viernes, febrero 04, 2022

LAS CAMPANAS DE SANTA AGUEDA

 LAS CAMPANAS DE SANTA ÁGUEDA

Se hacían sonar en su honor, buscando la protección de las mujeres

 

   Un espectacular y atronador sonido de campanas, más que despertar a los vecindarios correspondientes les venía a decir, al pasar la noche de San Andrés a la de Santa Águeda, que la celebración comenzaba. Y lo hacía con ese tronar de campanas en medio de la absoluta oscuridad; desde las altas cumbres de la sierra a los páramos molineses o las encrestadas Alcarrias.

 


    Llegaba, para quienes lo conociesen, y para quienes no también, la festividad de Santa Águeda, y se anunciaba a los cuatro vientos con aquel interminable repique de campanas. Y aunque hubiera que esperar a que abriese la mañana para acudir a la misa en honor de la Santa, durante una buena parte de la noche, como para amedrentar espíritus malignos y dar la bienvenida a las hadas buenas, las campanas sonaban, y sonaban, y no dejaban de sonar…

   A Santa Águeda de Catania la martirizó un tal Quinciano, por orden del emperador Diocleciano allá por el siglo III de nuestra era, por haberse negado a adorar o reconocer a los dioses paganos del tal. El martirio consistió en arrancarle o cortarle los senos, de ahí que se nos represente a la Santa sin ellos, y con el pasar del tiempo se convirtiese en protectora de las enfermedades de los pechos.

   Pocas son las poblaciones de la provincia en las que no se celebró el 5 de febrero, el día que la iglesia marcó para hacerlo. Como que fue igualmente una de las grandes fiestas castellanas en las que la mayor parte del festejo estuvo protagonizado por las mujeres. A la medianoche, la del paso entre la de San Andrés y Santa Águeda, no sólo en Guadalajara, también en una buena parte de nuestra castellana tierra, sonaban, y por muchos lugares continúan sonando, las campanas.

  

La fiesta de las mujeres

   Gran arraigo tuvo la festividad por la mayoría de los pueblos de la provincia. En unos más que en otros, claro está. En Robledillo de Mohernando tuvo y tiene especial significación, lo mismo que en Málaga del Fresno, en Yélamos de Arriba, Cabanillas, donde tuvo iglesia con devoción propia; Centenera o Villanueva de la Torre, en donde la fiesta se remonta, según cuentas, al siglo XIV.

   En la actualidad se han ido tomando por algunos pueblos de nuestro entorno prendas de la celebración de otras provincias. Ya sabemos que todo se pega, y cuando las provincias son vecinas, mucho más. Así que algunos festejos se han ido pasando de lugar en lugar. Pero siempre quedan los que mantuvieron y mantienen la tradición heredada. O al menos lo tratan, con las evoluciones lógicas que nos imponen los tiempos. La festividad, en los diferentes pueblos de la provincia, tiene, y tuvo, un sello propio, capaz de llenar una enciclopedia dedicada al folclor en torno a la Santa.

ALMIRUETE, ENTRE EL OCEJÓN Y LAS BOTARGAS (Pulsando aquí)
 

   Las Águedas de Espinosa de Henares se constituían ya, hace dos o tres siglos, al menos, en Ayuntamiento. Por allí tuvieron desde tiempo antiguo hermandad propia a la que únicamente podían pertenecer las mujeres casadas, manteniendo la costumbre de prender una hoguera en la plaza, para celebrar a la patrona, con leña birlada a los mozos solteros. Dicen algunas crónicas que defendían su hoguera a estacazo limpio, y alrededor de ella bailaban la jota. En Almiruete lo que birlaban era alguna ropa de los mozos, que tenían que pagar la correspondiente tasa para recuperarla. Cosa que hacían a fin de no quedar… en paños menores por la calle. La celebración daba para mucho. En Campillejo, también en lo alto de la sierra, ese día igualmente las mujeres se ponían a mandar con permiso de la autoridad de Campillo de Ranas, municipio al que Campillejo estaba agregado. Y lo mismo hacían en Muriel. E incluso en El Ordial. En Guadalajara, por Santa Águeda, se acudía en romería al convento de San Bernardo, donde es fama que se conservó una parte del cuerpo de la Santa y en donde, durante la celebración, y para colaborar a los gastos, se subastaban las famosas tortas de la Santa. Y si era día de labor ese, en Guadalajara, no había escuela. En Veguillas, donde también fue fiesta mayor, el Sr. Alcalde, de conformidad con el Sr. Cura, y mediante consulta al vecindario, dio cuenta en 1910 de que su consistorio, por votación popular, dejaba de celebrar a San Martín y a Santa Águeda para centrarse en San Isidro, que es santo más campero y primaveral.

