior y a lo largo de la nave, cada cual con una
de las calaveras del primer término en una mano, y en la otra una vela
encendida, mientras otro hombre esfinge crucificado, otro sentado y expuesto
con la caña y la corona de espinas, y otro se muestra atado a la columna, y un
monaguillo, de pie, con dos calaveras en las manos, las levanta en alto para
que el público las vea bien.
2.-
Otro paseo de dos hombres distintos, con cordeles en las manos y coronados de
espinas, llevan en las manos una vela encendida y un crucifijo que dan a besar
a los fieles.
3.-Otro
tercer paseo de otros dos hombres, también con cordeles y coronas, cargados de
sendas cruces, andando a largos pasos, rítmicos y vacilantes, y así van desde
la mesa al crucero y desde el crucero a la mesa. Con esto termina el rosario.
Entonces sale del coro un hombre, se tiende
en el suelo, su cabeza entre las calaveras, como si estuviera muerto, y el cura
y los demás de la mesa, de pie y con cirios encendidos le rodean, cantando el
oficio de difuntos. Así concluyen los ejercicios.
Como se ve todo es una reminiscencia si no
una repetición adulterada de las antiguas representaciones que se hacían en la
iglesia, véase Orígenes del Teatro español, de cualquier autor, en cualquier
tratado de Historia Literaria. Con los siglos se ha modificado, ya no es un
auto, son dos a la vez, con dos escenas confundidas, una sobre la Pasión de
Jesús, otro sobre la muerte vulgar de los hombres. ¿Desde cuándo se viene
haciendo esta representación? ¿En qué punto y por qué se han confundido dos
detalles distintos? ¿Qué falta y qué sobra en ellos? Las calaveras auténticas
que traen y llevan los actores del drama misterioso pertenecieron a individuos
que sin duda nos sacarían de dudas.
Merece atención y estudio la doble representación
semanal de estos ejercicios. No hablo contra ellos, nada de eso, por el momento
ni aun les discuto el nombre, son cosa curiosísima, son un jirón de historia y
no vale menos que una ventana ojival o una columna románica. Si hubiera que
votar a favor o en contra de su conservación, no sería yo la que votase en
contra sin condiciones.
Vengo oyendo hablar de los ejercicios desde
hace siete años. Hasta ahora no he tenido tiempo de asistir a ellos, pero
sospechaba lo que eran y no me equivocaba.
Los actores no hablan; su acción es mímica
pura, lo cual confirma la antigüedad y esto deja atrás aunque es mucho más
viejo, a los autos sacramentales de los siglos XVI y XVIII que se hicieron para
la plaza y no para el templo y donde se recita y se declama. Aquí no salimos
del templo y no hay palabras, ¿por qué?
La lengua en que se pronunciaban ¿es tan
vieja que ya se ha perdido para el pueblo?
Aparte del espectáculo, la explica, es
decir, el sermón, llegaba difícilmente a los oyentes”.
Tal es la descripción que de esta
desaparecida costumbre, puesto que debió de desaparecer en fechas muy
anteriores a la década de 1920, nos hace doña Isabel Muñoz Caravaca. Todo hace
pensar que pudiera ser, efectivamente, un auto sacramental, o al menos una
representación por parte de alguna de las cofradías atencinas dedicadas al
culto de la Semana Santa. No hemos de olvidar que algunas de las procesiones de
estos días las originan, precisamente, los autos sacramentales.
Y cierto es también que, como afirma doña Isabel,
la escena no tiene texto. No obstante el texto bien podría haber sido alguna
lectura del Evangelio. Es más que probable que estas representaciones
culminasen el día de Viernes Santo, con la lectura de aquel y la posterior
procesión, como después veremos.
DESARROLLO DE LA SEMANA SANTA EN
ATIENZA
Al igual que en el resto del orbe cristiano,
la Semana Santa en Atienza da comienzo con el Miércoles de Ceniza, continúa con
el Viernes de Dolores, Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de
Resurrección.
