DIEGO DE MADRIGAL: EL ARTE DEL RETABLO DESDE ATIENZA
Natural de la Villa, trabajó en las provincias de Guadalajara y Soria
Poco que ver tiene la villa de Atienza que se presentaba al mundo en los siglos XVII-XVIII, con la actual. Siglo, el XVIII, en el que terminaron por marcharse los Bravo de Laguna, los Serantes, los Ortega o los Arias de Saavedra, para establecerse en la madrileña tierra que creció, en gran parte, con gentes llegadas de Guadalajara. Por aquellos siglos XVII y XVIII era la villa de Atienza centro artesano y artístico dentro del obispado de Sigüenza, al menos en el arte del retablo que por aquel tiempo triunfaba en las iglesias, ya que son estos dos siglos, con parte del XVI, en los que mayoritariamente los templos se comenzaron a renovar, siguiendo los dictados del Concilio de Trento, que dio un aire nuevo al arte religioso.
Atienza, junto a Sigüenza y Molina de Aragón serán a partir de esos siglos las mecas de estas obras artísticas, muchas de las cuales todavía al día de hoy se pueden contemplar. Sigüenza, por cuna del obispado; Atienza y Molina de Aragón como poblaciones principales del mismo.
De las tres surgirán nombres relevantes en el arte de la talla o del dorado, con talleres abiertos en cualquier parte de ellas; a más de que, encargadas las obras, los mismos artistas podían trasladar su taller, dependiendo del costo o del volumen, a cualquiera de las poblaciones con las que contratasen una de estas obras, sus retablos mayores, de capillas, o colaterales. La nómina de artistas no tiene fin; más concretándonos en este nombre, el de Diego de Madrigal y su taller atencino, concluyamos en que fue uno de los grandes, muy a pesar de que el tiempo olvidó su nombre.
Diego de Madrigal y Torija
Nació, Diego de Madrigal y Torija, en la Atienza de 1658, sin que se sepa la fecha exacta, salvo algunos detalles de su corta vida infantil a través de documento signado por su madre, María Torija, cuando puso a su hijo como aprendiz de retablista en el taller del también artífice seguntino Diego del Castillo para que aprendiese el arte del retablo. Siendo, Diego del Castillo, otro de los grandes artistas en este arte en aquellos tiempos.
Será su paisano, Juan Antonio Marco Martínez quien, a través de una de sus mayores obras de investigación histórica: “El retablo barroco en el antiguo Obispado de Sigüenza”, nos ofrezca los datos que acompañaron aquel documento-contrato de aprendizaje, fechado en Atienza el 2 de diciembre de 1672, cuando, probablemente, Diego del Castillo se encontrase en esta población con motivo del montaje o ajuste de alguna de sus obras, puesto que intervino en la creación de retablos en las iglesias de la Santísima Trinidad, San Juan y San Bartolomé.
A través de aquel contrato, habitual en casos de aprendizaje, conoceremos que Diego de Madrigal, a más de hijo de María Torija, era ya huérfano de padre, del mismo nombre, entregando la madre al hijo para que este aprendiese el arte a través del que poder desarrollarse para el futuro: “dijeron que entre ellos dos (María Torija y Diego del Castillo) estaba convenido y concertado que la dicha María de Torija ponía y puso a dicho Diego Madrigal su hijo con dicho Diego del Castillo, para que le sirva y asista a su arte de ensamblador y entallador por tiempo de seis años que han de empezar a correr desde hoy dicho día con calidad y condición que durante dicho tiempo a de ser obligada la dicha María de Madrigal a darle a dicho su hijo los vestidos y calzado necesarios y demás de ello 300 reales a el dicho Diego del Castillo por su cuidado y enseñanza, los 150 reales para el día de la feria de cuaresma que se hace en esta villa del año que viene de 1673, y los 150 restantes para el día de la feria de cuaresma del año siguiente de 1674, llana y realmente con las costas de la cobranza, porque pueda ser ejecutada”. Vemos pues que la enseñanza no era en ninguna manera gratuita; que el futuro artista comenzó su aprendizaje a los catorce años de edad esperándose que cumplidos los veinte pudiera caminar por su cuenta en el mundo del retablo. En aquella fecha, el joven Diego abandonaría la población natal para trasladarse a Sigüenza con su maestro, residiendo en su taller, en el que, a no dudar, a más de sus hermanos, originarios como el propio Castillo de tierras cántabras, habrían de emplearse algunos aprendices más.
La relación entre alumno y maestro no debió de resultar en modo alguno discordante, como sucediera en otros talleres; más es de pensar que hubo trato familiar puesto que, a poco de concluir la enseñanza y establecido nuestro hombre en Atienza, donde contó con taller propio en la calle de San Pedro, en el barrio de la plaza de San Juan del Mercado, trabajó junto a su maestro en algunas obras que le fueron encomendadas, entre ellas el retablo mayor de la propia iglesia de San Juan, en Atienza, adjudicado a Diego del Castillo en 1686 y en el que de manera decisiva intervendría igualmente su alumno, Diego de Madrigal, quien en 1682 había contraído matrimonio, en la misma Atienza, con Isabel de Villares, hija de Diego de Villares y de Isabel de Herrera, los tres naturales y residentes en la villa.
