SANTIAGO BERNAL, EN MI MEMORIA. En la despedida al amigo que partió
Santiago Bernal, el 29 de enero de 2009, casi llega tarde. Lo recuerdo entrar corriendo al tanatorio de Guadalajara con la cámara fotográfica sobre el hombre, en el momento en que el cortejo fúnebre se ponía en marcha camino de Atienza.
Quería acompañarme en el entierro de mi madre. Montó en uno de los coches que nos seguían, y nos acompañó, a toda la familia, en ese duro trance que es despedir a un ser querido.
Yo he llegado tarde a conocer su marcha. Fuera del ámbito casero madrileño no dispongo de otras comunicaciones que las del teléfono, para llamar y recibir llamadas. Me apee de ese mundo de las comunicaciones al instante, y constantes. Agosto es un mal mes para iniciar según qué viajes.
Quizá por ello su marcha me ha dolido un poco más. Porque ahora todo es inmediatez, comunicación, estar al día... De ahí que, al conocer la noticia, se me agolpasen los buenos recuerdos.
Una noche de febrero y Caballada
Quizá el más grato me traslade al año 1993, al comedor de la casa de mis padres en Atienza. El día 20 de aquel febrero allí se debatió el cómo dignificar la memoria de Francisco Layna Serrano en Atienza al cumplirse los cien años de su nacimiento.
Este escribiente era a la sazón el Prioste de La Caballada, y entre los acuerdos tomados ese día figuró, a propuesta de uno de los cofrades, nombrar hermano honorario a don Luis Carandell, periodista de renombre, por la promoción que de Atienza y La Caballada venía haciendo en los medios de comunicación. Terminada la reunión, la noche echada, recibí la llamada de otro cofrade que me advirtió de que: "nos hemos olvidado de Santiago". Y era cierto. Nos habíamos olvidado de Santiago Bernal, el fotógrafo por excelencia de la tradición con más solera de la historia atencina, por lo que, a quien me lo comunicó advertí que, asumiendo las consecuencias, y como Prioste de la Caballada, lo nombraba igualmente "hermano honorario". Nadie se extrañó, ni hubo objeciones o alegaciones.
En alguna ocasión Santiago me preguntó cómo fue aquella reunión de la que salió Hermano Honorario. La Caballada tiene su temperamento y conocía que los señores caballeros de la Hermandad son a veces serios y otras pachangueros. Entonces la Cofradía era mucho más adusta de lo que hoy es; de lo que será en veinte años. El paso del tiempo desfigura el formalismo.
Nunca lo supo. Sin embargo, cuando leyó la carta enviada dándole cuenta del nombramiento, quizá al mismo tiempo que lo leyó en la prensa, suponiendo que se trataba de una broma se encargó de hacer algunas llamadas a caballeros atencinos, que nada sabían. Para entonces únicamente lo conocíamos dos personas. Y quizá por ello le entraron las dudas.
El 15 de mayo de 1993 entró Santiago Bernal a formar parte de La Caballada. El Ayuntamiento de Atienza nos invitó a celebrarlo
El 15 de mayo de 1993 lo recuerdo como uno de los más dichosos en mi casa. Ese día, como Prioste de La Caballada, lo recibí como hermano y le di entrada en la Hermandad. Lo recogimos donde él nos dijo, junto al Arco de San Juan. Alguien le prestó una capa negra. La chaquetilla se la confeccionaron en un convento de monjas de Guadalajara. Al año siguiente pidió ser un hermano más, por lo que supongo que perdió, sin importarle demasiado, la dignidad de Honorario, sirviendo los cargos como cualquiera otro de la Hermandad. Después de aquel día, y en las sucesivas Caballadas, llevó la capa parda que tejieron y llevaron mis ancestros, los Velasco.
Atienza, Ochaíta, y algún libro
A la margen izquierda de una de sus cartas, hace veinte años todavía usábamos del papel y el bolígrafo, me dejó escrito, al hilo de la aparición de la biografía de José Antonio Ochaíta, que fue el poeta quien lo llevó hasta Atienza un día de Caballada de los primeros años de la década de 1960, y se quedó con Atienza y con La Caballada.
