viernes, octubre 23, 2020

CAMPISÁBALOS, ADUANA DE CASTILLA. En la población se encontraba la aduana de la sal que desde Imón emprendía el viaje hacía Castilla

 CAMPISÁBALOS, ADUANA DE CASTILLA.
En la población se encontraba la aduana de la sal que desde Imón emprendía el viaje hacía Castilla

 

   Campisábalos es en la actualidad uno de esos pueblos que cada dos por tres se nos asoman a las pantallas de la televisión, o de la prensa, por motivos ciertamente agradables. Generalmente y desde un tiempo a esta parte lo hace porque, al decir de quienes miden nuestros aires es uno de los pueblos con el viento, o el oxígeno, más puro.

   La distancia de nuestro serrano pueblo con los centros productores de la boina contaminante que se cierne tantas veces sobre las grandes urbes a las que el hombre ha ido a cobijarse, lo ha hecho posible. No sólo es uno de los primeros, sino el que encabeza la lista en España, también en Europa. Ello lo ha puesto en la órbita de la noticia.

 


    Sin embargo Campisábalos, mucho más allá de que los científicos midiesen los grados de polución de nuestro entorno, ya se asomaba a la historia. A través de sus personajes, de su industria lanera, de sus hospitales, o de su aduana.

   Los personajes que por aquí pasaron, entrelazados por vínculos de sangre con muchos de los que habitaron los pueblos próximos, figuraron desde los tiempos más remotos en la historia de Castilla, y por extensión de los reinos de España. La industria lanera fue una de las primeras de la corona castellana, antes de que otras, petroleras o eléctricas, la vinieran a suplir; su hospital de San Galindo, fundado por aquel galo que llegó sin duda con el obispo don Bernardo de Agén en los preliminares, o a la conquista de estas tierras, le hizo figurar como un eslabón necesario en el camino de la lana, que es uno de esos que, como a Roma, llevan a postrarse ante el Apóstol, a Santiago. Su aduana fue una de las más transitadas en la Castilla medieval. A través del camino de la sal; otro de los muchos nombres que tuvo el Real de Castilla por estas serranas tierras.

   Un camino que partiendo de Burgos y enlazando con Salamanca llegaba a las salinas de La Olmeda e Imón. En la población estuvo situado, al menos desde el siglo XV, uno de los puestos de comprobación de pesos de las cargas de sal que partían de aquellas salinas, entonces conocidas como Salinas de Tierra o partido de Atienza, a Castilla la Vieja. 

CAMPISÁBALOS. ADUANA DE CASTILLA. El libro que descubre un pueblo (conócelo aquí)
 

   Abastecían, las salinas de Imón y de La Olmeda, los grandes alfolíes de las principales ciudades castellanas en las que se consumía la sal, tan necesaria para la vida –aunque con moderación-, de nuestra tierra.

   Partía, la sal de Imón, a los cercanos alfolíes –por proximidad- de Soria, Almazán, Burgo de Osma, Ágreda y Gómara; en Burgos, además de los de la capital, llegaba a Roa, Huerta del Rey y Aranda de Duero. En Segovia dejaban sal en los de Sepúlveda, Cuéllar, San Ildefonso y Riaza, además de hacerlo en la propia capital. Pasaba por los de Ávila y sus principales poblaciones, como Mombeltrán, Barco, Piedrahita y Arévalo. Hacía alto en Salamanca y sus alfolíes de Alba de Tormes, Tamames, Béjar, San Felices, Ledesma, Vitigudino, Ciudad Rodrigo y Peñaranda de Bracamonte. Medina del Campo, Peñafiel y Tordesillas, junto a Valladolid, consumían igualmente sal de Imón; y hacia Zamora, Fuentesaúco, Fermoselle, Carvajales y Alcañices conducían sal de Imón, a través de estos caminos los arrieros que lo recorrían.

   Algunos menos eran los que hacían la ruta con la sal proveniente de las salinas de la Olmeda, que junto a alguno de los anteriores corría por tierras de Madrid y viajaba hacía Toledo y la actual Extremadura por ruta distinta.

