viernes, octubre 20, 2023

LUPIANA Y SU RELIQUIA DE SAN BARTOLOMÉ

 

LUPIANA Y SU RELIQUIA DE SAN BARTOLOMÉ

Fue, sin duda, la más importante del desaparecido monasterio

 

   Si algo destacó a través del tiempo en el término de la Villa de Lupiana fue su más que famoso monasterio Gerónimo (o Jerónimo) de San Bartolomé, primero de la orden en España y en donde se celebraron los capítulos generales que dieron pie a la fundación de numerosos más, entre ellos el de San Lorenzo de El Escorial.

   Numerosos son los autores que se han ocupado de su historia, con obras dedicadas exclusivamente al monasterio, su arte o sus monjes, coincidiendo en que fue fundado en el lugar en el que anteriormente se encontraba una ermita, mandada alzar a manera de promesa por el caballero arriacense don Diego Martínez de la Cámara hacía el año 1330. Medio siglo después el obispo de Jaén, don Alonso de Pecha, igualmente natural de Guadalajara, mandó edificar alrededor de aquel pequeño recinto, el primer monasterio.


 Lupiana, un libro y una historia (pulsando aquí)

El libro de Lupiana, pulsando aquí

 

   Aquel primitivo lugar, integrado en la tierra de Guadalajara, perteneciente a señorío real, sería donado en 1370 a Pedro Fernández Pecha (Fray Pedro de Guadalajara al entrar en religión), y a sus compañeros ermitaños. Siendo, como arriba se indica, la cabeza de la Orden en España, tras su acta fundacional, o constitucional, de 1 de febrero de 1374, luego de que pocos meses antes obtuviesen permiso papal para ello. Con Don Pedro Fernández Pecha se instalaron, entre otros, su hermano don Alonso, una vez abandonado su obispado de Jaén para entregarse a la eremítica existencia, y uniéndose a ellos algunos hombres más llegados de Italia.

   Fray Pedro de Guadalajara fue el primer prior de San Bartolomé y prontamente, gracias a las ayudas económicas de nobles y religiosas familias, se encargó de alzar el monasterio con la obra del primer claustro; las celdas para el recogimiento; capillas donde decir Misas y cementerio. Si bien los historiadores nos indican que la obra debida a Fr. Pedro no debió de ser muy importante, ya que todo aquello se concluyó en menos de un año. Mientras que en el conjunto del Monasterio que llegó al siglo XX se emplearon decenas de años.

   Poco después se convertiría en todo un emblema, no ya para el entorno o provincia, sino para el reino, ya que en San Bartolomé se reunió, por primera vez en 1415, el Capítulo General de la Orden. Pasando poco después a ser protegido por los Mendoza, alguno de cuyos miembros fueron allí enterrados. En 1472 el Monasterio sería visitado por el arzobispo toledano don Alfonso Carrillo, quien mandó edificar un nuevo claustro, el llamado “de los Santos”; al que se uniría tiempo adelante el de “la enfermería”; levantándose en 1535 el definitivo y más conocido, obra de Alonso de Covarrubias, en estilo renacentista acorde a su tiempo, y que será ensalzado por cuantos lo conozcan, completándose poco a poco el recinto hasta llegar al estado en que pasó a la historia.

   El final del monasterio llegó con las primeras desamortizaciones del siglo XIX; tras ellas, el abandono. En el mes de octubre de 1837, tras salir a subasta pública, Don Severiano Páez Jaramillo, se adjudicará el coto, tierras y montes que pertenecieron al monasterio, con los majuelos, tierras y demás de que se compone, y perteneció al convento de San Bartolomé de Lupiana; pagaría por él la nada desdeñable cifra de 300.000 reales.

