martes, marzo 24, 2015

DAMIÁN GORDO SÁEZ, UN OBISPO DE CANTALOJAS



DAMIÁN GORDO SÁEZ,
UN OBISPO DE CANTALOJAS

 Tomás Gismera Velasco

   Contaba la prensa de la época: El 23 por la noche (diciembre de 1855)  falleció en su masía ó casa de campo, el Iltmo. Sr. Obispo de aquella diócesis D. Damián Gordo Sáez, que contaba la edad de cincuenta y siete años. En la madrugada del siguiente día el fúnebre toque de la velada anunció á los tortosinos el fallecimiento de su buen Pastor, y por la tarde después del canto de Víspera y Maitines de Navidad, todas las autoridades, ambos cabildos y un distinguido cortejo de personas de todas clases y categorías salieron á recibir el cadáver hasta la puerta de Remolinos, quedando expuesto en la bella capilla del Palacio episcopal.

   Inmediatamente empezó en la misma el canto de responsos y la celebración de las demás  ceremonias de costumbre, señalándose para el miércoles 27 la de las exequias de cuerpo presente. Dicho Iltmo. Señor era Caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos III, había nacido en Cantalojas, obispado de Sigüenza y provincia de Guadalajara, en 19 de enero de 1797. Siendo canónigo de Tortosa fue presentado para este obispado en febrero de 1848, preconizado en Roma en 3 de julio del mismo año, y consagrado en Madrid el 22 de octubre siguiente.

   A Guadalajara llegaba igualmente a través de secretario:

   Tomo la pluma, bien afectado por cierto, para manifestar á V. el golpe que, sobre otros bien duros y recientes, acaba de sufrir esta desgraciada ciudad, pues perdió en la media noche del 23 al 24 á su excelente Prelado, el caritativo, afable, prudente y celoso Illmo. Sr. D. Damián Gordo Sáez, después de haber recibido todos los Sacramentos, que él mismo pidió á su tiempo, y dado ejemplo edificante de paciencia y resignación durante la larga y penosa dolencia que ha cortado sus días á la edad de cincuenta y siete años.

   La diócesis, de cuyos hijos era conocido personalmente, pues había visitado hasta el último caserío de ella, llorarán ciertamente esta pérdida, al paso que conservarán indeleble la memoria de un pastor que nunca se presentó entre ellos sino para llevarlos consuelos, y socorrer con larga mano las necesidades que encontraba al hacer la visita de los pueblos del obispado.

   En la ciudad, donde eran más conocidas sus bellas prendas personales y sus virtudes evangélicas, al ver la especie de consternación que ha causado este suceso, no parece sino que cada uno llora en silencio  la falta, no solo del ornamento  de la Iglesia y  del pueblo, sino,  y muy  principalmente,
   Atienza de los Juglares

del recurso á donde acudir; si todavía mereciera ser corregido con lecciones tan severas como la inundación, el cólera, y la espantosa conmoción del 30 de julio, pues ha perdido, en oficio, al padre que en las dos primeras enjugó sus lágrimas remediando tantas y tan perentorias necesidades, y el sacerdote que, á imitación del divino Redentor, se ofreció á sí mismo en la tercera como víctima, para ahorrar con su sangre la mucha que sin esto habría hecho derramar el furioso desencadenamiento de las pasiones en aquel día. El cielo habrá premiado sin duda tan heroica virtud, y este es el consuelo que nos queda en la pérdida de tan buen pastor, tanto más sensible, cuanto que, no contando todavía muchos años, no juzgábamos, en verdad, que nos veríamos privados de él tan a deshora.

Sobre él, escribe Toribio Minguella, reproduciendo lo dicho por Juan José Bonel :
   Hijo de D. Juan Gordo y de doña Juana Sáez, estudió en Sigüenza y Toledo, y siendo ya Maestro en Artes fue recibido Colegial en la Universidad de Portaceli (Sigüenza) a 28 de abril de 1819, donde desempeñó la cátedra de Teología y el Rectorado hasta el año 1824 en que marchó para ser Secretario de su señor tío, D. Víctor Damián Sáez, obispo de Tortosa.

   Durante la guerra civil (Primera Carlixta), acompañó a su tío en Madrid y en Sigüenza. Vuelto a Tortosa, donde era prebendado, el Cabildo lo nombró Secretario capitular y el Sumo Pontífice Gregorio XVI Gobernador Eclesiástico de la Diócesis. La reina Doña Isabel II le presentó en 1848 para la sede misma de Tortosa, de la que tomó posesión a 26 de octubre de aquel mismo año con aplauso y satisfacción general del clero y de los fieles, de quienes era tan conocido y estimado.

   Seis años solamente fue obispo de Tortosa pues falleció con harto sentimiento de sus diocesanos a fines de diciembre de 1854 (en realidad fue 1855) influyendo sin duda en su muerte que puede llamarse prematura los tristes sucesos que entonces acaecían en España. Era el mes de julio de aquel año cuando hubo en Tortosa un espantoso alboroto y colisiones de que resultaron muertos y heridos. Los amotinados gritaban ¡al Bisbe, al Bisbe!, que en catalán significa obispo. Sabido esto por el prelado tomó el sombrero y el bastón y saliendo precipitadamente de su palacio se puso en medio de aquella patulea, y les dijo: “Aquí está el Bisbe, matadle si queréis, pero contentáos con su muerte y no hagáis más daño a nadie”.

   Impresionada la turba por la actitud heroica y caritativa del Sr. Sáez, no solamente respetó al obispo sino que depuso toda hostilidad, cesando el alboroto. Dijose después que gritando ¡al Bisbe! no se referían al Prelado sino a otro sujeto a quien daban ese nombre; más no por eso dejaron de admirar su heroico proceder. El cadáver de D. Damián descansa junto al de su señor tío, D. Víctor, en la capilla del Sacramento.