   En Villanueva de Argecilla, donde también ponían lumbre en la plaza, la hoguera la hacían con tomillo y romero, envolviendo al pueblo en olorosos matices; interviniendo en la función ese rito, hoy entre bárbaro y lúdico, cuyo actor principal era un gallo, de tanto protagonismo en los días de carnaval, sobre todo en el jueves lardero. Al pobre aquí, por aquello de lo lujurioso del rey del gallinero, se le daba matarile a base de garrotazos. En Espinosa en cambio se le paseaba envuelto en cintas de colores y se le defendía de los mozos que, obligatoriamente lo trataban de raptar, a garrotazos también; en este caso los garrotazos los recibían ellos, los mozos.

BUSTARES Y EL ALTO REY PULSANDO aquí
 

   En Galápagos fueron las fiestas principales de la población durante mucho tiempo, y no solo se celebró a Santa Águeda el día de su santo, también se hizo con Santa Aguedilla y San Aguedón los dos días siguientes al principal, que en esta tierra somos dados a poner nombre propio a la resaca festiva, con reparto de caridades y fiesta mayor en la casa del marqués de Pie de Concha. Y también fue fiesta mayor en la Torre del Burgo donde, como en tantas otras partes, la Santa procesionaba por las calles acompañada por el trueno de los cohetes.

   En Torrebeleña, de antiguo, se preparan las rosquillas de la Santa; y en Palancares salían las botargas vestidas de blanco, con sus correspondientes cencerros; en Valverde de los Arroyos la víspera se sorteaban las botargas que saldrían al día siguiente a pedir puerta a puerta; en Pinilla de Jadraque se la sacó en procesión; y en Madrigal, donde Guadalajara concluye y comienza Soria, los días anterior y posterior a la fiesta la cofradía, que entonces la había, dedicada a la Santa, celebraba oficios por los hermanos difuntos, y por los vivos.

 

Santa Águeda, en Ruguilla, Valdeavellano, Bustares, y más

   Dos de las poblaciones que más sentido daban a la festividad, dejando a las mujeres a un lado, fueron la alcarreña Ruguilla y la serrana de Bustares en donde el protagonismo corría de parte de mocedad, con protagonismo, en el caso de Ruguilla, de un macho cabrío.

  La fiesta la llamaron de “los aguinaldos de Santa Águeda”, y de ella dieron cuenta con absoluto detalle dos de los investigadores patrios más señalados en la historia y la etnografía, Francisco Layna Serrano, que vivió la fiesta de mozo, como que dio sus principales pasos por la población alcarreña, y Sinforiano García Sanz, que la vivió en la casa de aquel.


 RUGUILLA Y EL MONASTERIO DE ÓVILA Pulsando aquí


   Por Bustares, como por otros puntos serranos, también tuvo cierto protagonismo el carnero, un carnero que, después de la fiesta, terminaba en merienda vecinal.

   En Valdeavellano eran los chiquillos los que pedían una limosna para guisar las “patatas de Santa Águeda”, con el fin de añadir al tubérculo algo de carne y unos huevos cocidos; en Lupiana las patatas se convertían en la “tortilla de Santa Águeda”, metida en el bódigo; y por Albalate la tortilla llevaba nombre propio: “de los monaguillos”.

 

Y las campanas

   Que sonaban a la media noche del paso de San Andrés a Santa Águeda, si Dios tenía qué. Claro está, que tenían que sonar con arte, por ello los encargados de hacerlo tenían que ser gentes de conocimiento. Los sacristanes, por lo general, o los campaneros en particular. Que bien está la fiesta, pero no hay que olvidar el sonido.

   En Galve de Sorbe, el municipio pagaba unos reales, de propina, al encargado de hacerlas sonar. En Bustares el municipio abonaba, en 1752, trece reales al encargado de hacerlas tañer; más comedidos resultaban en Azañón, que pagaban cinco reales al sacristán por mantenerse despierto para tirar del badajo, y, en fin, que por uno y otro lado de la extensa provincia guadalajareña, las campanas, en noche como esta, nos venían a decir que hubo una Santa que velaba, principalmente, por las mujeres. Algo que se tiende a olvidar en estos de las celebraciones, el sonar de la campana.

   Si, también las mujeres, donde no hubo quien, subieron al campanario en noche tal para dar los repiques, hasta que algún señor Cura entendió que no eran quienes para subir a la torre y, desde la curia episcopal, atendiendo al escándalo que en la iglesia provocaba el que las mujeres subiesen las escalerillas, mandó poner fin al troneo.

   Pero las campanas, siguieron sonando en la noche de Santa Águeda, para espantar los espíritus y atraer bendiciones, así que, si esta noche se escucha el sonido, nadie se espante. Mañana es Santa Águeda. Y saldrán las mujeres, por Cogolludo, Espinosa, Málaga del Fresno y mil lugares más, a celebrarla.

 Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 4 de febrero de 2022

 

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