sábado, julio 29, 2023

EL CASTILLO DE PIOZ

 

EL CASTILLO DE PIOZ

Fue, sin duda, uno de los castillos-palacio más elegantes de la provincia

 

 

   Es Pioz una de esas poblaciones alcarreñas que siempre alegra descubrir. Población que fue cabeza del Señorío de don Pedro González de Mendoza, Gran Cardenal de España, quien la recibió en herencia de su padre, el no menos grande Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.

   Y jugó nuestro Gran Cardenal, con Pioz y algunas otras poblaciones cercanas, la más grande partida de naipes que se pudo imaginar; después de que otros caballeros, por esta tierra aposentados, los Gómez de Ciudad Real, señores de Maqueda, se indispusieran con el rey, a la sazón don Enrique IV, y, a punto de perderlo todo, don Pedro González de Mendoza interpuso su poder, trocando Maqueda por Pioz y sus aledaños, y, Maqueda, de nuevo, por las tierras de Jadraque. Los Gómez de Ciudad Real no lo perdieron todo y Don Pedro ensanchó sus dominios hasta más allá de los horizontes que sus ojos podían dominar.

 

 

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El castillo de Pioz

   Sin duda es el castillo el monumento más sobresaliente de Pioz, desde que fue comenzado a construirse en torno a la mitad del siglo XV. Sus obras, al parecer, se encontraban ya conclusas al cabo del siglo, no ya como elemento defensivo de fronteras, como tantos otros que se levantaron por esta parte de la Alcarria o provincia de Guadalajara, sino como último refugio de sus señores, que le dieron un cierto aire palaciego, sin dejar de lado la seguridad personal, por si venían mal dadas, a través de los altos y fuertes muros protegidos por el foso que le precede.

   Quien fuese tal vez uno de los mayores estudiosos de los castillos provinciales, Francisco Layna, nos dejará escrito, que el castillo de Pioz está en terreno llano, circundado por el aludido foso, que pudo tener hasta tres metros de profundidad. Castillo de planta cuadrada con cubos esquineros, siendo más fuerte y defensivo el que sirvió como Torre del Homenaje, situado al Noroeste, rodeándolo hay un recinto exterior con pequeños cubos en tres de sus ángulos, y junto al situado en el centro de la cortina que da al Saliente, existe un pozo con paredes de sillares, aunque fuera lo natural que se abriera en el patio de armas, donde quizá había otro pozo comunicante, hoy tapado por los escombros; limpiándolos no hace muchos años, hallaron en su fondo un pequeño cañón de hierro de los llamados ribadoquines en el siglo XVI

   Ribadoquines que, tras su hallazgo en 1929 por el párroco de la villa, don Eulogio Cascajero, y tras la correspondiente licencia del entonces propietario del monumento, lo trasladaría a Guadalajara para ser expuesto en lo que entonces había de ser el Museo Provincial.

   El castillo respondía, cuando fue trazado, a una nueva arquitectura sobre este tipo de edificaciones. Ya no se levantaban, desechados algunos de los peligros fronterizos, sobre elevados y enriscados cerros, sino en sobresalientes llanos, sin dejar, claro está de servir de fuerte coraza a sus señores. En este caso la coraza eran los fuertes muros y el aludido foso protegido por escarpa de durísimo hormigón recubierto de piedra labrada, que, en los últimos años de la década de 1920 e inicios de la siguiente, cuando Layna lo conoció, se conservaba medianamente íntegra, lo mismo que la escalera que conducía a él, a través de un postiguillo abierto al Norte, adivinándose al lado de éste la existencia de galerías subterráneas por completo cegadas

   Y es que, la mayor parte de las construcciones interiores, en aquel tiempo, estaban desplomadas las unas sobre las otras, empleándose ya como gallinero, ya como almacén de material agrícola. Industria a la que se dedicaba su propietario.

   En las primeras décadas del siglo XX el abandono del recinto era evidente, como que llevaba sin ser habitado desde al menos el siglo XVI y, salvo algunos ligeros reparos, la mano que lo tratase de conservar se echaba en falta.

