JUAN FRANCISCO MARINA ENCABO
Por
Tomás Gismera Velasco
Juan
Francisco Marina Encabo nació en Atienza en la década de 1890, y falleció en Madrid,
el 4 de noviembre de 1971. Alguno de sus hermanos, como Cecilio, nacerían
igualmente en Atienza, otros lo harían en Vitoria, lugar de residencia de la
familia por motivos laborales.
Su nombre está unido, a partir de la década
de 1940, a los movimientos culturales que, desde Guadalajara, se trasladaron a
Madrid, como una manera de crear vínculo entre quienes emigraron de sus pueblos
natales. Y por motivos de parentesco su nombre se uniría al de Francisco Layna
Serrano tras el matrimonio de su hermano José con Esperanza Serrano, prima
carnal del historiador.
Fue socio refundador en la Casa de
Guadalajara en Madrid cuando, al concluir la Guerra Civil (1936-39), Francisco
Layna Serrano se encargó de abrir nuevamente sus puertas, y fue socio fundador
de la Tertulia “La Colmena”, en 1947, cuando desaparecida la Casa de
Guadalajara los intelectuales guadalajareños residentes en Madrid trataron de
constituir un amplio club de debate y opinión con ánimo de mejorar el futuro de
Guadalajara. Posteriormente, a partir de 1961, sería igualmente socio fundador
de la nueva Casa de Guadalajara, adjudicándose el número 638 como socio, Casa a
la que unió a amigos, alguno de sus hermanos y familiares.
Estudio Derecho en la Universidad Central de
Madrid, e hizo oposiciones a Registrador de la Propiedad, desempeñando, por
espacio de más de cincuenta años, ambas labores.
Su vida como Registrador de la Propiedad
transcurrió por diferentes pueblos de las provincias de Soria, Logroño, Navarra
y Alava, provincia en la que se jubiló mediada la década de 1950 y en la que,
como reconocimiento a la labor desarrollada en aquellas tierras recibió
multitud de homenajes. Puede que el más sonado se llevase a cabo en el mes de
1960 en Vitoria, dentro de la tradicional “Visita a los Mojones”, y que fue
presidido por el alcalde de la localidad, José Lejarreta Salterain, con
asistencia de los ediles de diferentes municipios en los que había ejercido,
entre otros, Miranda de Ebro y Alsasua.
Sus visitas a Atienza, desde que contrajese
matrimonio no fueron demasiado pródigas en el tiempo, puesto que pasaba sus
veranos en Almazán, localidad natal de su esposa. No obstante, era habitual
encontrarlo año a año en La Caballada, de la que fue “hermano honorario”, como
recoge en su obra “La Cofradía de La Santísima Trinidad”, Jesús de la Vega
García.
Juan Francisco Marina Encabo fue persona con
actuaciones relevantes en Atienza donde, según acuerdo del Ayuntamiento de 31
de octubre de 1964, siempre será recibido como “visitante y huésped de honor”,
además de ser gran estudioso del derecho musulmán, por no aludir a su
participación en el juicio por las pinturas de San Baudilio de Berlanga, una de
sus muchas actuaciones como letrado, cuando aquellas pinturas fueron
ilegalmente sacadas de España y se trató de recuperarlas en 1957. Obteniéndose, a través de diversos acuerdos
entre el Estado Español y los museos a los que dichas pinturas fueron a parar,
unas copias que son las que al día de hoy pueden admirarse en el Museo del
Prado de Madrid.
Igualmente, fue el abogado que llevó la
causa de la población de Vivar del Cid en su ánimo de recuperar el manuscrito
del “Poema del Cid”. La reclamación, ante el Ministerio de Cultura, se basaba
en que el manuscrito original fue arrebatado al pueblo de Vivar, con engaños,
en 1718 por don Eugenio Llaguno Amirola, entonces secretario del Consejo de
Estado, quien puso como razón el propósito de obtener una copia para la
reimpresión que se hizo en la época, sin que el manuscrito original regresase a
Vivar, localidad en la que se encontraba, en el monasterio de las Clarisas,
desde la época de Alfonso X el Sabio. Juan Francisco Marina, de conformidad con
los vecinos de Vivar no solicitaba que regresase al pueblo el manuscrito, sino
que al pueblo se le reconociese la propiedad, al tiempo que cederían su
utilidad a la Biblioteca Nacional, a la cual lo acababa de entregar la
Fundación March, quien a su vez lo adquirió a su anterior, y supuesto
propietario, don Roque Pidal, por una cantidad astronómica para la década de
1960, diez millones de pesetas.
La sentencia, dictada el 22 de diciembre de
1965 desatendió la petición del pueblo de Vivar, y por ende, el recurso de don
Juan Francisco Marina, no obstante, su nombre saltó a la prensa nacional. (Al
respecto puede consultarse el elaborado trabajo del profesor Timoteo Riaño en:
descargas.cervantesvirtual.com/servlet/.../010379_339.pdf.)
Al margen de su labor como jurista o
registrador, fue un estudioso del derecho musulmán, dando a la imprenta varias
e importantes obras: “Derecho musulmán, visión de conjunto”, publicado en la
Revista Crítica de Derecho Inmobiliario en abril de 1948; “El Régimen de las
tierras en Marruecos”, publicado en 1933; “Derecho de propiedad en la zona española jalifiana
(1948), etc. Obras de referencia en cuanto al derecho marroquí se refiere.