Y tampoco era extraño que, al inicio de la
Cuaresma, mozas, muchachas y mujeres paseasen por la villa con un mismo canto a
partir del Domingo de Ramos:
Oh
pueblo, contemplaréis
que
Hoy es Domingo de Ramos.
Cuando
a mi Dios contemplamos,
en
plenitud de su gloria…
Inicio de la Cuaresma
Al igual que en el resto del orbe cristiano,
la Semana Santa en Atienza da comienzo, como ya hemos dicho, con el Miércoles
de Ceniza.
En la iglesia primitiva variaba la duración
de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas antes que la Pascua,
cuarenta y dos días. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno, ya que del
ayuno se excluían los domingos. En el siglo VII se agregaron cuatro días más,
los anteriores al primer domingo de Cuaresma, estableciendo los cuarenta días
de ayuno establecidos, en recuerdo de los cuarenta días que Cristo ayunó en su
retiro del desierto.
Este ayuno, al igual que en otros muchos
lugares, se siguió y sigue en Atienza.
Volviendo a los escritos de Isabel Muñoz
Caravaca, es justo dejar constancia de alguna de sus líneas al respecto:
“En Atienza, el jueves y viernes santo se
ayuna, no se comen manjares vedados, pero como no se veda el beber en día de
ayuno, aquí se bebe, es la costumbre. Que el qué beber, limonada. La limonada
que se bebe en Atienza se hace con mucho vino, menos agua, en esta cortezas de
limón cocido, azúcar, mucha canela, en tan enorme cantidad que se masca, se
paladea. En todas las casas se hace
limonada”.
Justo es también decir que contra el ayuno
existió la dispensa, por enfermedad o por compra del correspondiente “indulto
para el uso de carnes”.
Sobre el ayuno, se popularizó, a través de
varias generaciones, el mismo canto que se recuerda en algunas otras
localidades de la provincia con ligeras variantes:
Jueves
santo no ayuné,
madre
mía donde iré.
Al
corral de las botargas,
a
comer hieles amargas,
y
membrillos amarillos,
y
manzanas coloradas.
Otra versión del mismo canto dice:
Jueves
santo no ayuné,
me
llevaron al jardín de las acacias,
a
comer peras amargas,
y
ciruelas encarnadas.
Canto que, habitualmente en el juego del
salto a la comba, cantaban las muchachas, al tiempo que recitaban dos de los
romances adscritos a la Pasión de Jesús.
MIERCOLES DE CENIZA
Era
práctica común en Roma que los penitentes comenzasen su penitencia pública el
primer día de Cuaresma. Eran salpicados de cenizas, vestidos de sayal, y
obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliasen con la iglesia el día
de Jueves Santo o el jueves anterior a la Pascua. Cuando estas prácticas
cayeron en desuso, entre los siglos VIII y X, el inicio de la penitencia
cuaresmal fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la comunidad.
Hoy en día la Iglesia, el Miércoles de
Ceniza, se limita a hacer una cruz sobre la frente del creyente. Una cruz de
ceniza, con la que quedó de quemar los ramos del Domingo de Ramos del año
anterior.
Se le trató de dar un significado de muerte,
de temporalidad, e incluso de humildad y penitencia.
El
Miércoles de Ceniza, anterior al primer domingo de Cuaresma, o siguiente al
domingo de Carnaval, se realiza ese gesto mientras el cura dice aquello de:
“recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.
Es otra de las expresiones de la Cuaresma, de
su inicio con ceniza, en una inversión de los actos, puesto que si se comienza
con la imposición de la ceniza, se concluye con el fuego pascual.
Ese Miércoles de Ceniza, y a lo largo de los
tiempos, en todas las iglesias de Atienza se celebraba la jornada con la misa
matinal de la ceniza y el consecuente ayuno posterior en la práctica totalidad
de los hogares, salvo en aquellos en los que, previo pago, se obtuvo la
dispensa.