Sentía una especial predilección por el poeta de Jadraque, y lo vi emocionado cuando, en la presentación de la obra en el Ayuntamiento de Guadalajara, en los primeros días de febrero de 2002, también me quiso acompañar.
También la obra de Santiago Bernal, está en los libros
En la obra figuraba alguna foto firmada por él. Entre ellas la del entierro de Ochaíta. La única pública y conocida de aquel acto tan triste y, para el pueblo, doloroso.
No era la primera vez que compartí sus fotos en mis obras. Suyas fueron la mayoría de las que ilustraron el primero de mis libros, "La Caballada de Atienza" (Zaragoza, 1994), así como la portada. Una portada famosa, ya que la utilizó con posterioridad para su recopilatorio fotográfico en torno a La Caballada en 2011, en el que quiso que le pusiera unas líneas, regalándome la dicha de hacerme figurar en la portada. Su obra es parte de las bibliotecas provinciales.
Antes de ello puso en mis manos todas las fotos de botargas y carnavales serranos de que disponía, para ilustrar una de mis conferencias, encargada por el Ayuntamiento de Guadalajara en los primeros años de este siglo, cuando se comenzó a celebrar el carnaval capitalino que ha derivado en lo que hoy conocemos.
Nunca negó una imagen a quien se la pidió con educación y respeto. Le dolía, eso sí, como a cualquiera, que se publicasen sin dar cuenta de quién era el autor, cosa lógica. Los últimos sesenta años de Guadalajara quedaron retratados a través de sus cámaras. Siguiendo la senda emprendida en lo fotográfico por Francisco Layna, con quien colaboró; o de Tomás Camarillo, a quien tuvo por maestro y conoció a través de la profesión con la que se ganó la vida, la de relojero, cuando llegó a Guadalajara, desde su natal provincia de Segovia, en 1955. En buena parte, el que hoy Guadalajara admire la obra de Camarillo se debe a Santiago Bernal, que rescató los negativos, donados a la Diputación provincial y malamente acondicionados en un cuartucho infecto. Santiago, junto a dos o tres amantes de Guadalajara y su historia, los catalogó y puso a disposición de los investigadores.
La sonrisa de Santiago fue captada, en 1993, por su hijo Mario
La última imagen
La última vez que nos encontramos en una Caballada fue el año 2014. No solía faltar la llamada, unos días antes, para que le preparase la capa. Cuando al cabo de la tarde llegaba para dejarla en su lugar siempre se paraba a debatir sobre lo sucedido a lo largo del día y hablar del futuro, con mi padre. Ambos nacieron en el mismo año, 1927, y eran de la misma quinta.
Hemos coincidido a lo largo de los últimos treinta años, o más, en un sinnúmero de actos; en la Casa de Guadalajara en Madrid, o en los "Días de la Sierra", de la Asociación Cultural de la Serranía. A ambos se nos impuso la insignia "Melero Alcarreño", de la Casa; y ambos fuimos "Serrano del Año", por la Serranía.
Aquel día, el del entierro de mi madre, fue un día triste. Unas semanas después me remitió la foto del entierro, con la duda de si me gustaría o no tener aquel recuerdo. Mi madre siempre le tenía preparada la capa. La sacaba del arcón una semana antes para que, llegado el día, no tuviese olor a bolas de alcanfor. Siempre se tuvieron gran aprecio.
Sí. Ya sé que, a la hora de la partida, se suele glosar, en términos generales, lo grande o pequeño de la obra de quien marcha. La de Santiago Bernal ocupa muchas páginas, puesto que fue y es historia de una Guadalajara que vivirá a través de sus imágenes. Para mí, el 4 de agosto, marchó un amigo, de amistad y colaboración hablo.
Y de sonrisas. Como las de la buena gente. Como la de Santiago Bernal. Con ello me quedo.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 17 de septiembre de 2021
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