 

 

Historia de Pioz, su castillo y sus señores, pulsando aquí


El origen del castillo

   No son pocos los estudiosos que atribuyen el inicio de la construcción a los arquitectos y maestros de obras enviados por Pedro González de Mendoza, en el momento del inicio de las obras, Señor de Pioz, encargando el proyecto a quien fuese uno de sus mejores arquitectos, Lorenzo Vázquez.

   Pasó de un Gómez de Ciudad Real a otro, y estos, con casa-palacio en Guadalajara, dejaron de ocuparse de reparar tan costosa propiedad. Casa-palacio que, los herederos de los primeros Gómez de Ciudad Real que por aquí se aposentaron, trocaron a la Excma. Diputación provincial, en 27.500 pesetas de las de 1879, para que sobre su solar se levantase el actual palacete que la alberga.

   Sobre la etapa constructiva poco nos puede decir el cronista-historiador, como poco fue lo que otros autores anteriores trataron de conjeturar: “De milenario califica este castillo cierto escritor moderno que por las trazas no le ha visitado siquiera, ateniéndose a cierta ridícula leyenda consignada en otra obra pretenciosa y absurda en la que hasta el dibujo del castillo de Pioz está hecho al revés. El conjunto homogéneo de la fortaleza y su aspecto mismo indican a toda persona un poco reflexiva y entendida que se construyó de una vez y que fue en el siglo XV, ya este muy avanzado y cuando a la artillería se le iba concediendo importancia preponderante”.

   Sin embargo habrá autores que entren en contracción con Layna Serrano, al entender que el castillo, si bien en lo exterior pudo ser levantado pocos años después de iniciarse la segunda mitad del siglo XV, las obras habrían de terminarse tiempo después de abandonadas las primeras, al pasar la tierra de poder del Cardenal Mendoza a los Gómez de Ciudad Real, como nos anota Edward Cooper en sus “Castillos señoriales de la Corona de Castilla”: … es lógico pensar que Alvar Gómez gastó medio millón de maravedís en el castillo de Pioz, que por lo tanto sería indirectamente otro edificio más de los Mendoza. Su insistencia en que el traspaso no le dejara sin plaza fuerte se debe seguramente al grave peligro personal en que se encontraba por los acontecimientos de la época en Toledo. La destrucción que ocasionó la reparación del castillo es parecida a la que había sufrido otro castillo suyo en la primavera de 1465 (el de Maqueda). Sin embargo, hay demasiado retraso para que sea por las mismas circunstancias. No hay referencia del castillo de Pioz en el mayorazgo de Alvar Gómez del 25 de junio de 1475. Sin embargo, es inverosímil que todo él sea posterior a esa fecha. Lo lógico es que la estructura primitiva estuviera derribada sin que se hubiera procedido a una reconstrucción que justificara que se incluya en una fundación de mayorazgo. Por el estilo del edificio tampoco es probable que se tardara mucho en arreglarlo”.

   El castillo, como queda señalado, sería paulatinamente abandonado por la numerosa y controvertida descendencia de don Alvar Gómez de Ciudad Real, hasta llegar a los últimos años del siglo XIX en los que sus últimos propietarios lo vendieron al vecino de la villa don Jorge Ventura, llegando de aquella manera al estado en que lo conoció Francisco Layna, señalándonos que: “El castillo que sin reparar en gastos hizo levantar en Pioz su primer señor, carece de historia militar, pues alzado años antes de realizarse la unidad nacional por los Reyes Católicos, vino tarde al mundo para cumplir sus fines; además, como al abatir los mencionados reyes el poder de la nobleza esta se hizo cortesana o prefirió vivir en las ciudades, ni siquiera el castillo de Pioz fue residencia habitual de sus dueños que vivieron ordinariamente en Guadalajara, donde están enterrados”.

   No obstante ello, continúa siendo, aun cuando la melladura de sus muros muestra el deshilado paso del tiempo, uno de los más hermosos monumentos de nuestra inmensa y monumental provincia.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 28 de julio de 2023

 

 

 

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