VIERNES DE DOLORES
El Viernes de Dolores es el anterior al
Domingo de Ramos, y considerado en algunas regiones como el inicio oficial de
la Semana Santa o Semana Mayor.
Es esta una antigua tradición mariana que
tuvo mucho arraigo en Europa, en conmemoración a los sufrimientos de la Madre
de Jesús durante la Semana Santa.
DOMINGO DE RAMOS
No existió a lo largo del tiempo memoria de
que en Atienza hubiese en este día algún tipo de procesiones. Si por el
contrario queda constancia de la celebración del día y de la bendición de los
ramos, utilizados posteriormente a modo de talismán a lo largo del año,
colgando en portales o fachadas, dependiendo de la clase de ramo o de la
significación que en la población tenía quien llevó uno u otro.
Es tradición centenaria que los miembros del
Ayuntamiento porten en semejante jornada las clásicas palmas, y que estas se
exhiban, a lo largo del año, en las ventanas o balcones de sus domicilios, del
mismo modo que el resto del pueblo en dicho día solía levar sus ramos, de
romero o de espliego generalmente.
Recientemente se comenzaron a traer ramas de
olivo. Hay que tener en cuenta que en la comarca no existe el cultivo del
olivo.
Si existen, y han existido a lo largo del
tiempo, ciertas costumbres añadidas al día. La de estrenar algo, haciendo caso
a aquel refrán que se escuchó en boca de los mayores: “quien no estrena algo el
Domingo de Ramos, se le caen las manos”.
JUEVES SANTO
Los actos del día se centralizan en los
oficios que tienen lugar a lo largo de la tarde, actualmente en la iglesia de
San Juan del Mercado, sede de la Cofradía del Señor, o de la Veracruz,
compuesta por doce miembros, en recuerdo de los doce apóstoles.
A lo largo de la misa, última antes de
instituirse el Sacramento, tendrá lugar la ya conocida tradición del lavatorio
de pies, que en esta ocasión se realiza a los miembros de la Cofradía.
El lavatorio de los pies se realizó siempre
en este día como expresión humildad.
Tras el lavatorio y la última comunión, bajo palio, el sagrario es trasladado al “monumento”, instalado en la capilla de la Virgen de los Dolores, mientras las muchachas recitaban alguna oración con aires de romance:
Yo
tengo un escapulario,
de
la Virgen del Rosario,
cada
vez que me lo pongo,
me
acuerdo de San Antonio.
Cada
vez que me lo quito,
me
acuerdo de Jesucristo.
Tras la misa tiene lugar la procesión de
“los tres torrenillos”, en la que salen los pasos de Jesús atado a la columna;
Jesús con la cruz a cuestas y la Virgen de la Soledad. Es la primera de las que
tienen lugar a lo largo de la Semana Santa propiamente dicha, excluyendo de
estas a la de la patrona.
La procesión, partiendo de la iglesia de San
Juan, toma la calle de Layna Serrano hasta su cruce con la calle Mayor, donde
se divide. Los pasos procesionales son llevados a la ermita de la Soledad, o el
Santo, a la entrada de la villa, mientras que la imagen de la Virgen regresa a
la iglesia, acompañada de un canto que el tiempo hizo desaparecer:
Jueves
Santo y Viernes Santo,
días
de mucha Pasión,
fue
cuando crucificaron,
a
Cristo Nuestro Señor.
VIERNES SANTO
El Viernes Santo en Atienza tiene dos actos
totalmente diferenciados. El Vía Crucis de la mañana, con la posterior
adoración de las Santas Espinas, y la función de la tarde, con la procesión del
Silencio.
VIA CRUCIS
El
Vía Crucis parte de la iglesia de San Juan, y siguiendo la calle de Cervantes
continúa hacía el cementerio, donde actualmente se encuentra ubicado el Vía
Crucis de piedra que señala las distintas
estaciones.
Este Vía Crucis anteriormente se encontraba
dispuesto a la entrada del pueblo, desde la Puerta de Antequera hasta la ermita
del Humilladero.