   Por supuesto, para que al obligado consumidor –durante algunos siglos fue obligado el consumo de determinada cantidad de sal al año, por hombres y bestias- llegase lo más pura posible, desde su salida del salar hasta la llegada a su casa, se establecieron los puestos de control, y las aduanas.

   Uno de los más importantes de esta tierra se encontraba en Campisábalos. En el puesto fronterizo se localizaban permanentemente dos personas, pertenecientes al cuerpo de guardas de salinas, que debían verificar el cargamento de carros, y de mulas, comprobando pesos y albaranes. Si el peso que llevaban en aquel punto era superior al que marcaba la guía que se les entregaba en las salinas de origen, la totalidad de la carga quedaba requisada. Era una forma, como otra cualquiera, de velar porque el producto no sufriese alteraciones y, por supuesto de que no hubiese enriquecimientos ilícitos entre los arrieros que la transportaban; pues estuvo generalizada por algunos siglos la alteración de la sal mediante añadidos de otros productos que buscaban incrementar el peso y con ello, añadir unos reales extras al bolsillo del transportista o del vendedor final.

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  Este servicio, el de los guardas de salinas, se impuso con posterioridad a la desaparición de los albareros, vigilantes de la sal al servicio de los arrendatarios de las salinas quienes entre otros cometidos tenían la facultad de ir por los pueblos y entrar en las casas particulares para comprobar la cantidad de sal que en ellas se encontraba, ya que en cada casa y por ley, tenía que adquirirse determinada cantidad de la salina correspondiente.

   Al pasar las salinas al estanco decretado por Felipe II en 1564 desaparecieron todos los funcionarios anteriores, de albareros y guardas de salinas, pasando la vigilancia, en primer lugar, a una especie de guardia de aduanas (el resguardo de la sal), que debía vigilar la entrada y salida de esta. Posteriormente la vigilancia pasó a depender de los carabineros reales, que en Guadalajara tenían tres bases, una en La Olmeda, otra en Imón y la tercera en Riba de Saelices. Estos carabineros recorrían permanentemente las fronteras y relevaban a los que permanecían en los puestos. Los vigilantes de estos nunca estaban en él más de dos días, a fin de que no se familiarizasen con los vecinos ni con los arrieros y estos no los “corrompiesen” con dinero.

   A mediados del siglo XIX, y hasta el desestanco, se creó un cuerpo propio de vigilantes de la sal, pertenecientes a lo que en aquellos tiempos podríamos denominar como Ministerio de Hacienda, que en Guadalajara llegó a contar con unas sesenta personas, con base en Imón. Manteniendo la misma estructura que los carabineros, hasta integrarse en los salvaguardas provinciales y estos a su vez en la conocida Guardia civil. El resguardo de salinas se fue incrementando desde su fundación con el paso de los años; cuando se creó –andando el siglo XVI-,  estaba compuesto por 39 personas; cifra que se incrementó a lo largo del tiempo, hasta doblarse en el último tercio del siglo XIX.

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   Entre sus cometidos también estaba custodiar las salinas, y a pesar de toda esta vigilancia, en la Guerra de la Independencia los franceses las saquearon unas cuantas veces, y en la primera Guerra Carlista secuestraron a los administradores de Imón, ejecutándolos poco antes de llegar a Campisábalos, en 1833.

   Nos decía Pascual Madoz en 1847, que el camino de herradura llamado Salinero, entraba desde Ayllón a través de Villacadima en la provincia de Guadalajara, para seguir por Campisábalos, Somolinos, Cañamares, Tordelloso, Atienza y venta de Riofrío, y poco más arriba de este se divide en 2 ramales, de los cuales el de la izquierda se dirige a las salinas de Imón y el otro sale del partido por el término de Santamera y va a La Olmeda, sus salinas, y a Sigüenza.

   Por supuesto, a lo largo del camino se ubicaron, para descanso y abastecimiento de los arrieros que llevaron de un lado a otro la sal, numerosas ventas y posadas, una de las más notables ubicada en esta villa de Campisábalos. Posada que fue, a lo largo de su historia, objeto de no pocas aventuras, o malaventuras. Pero esa, es ya otra historia. Historia, y memoria, de nuestros, a día de hoy, adormilados pueblos, en razón del tiempo que vivimos.

 

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 23 de octubre de 2020

 


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