Tenía Atienza para este tiempo cierta tradición en este arte, como nos recordará Marco Martínez, habiéndose iniciado, sin duda, con Francisco Estarja, hijo del seguntino Andrés Estarja quien, establecido aquí, trabajó para las iglesias de Santa María del Rey, San Salvador y San Francisco.
El retablista Diego de Madrigal
Tras su paso por Sigüenza, y de la mano de Diego del Castillo, comenzó a ejercer su oficio como maestro, siendo uno de sus primeros trabajos el de la hechura de cinco marcos de cuadros para el altar mayor de la iglesia de la Santísima Trinidad.
En adelante, su mano llegará a numeras iglesias de la diócesis, iniciándose sus trabajos mayores en Galve de Sorbe, para cuya iglesia parroquial labraría los retablos colaterales.
Haciéndolo después en el retablo mayor de la iglesia de San Bartolomé en 1688, de la que fue cura párroco otro de sus hermanos; en parte del nuevo retablo de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza; en el retablo mayor de la iglesia de Baraona en 1702; en los de Querencia y Fuentegelmes, en 1704; en el retablo del Santo Cristo de Atienza, que comenzó en 1706 y concluyó en torno a 1708; en la caja del órgano de San Juan de Atienza y en el retablo mayor de Valderromán, en 1710; en el de Ontalvilla, en 1711; en el retablo de nuestra Señora de la Torre, de Riofrío del Llano, en 1713; en Hijes, Torrevicente, Matamala, Arenillas o la iglesia atencina de San Gil, entre otros muchos lugares; lo que le hizo pasar a la historia de la arquitectura religiosa de la diócesis de Sigüenza como uno de los mejores maestros. Fue igualmente autor del retablo de la capilla de la Virgen de los Dolores de Atienza, entonces todavía llamada Nuestra Señora de la Soledad, convirtiéndose junto a su esposa en uno de los patronos de capilla y altar.
A juzgar por quienes estudiaron su obra, son los retablos de Baraona, y del Santo Cristo de Atienza, las mejores obras de un hombre que falleció en la villa que le vio nacer, el 3 de febrero de 1716, siendo enterrado en sepultura propiedad de la familia de su mujer, en la iglesia de San Gil.
Sin duda, uno de los personajes de mayor renombre en el obispado seguntino, del que no nos debemos olvidar.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 21 de noviembre de 2025
SEMBLANZAS DE ATIENZA
SEMBLANZAS DE ATIENZA
Nombres para su historia
Puede que sea Atienza (Guadalajara), junto a Sigüenza, Brihuega y Molina de Aragón, una de las poblaciones con más historia de la hoy provincia de Guadalajara; mayor número de monumentos históricos, y mayor nómina de personajes que, desde la localidad han pasado a la historia, provincial y nacional.
En las páginas siguientes recogemos una mínima nómina de nombres que hicieron historia. Por supuesto que no están todos, puesto que la nómina de personajes que hicieron historia en tiempo pasado, es infinita.
Merecedores de páginas exclusivas son nombres como los de Juan Bravo, capitán comunero en Segovia, o del político Bruno Pascual Ruilópez, abocado al olvido.
Nombres ligados a Atienza, por destino de oficio, que aquí hicieron historia, como Eduardo Contreras, quien desde su cargo en la oficina de Correos y Telégrafos colaboró intensamente en la vida cultural de Atienza, dejando su firma no sólo en la prensa provincial, también en la significativa revista “Atienza Ilustrada”.
No pocos nombres históricos de Atienza fueron rescatados del olvido a través de la revista digital Atienza de los Juglares.
Sin duda, a esta serie de nombres, los que completan esta “Semblanza”, para cuya confección hemos recurrido a las firmas y escritos conocidos, a fin de completar de ellos una mediana biografía, nunca enteramente lograda, seguirán más. Porque Atienza es grande en historia, monumentos, cultura y, por supuesto, gentes que hicieron historia. Como, de alguna manera, son los 175 nombres cuyas biografías o semblanzas se incluyen en esta obra.
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Detalles del LIBRO
- ASIN : B0C63RZMKT
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 296 páginas
- ISBN-13 : 979-8395904256
- Peso del producto : 449 g
- Dimensiones : 13.97 x 1.88 x 21.59 cm
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Sumario:
-I-
Con nombre propio
Pág. 9
-II-
Señores y Señoras de Atienza
Pág. 161
-III-
Corregidores de Atienza
Pág. 177
-IV-
Alcaldes de Atienza
Pág. 189
-V-
La Medicina en Atienza
Pág. 207
-VI-
La Clerecía en Atienza
Pág. 231
-VII-
La docencia en Atienza
Pág. 251
-VIII-
Y más nombres
Pág. 255
Nombres que se citan:
Pág. 291


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