Habitualmente, y desde su nueva ubicación,
finaliza a las puertas del cementerio, donde se situó el calvario. Desde allí
el público se traslada a la iglesia de la Santísima Trinidad, donde tiene lugar
la adoración de las reliquias de las Santas Espinas, uno de los días, junto al
de su festividad, en el que puede hacerse.
LA PROCESION DEL SILENCIO
Dentro de la escenificación de la Semana
Santa, la procesión del Silencio, o el entierro de Cristo, tiene en este día, y
en cualquier lugar, una escenificación señalada.
En todos los actos toma parte la Cofradía
del Señor, la cual, tras los oficios de la tarde en los que se dramatiza la
lectura del Evangelio en el que se da cuenta de la crucifixión y muerte de
Cristo, procedió a lo largo de los años a escenificar en el centro de la
iglesia, frente al altar Mayor, la gran escena de la crucifixión.
Sobre un entarimado si situó el sepulcro con
la imagen del Cristo yacente, bajo la mirada de la Virgen de los Dolores, y
ante un impresionante telón de fondo que representaba el calvario. A ambos
lados del Yacente, en bancos elevados, una representación de los ángeles
custodios, compuesta por varios chiquillos vestidos de ángeles, portando cada
uno de ellos uno de los tradicionales emblemas de la pasión de Cristo,
martillo, tenazas, látigo, corona de espinas, escalera, gallo, etc.
Cada uno de estos “ángeles” acompañaba
posteriormente la procesión, junto a cada uno de los miembros de la Cofradía.
Tras los oficios y la posterior procesión,
hasta la ermita del Humilladero, los “ángeles” eran obsequiados con la
tradicional rosca atencina. Mientras los miembros de la Cofradía, en la casa
del Abad, compartían una limonada.
Continúa manteniéndose parte de la
tradición. Pero ya no se instala el escenario elevado, y el número de “ángeles”
que acompaña la procesión es meramente simbólico.
La procesión va acompañada por todos los
estandartes de las cofradías de la villa y, en su tiempo, por los pendones que
representaban a cada una de ellas. Igualmente, y desde época reciente, se han
incorporado a la procesión los faroles que componen el Rosario, perteneciente a
la celebración de la Virgen de los Dolores, y que salieron por vez primera en
la procesión de la patrona en 1910.
SABADO SANTO
Normalmente el sábado, dedicado por la iglesia
católica a la reflexión en torno a la muerte de Cristo, no hay ningún tipo de
actos litúrgicos, salvo la misa Pascual o de la Resurrección, que tiene lugar
en la iglesia de San Juan del Mercado, y que tras retirar el luto de las
imágenes y hacer que nuevamente suenen las campanas, se divide en varias
partes:
La bendición del fuego pascual
Siguiendo la tradición de que este fuego es
el signo de la presencia del Cristo resucitado. Es por lo que se encenderán a
partir de este fuego las lámparas de la iglesia, apagadas desde el momento de
la muerte de Cristo.
La costumbre parte de Jerusalén, donde los
primeros cristianos bendecían y encendían velas todos los sábados a la
noche. Alrededor de finales del siglo quinto o sexto esta costumbre llegó
a relacionarse con la celebración de la resurrección, y el cirio pascual se
incorporó a las celebraciones de la Resurrección.
Después de Pentecostés, el cirio pascual se
ubica en su candelero cerca de la fuente bautismal. El cirio es encendido en
cada celebración de Bautismo, durante el cual una pequeña vela bautismal es
encendida a partir del cirio para ser entregada al bautizado o sus padrinos.
Durante los funerales, el cirio pascual es encendido y ubicado en su
candelero en la cabecera del féretro durante los ritos funerarios.
El cirio pascual debe ser de un tamaño
importante, más bien grande. Igualmente el candelero en el cual este descansa
debe ser de un tamaño grande. Para hablar con claridad, este cirio debe ser
hecho de cera y el tamaño del cirio debe visiblemente disminuir a lo largo de
las estaciones y del año.
