PUEBLOS DE LA SERRANÍA.
TORDELLOSO:
NOTAS PARA SU HISTORIA RECIENTE
Tomás
Gismera Velasco
Como surgido al pie del camino, Tordelloso
vivió a lo largo de su larga historia los avatares del mismo, del Camino
Salinero que desde Burgos conducía al Valle del Salado, donde se encontraban
las salinas de Imón y La Olmeda, desde que la tierra de Atienza estuvo bajo el
poder real de la corte de Castilla.
A pesar de lo escaso que hoy nos puede
parecer su caserío, fue a lo largo de varios siglos, mientras el camino estuvo
en pleno apogeo, una estación importante de parada para muchos de los arrieros
que desde la vieja Castilla acudían a las salinas. De ahí que su posada, de la
que ya hablamos en Atienza de los Juglares, ocupase un lugar importante. Desde
esta, y salvada Atienza, la siguiente se encontraba en el hoy despoblado de
Vesperinas, en los límites de Atienza, Riofrío y Cercadillo, siendo por demás
esta tierra estación de descanso para los bueyes que tiraban de las carretas de
la sal, lo que originaría no pocos enfrentamientos con los ganaderos y
agricultores locales, por el elevado número de bueyes de los acarreadores, en
ocasiones más de dos centenares, y los daños que producían en las cosechas.
Dejó de utilizarse el camino, que pasó a ser
carretera; a pesar de ello, no perdió importancia su posada, ni la población
como estación de paso para las tropas invasoras francesas en su camino hacia la
vieja Castilla, o los facciosos carlistas levantados en armas contra la
heredera Isabel II. Un poco tardío, puesto que la primera guerra carlista
andaba en pleno apogeo, pero aún así, un buen mozo de la población, Pedro
Francisco Sacristán, trató en 1836 de que el pueblo proclamase al infante don
Carlos por rey de España, y como no lo lograse, tomó uno de los caballos de la
dehesa comunal y se fue a unir a las tropas del pretendiente que andaban, por
el mes de abril de 1837, por la cercana villa de Villacadima. El caballo, por
cierto, pertenecía al entonces Alcalde de la población, Isidoro Sancho.
En la actualidad Tordelloso no tiene
ayuntamiento y está agregado al municipio de La Miñosa. A lo largo del
siglo XIX estuvo agregado, al igual que La Miñosa, al vecino pueblo hoy conocido
como
Cañamares, a secas, y que se llamó, hasta la segunda década del siglo XX,
Cañamares de Atienza. La municipalidad de Cañamares administraba los bienes
propios de Tordelloso, la casa taberna, el horno de pan cocer, la posada y, por
supuesto, la dehesa de La Matilla, que pertenecía a todos los vecinos por
igual. Hasta la década de 1880 en que Cañamares y Tordelloso pasaron a
pertenecer a Las Miñosa. Poco antes de que esto sucediese nos lo presentaba
Madoz con 64 habitantes, siete menos que cincuenta años atrás, cuando Sebastián
Miñano sacó su Diccionario. Veintiún vecinos y medio, algo así como ochenta y
cinco o noventa habitantes residían un siglo antes.
Vecinos que celebraron a lo largo del
tiempo, cada 4 de agosto, la festividad de Santo Domingo de Guzmán, con romería
a la que acudían los pueblos vecinos, incluso de la villariega Atienza, a cuyo
patronazgo se acogió la cofradía de ánimas y la fundación que don Melchor
Somolinos fundase en los años finales del siglo XVIII para socorrer a los pobres
de la localidad con una limosna anual.
Los primeros años del siglo XX fueron
dejando a la población sin habitantes. Muchos de ellos emigraron en los años
finales del siglo XIX a Hiendelaencina, en busca de trabajo en la minería.
Después, poco a poco, fueron buscando acomodo en la capital del reino, hasta no
quedar en el pueblo, a fines del siglo XX, más que cinco o seis habitantes.
A pesar de ello, mil años después de que
apareciese, continúa su caserío al borde del antiguo camino salinero, hoy carretera,
a la sombra del peñón de Atienza.
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