   Era a la sazón, don Severiano Páez Jaramillo, uno de los más altos representantes de la provincia de Guadalajara en el mundo político del reino, junto a don Ramón López Pelegrín, Joaquín Montesoro Moreno, Mariano Ruiz de Molina, José Fernando Gamboa y Lorenzo Romo, todos ellos grandes propietarios de terrenos, que incrementarían su capital con la adquisición de tierras desamortizadas. Don Severiano Páez desempeñaría sus cargos políticos al tiempo que administró su gran capital en fincas de labor, siendo al tiempo Regidor Perpetuo del Ayuntamiento de Madrid. La mayor parte de la hacienda de Lupiana pasaría a su hija doña Emilia, a la sazón casada con quien ostentaba el cargo de Ministro de Hacienda, don Manuel García Barzanallana. El monasterio había sido adquirido por don Severiano Páez Jaramillo unos años después de rematar el Soto, cuando los edificios que pertenecieron a San Bartolomé fueron sacados a subasta pública, en 1842.

 

 La reliquia de San Bartolomé

   De la reliquia de San Bartolomé, llegada a la iglesia parroquial de Lupiana en la primera mitad del siglo XIX, nos hablan las viejas crónicas, dándonos cuenta de que acá se encontró como algo más a lo que dar culto, tras la exclaustración del monasterio en aquel tiempo. En el que quedaron esparcidos por buena parte de las poblaciones del entorno los ornamentos sagrados o mobiliario, otros quedaron abandonados en el lugar que ocuparon durante siglos y, algunos más, trasladados a Guadalajara, en la capital y los almacenes a los que se llevó, se terminaron algunos de perder.

   La reliquia de la que hablamos es la cabeza de San Bartolomé, y de cómo llegó al convento hicieron resumen quienes se ocuparon de historiar el noble solar monacal: Un privado del Emperador Carlos V, llamado D. Jerónimo Agustín la trajo juntamente con otras reliquias de un monasterio de una ciudad de Alemania, llamada Nuremberga, al Monasterio de Jerónimos de Valde-Hebrón. Como al venir en 1561 el prior de Valde-Hebrón con el procurador de la misma casa a San Bartolomé de Lupiana para asistir al Capítulo General de la Orden, les había traído la reliquia de San Bartolomé…

   Los frailes de Lupiana solicitaron quedarse con ella, algo que no sólo consintieron los de Valde-Hebrón, sino que además entregaron a Lupiana una nueva reliquia, en este caso del Apóstol Santiago, pasando a ser la principal de entre las decenas que, como santa casa, albergó el monasterio, el cual igualmente conservó una reliquia de la Corona de Espinas del Salvador: Una espina puesta sobre un pilar de oro con dos cristales, guarnecida de plata con su pirámide.

   Monasterio que verá perderse a lo largo del siglo XIX la mayor parte de su importante patrimonio, primero tras los avatares de la guerra de la Independencia; después a través de los sucesos que acompañaron al siglo, y por supuesto con la desamortización, a través de la que algunas de las piezas que aquí se conservaron fueron a parar, además de a la iglesia local, a otras cercanas.

   Será el cura de Renera, a donde fueron a parar algunas piezas quien, en los últimos días de diciembre de 1840, nos dará cuenta de lo que está sucediendo con los bienes que quedaron en el recinto, después de la exclaustración, como a la espera de órdenes superiores: … me vi sorprendido en la noche del 29 de noviembre (de 1840) con la noticia de la quema de los retablos del célebre monasterio de San Gerónimo, comunicada por un amigo, testigo de vista…  Los retablos habían sido quemados a fin de extraer el oro que contenían.

 

Lupiana, un libro y una historia (pulsando aquí)

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   Como anteriormente decíamos, se desconoce cuándo llegó la reliquia a la iglesia parroquial, suponiéndose que lo hizo en la década de 1830. Interponiendo los vecinos del lugar, a fin de que esta llegase a la población, todo su interés, como nos dirán las crónicas: “Cosa que no es de extrañar por la mucha fe y devoción que siempre en este pueblo se ha tenido a este venerado Apóstol, siguiendo la tradición de sus antepasados, que antes de fundarse la orden de los Jerónimos ya tributaban culto a San Bartolomé en aquella ermita que en el transcurso de los tiempos se habría de convertir en la casa-matriz de una orden de tan esclarecida historia”.

   Para la historia nos queda la imagen del magnífico relicario que, en la década de 1930, pudo fotografiar el insigne guadalajareño Tomás Camarillo.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 20 de octubre de 2023

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