Renovación del bautismo:
Habitualmente se hace la renovación del
bautismo, como si nuevamente todos los asistentes a la celebración fuesen
bautizados, y si hay algún niño sin bautizar, se le bautiza a lo largo de la
misa pascual, ya que era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia
Católica, bautizar por la noche del Sábado Santo a los que querían ser
cristianos.
Se preparaban durante los cuarenta días de
Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se bautizaban.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
La mañana del Domingo de resurrección, tenía
en Atienza, como en otras muchas localidades, un sentido especial, ya que para
la iglesia católica este era uno de los días, sino el que más, de los
importantes en cuanto a las celebraciones. Muy de mañana tenía lugar la misa de
la resurrección, para la cual, los miembros de la Cofradía del Señor,
precedidos por su mandadero haciendo sonar una campana, se trasladaban a la
ermita del Humilladero, de donde partía la procesión del Cristo Resucitado,
quien, al llegar a la plaza de San Juan del Mercado, se encontraría con su
madre.
Mientras que eran habitualmente hombres
quienes llevaban al Jesús resucitado, eran mujeres las que acompañaban la
procesión de la Virgen del Encuentro, que salía de iglesia de San Juan al
anunciarse la presencia de la otra procesión a través de su campana.
El mandadero será el encargado de ordenar
ambas procesiones, que van rodeando la plaza, haciendo varias paradas y
genuflexiones al grito de “arriba”, o “abajo”. Finalmente ambas imágenes se
encuentran en el centro de la plaza, a la Virgen le es retirado el velo que
cubre su rostro con una de las “varas” de los miembros de la Cofradía, y a
continuación ambas imágenes ocupan lugar preferencial en la iglesia.
Al cabo de la tarde, y previa a la asamblea
de la Cofradía en la que se renovarán los cargos de la misma, tiene lugar la
subasta de “las roscas de la pascua”, rito este, el de la subasta de roscas,
afín a otras celebraciones y hermandades, como la de la Santísima Trinidad o
“Caballada”, así como la de las Santas Espinas.
Ha desaparecido la costumbre, no obstante
ese día era tradición que al cabo de la tarde los chiquillos se trasladasen a
la era para hacer una merienda especial, la del huevo de pascua. Un ritual que
tomaron los cristianos con motivo de la resurrección y que parece que se
origina en el simbolismo del duro corazón del faraón que no liberó al pueblo
hebreo liderado por Moisés. Es justo recordar que son muchas las culturas que
adoran al huevo como símbolo de vida. (Y conviene aquí recordar que a la
iglesia de Santa María del Valle donó un descocido devoto un huevo de avestruz
con anterioridad al siglo XIX, huevo que cuelga del retablo mayor).
El Papa Pablo V bendijo al humilde huevo en
una plegaria, quizás para olvidar la prohibición decretada por la Iglesia en el
siglo IX, de no consumirlos durante toda la cuaresma.
La llegada de la Pascua suponía el
levantamiento de la norma y el fervor por los huevos se desataba, tanto en la
cocina como en los regalos entre familiares, amigos y sirvientes. Suponía
desquitarse de la penitencia impuesta durante cuarenta y seis días. Era el
festín del huevo, porque éste representaba el regocijo y la vuelta a la
alegría.
Como la conservación de los huevos durante
la cuaresma era problemática, lo habitual era cocerlos y bañarlos en cera
líquida. Así, la fina capa protectora que los cubría permitía mantenerlos más
frescos. De ahí vino la costumbre de colorearlos y decorarlos con ceras.
Con el tiempo, la Iglesia levantó el veto al
huevo, pero eso no impidió la costumbre de celebrar la Pascua consumiéndolos y
regalándolos. Costumbre que ha perdurado hasta hoy en muchas localidades,
aunque de Atienza desapareció en torno a la década de 1940.
T. Gismera Velasco
T. Gismera Velasco
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