FACCIOSOS,
SALTEADORES Y BANDOLEROS EN TIERRAS DE ATIENZA Y GUADALAJARA.
Los Salazar,
de Fuencemillán
Tomás Gismera Velasco
Numerosas fueron las partidas de bandoleros
que se echaron al monte con ocasión de la primera guerra carlista en lo que hoy
conocemos como provincia de Guadalajara, dedicándose, bajo el amparo de la
política, al pillaje, robo, asesinato y todo tipo de tropelías.
Una de aquellas partidas, la llamada de los
Salazares, capitaneada por Julián Salazar, vecino de Fuencemillán, sembró el
pánico por toda la comarca de Tamajón, llegando hasta las cercanías de Miedes
sin atreverse a entrar en Atienza, aunque fueron bastantes los pueblos que
sintieron sus consecuencias.
A lo largo del otoño de 1834 y del invierno
de ese año y de comienzos de 1835, desde Guadalajara se envió a diferentes
patrullas en su búsqueda, hasta que dieron con ellos, tal y como comunicó el
entonces Gobernador de Guadalajara, don José María Bremón:
Habitantes de la provincia de mi mando:
A mi arribo a este destino observé con dolor
que os atormentaban demasiado los miserables facciosos que acaudillados por el
foragido Julián Salazar eran incesantes en sus incursiones, tropelías, robos y
asesinatos por diferentes pueblos, especialmente y de los partidos de Tamajón y
Miedes. Ya estáis libres de semejantes malvados; los dos siguientes partes que
con fecha de antes de ayer he recibido en este día no os dejarán dudarlo; ved
en ellos el fin que tarde o temprano espera a los que osaren atentar contra el
legítimo trono de nuestra inocente reina Doña Isabel II; pero al mismo tiempo conservad en vuestra memoria con vivo
entusiasmo el agradecimiento de que sois deudores a los esfuerzos, penalidades
y constancia de la benemérita compañía de seguridad establecida en Cogolludo, a
los incansables urbanos que he tenido el honor de formar en pocos momentos,
especialmente los del mismo pueblo de Fuencemillán, de quienes era indigno
paisano el referido Salazar, y en fin, a los leales y honrados vecindarios de
los pueblos de la Sierra, que aun sin armas supieron vencer y destruir a
malhechores armados. Guadalajara, 16 de enero de 1835.
El parte de la detención de los Salazares
venía a continuación:
En la madrugada de este día, desde Jadraque
que regresaba de la comisión que tenía del Excmo. Sr. Capitán General de
Cifuentes, tuve noticia que los dos Salazares estaban escondidos en una paridera
cerca de Carrascosa y que llevaban consigo un muerto conocido por “el tuerto”,
que fue herido en la persecución que sufrió la facción de que dio parte el
teniente D. Manuel Maseda, dispuse en el
momento marchar rápidamente con los diez tiradores que llevaba, con dirección a
pasar el vado de Membrillera, y no pudiendo por lo crecido del río, me dirigí
por la izquierda a pasar por el puente de Espinosa, a la llegada a dicho puente
vi llegar a la milicia de Fuencemillán con su digno comandante a la cabeza de
ella que tenía aprenhendidos a los dos Salazares, dejándose al citado cadáver
en el sitio indicado, y dispuse saliese una partida de mi mando para escoltar
la justicia de esta a que debía recoger el muerto. En el momento de mi llegada
a dichos urbanos me encargué de los dichos dos presos y conducidos a esta los
he puesto en capilla para fusilarlos mañana con la precisa diligencia de
tomarles antes una declaración por si pudiese interesar al mejor servicio de
nuestra adorada e inocente Reina. Los efectos aprehendidos al resto de la
citada facción son: tres caballos con sus monturas, dos sables, dos carabinas,
tres capas, un par de pistolas y cinco duros que se han hallado al cabecilla
Julián Salazar. Todos estos efectos a excepción de las armas han sido entregados
por mí al comandante de la milicia urbana ya citada para que vendidos se
distribuyan entre los individuos de dicha milicia que han contribuido a tan
interesante captura, reservando en mi poder las armas citadas hasta recibir
órdenes de V.S., sin embargo de que dicho comandante me las ha pedido.
Recomiendo a V.S, la infatigable tropa que tengo el honor de mandar, como
igualmente son dignos del maryor premio todos los citados urbanos y su
intrépido y entusiasmado comandante. La satisfacción que tengo como igualmente
mis oficiales, sargentos, cabos y tiradores de que la facción del caudillo
Salazar ya llegó la hora de su total exterminio al cabo de tantas fatigas y
desvelos, me llena de la más alta gloria y honor al ver que desde el veinte de
noviembre que sin perder fatiga la persigo haya concluido a manos del honor de
las armas que mando y el auxilio de dicha milicia, que animada y confiada
siempre por mi jamás dudaron en la decisión de tan intrépidos como valientes
militares. Todo lo que pongo en noticia de V.S. para que se sirva elevarlo a
conocimiento del Excmo. Sr. Capitán General para que S.E. lo ponga en
conocimiento de la Reina Nuestra Señora que Dios guarde. Cogolludo, 14 de enero
de 1835. Juan Bautista Bellver. Sr. Gobernador civil de esta provincia.
La noticia siguiente llega desde el mismo
Cogolludo:
Rejencia de la Real jurisdicción de
Cogolludo. Viva Isabel II. Aun cuando V.S. recibirá más pronto el parte circunstanciado
de la prisión de los dos Salazares, sin embargo me apresuro a comunicar a V.S.
como en este día de la fecha a las doce de su mañana tuvimos un parte del
comandante del destacamento y yo de los urbanos de Fuencemillán que verbalmente
remitía con un urbano de los que le acompañaban diciendo: que habiendo sabido
que los Salazares andaban por esta tierra habiendo salido en su busca y que
habiendo registrado un tinado en el monte de debajo de esta villa habían
encontrado en él a un cadáver con dos balazos en las costillas. Inmediatamente
dispusimos saliesen doce tiradores al mando del sargento 1º y yo a la cabeza de
doce urbanos; marchamos al punto a galope a coger los puntos por donde podrían
huir en caso de que los de Fuencemillán los encontrasen y con efecto así
hubiera sucedido si no les hubieran rendido en la taina donde los hallaron,
cuya prisión hicieron ellos, pues cuando llegamos al punto ya los tenían
presos. Nos dirigimos a la taina donde estaba el difunto y reconocido resultó
ser el compañero de los Salazares, el tuerto de Burgos, con dos balazos que le
pegaron el domingo o sábado en la sierra los mismos serranos, y según declara
el Julián Salazar murió ayer al amanecer; le he traído al pueblo para
escarmiento de los malos y darle tierra en campo-santo. Los Salazares están en
prisión bien amarrados; creo que este Sr. Comandante de tiradores disponga se
les quite la vida mañana y hemos concluido de facciosos en la provincia, pues
está el espíritu tan reanimado que la gente desea batirse y exterminar cuantos
pícaros traten de alterar el orden. Dios guarde a V.S. muchos años. Cogolludo y
enero, 14 de 1835. Agustín Casado. Sr. Gobernador civil de Guadalajara.
El siguiente parte emitido desde Cogolludo
recomendaba a quienes habían intervenido en la captura de ambos hermanos,
haciendo relación nominal de toda la tropa. Desconocemos el parte de ejecución,
a pesar de que la prensa nacional se hizo eco de que en la mañana del 15 de
enero ambos hermanos conocidos como los Salazares, fueron fusilados en
Cogolludo.
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