viernes, noviembre 14, 2025

GAJANEJOS, EN PASADO Y EN PRESENTE

 

GAJANEJOS, EN PASADO Y EN PRESENTE

En algún tiempo fue conocido como Villar de Villahermoso de Grajanejos

 

 

   La noble villa de Gajanejos, que el tiempo conoció como Grajanejos, cuando la población se denominó, sino oficialmente al menos de manera extraoficial Vallehermoso de Grajanejos, por el título de su marquesado: “Villar de Vallehermoso de Grajanejos”, es una de esas poblaciones a la que la historia hizo sobrevivir, o luchar por su futuro. Hoy Gajanejos, que sobrevivió al tiempo, al olvido y a una guerra demoledora, muestra la página de su historia a quien la quiera ver, vivir o escuchar.

 


 

 

Gajanejos en los tiempos remotos

   Que por aquí nos sitúan en los de la reconquista, cuando las fronteras castellanas comenzaron a bajar del Duero para situarse en el Tajo, y que el tiempo, unos cuantos siglos después, puso a Gajanejos al borde del camino que desde Madrid llevaba a Zaragoza y Barcelona; en el límite de los obispados de Toledo y Guadalajara. Con casa de postas y posada para aquellos que de viaje de la capital del reino a sus extremos, pudieran hacer un alto y los conductores de las diligencias cambiar el tiro de los caballos; siete, de refresco, llegó a tener la parada de postas de Gajanejos, que destruyó el fuego el 24 de enero de 1840 y levantaron, piedra a piedra, sus vecinos.

   La historia lejana cuenta que tiempo después de la reconquista de esta parte de nuestra tierra, iniciado el siglo XIII, Gajanejos pasó a pertenecer al arzobispo de Toledo, entonces D. Rodrigo Jiménez de Rada, junto a las cercanas poblaciones de San Andrés del Rey, Tomellosa, Valdesaz, Roñuela y Castilmimbre, cuando corría el año 1234 y reinaba en Castilla don Fernando III el Santo; bajo el señorío de los arzobispos toledanos se mantendría hasta que llegado que fue al trono don Felipe II, en 19 de junio de 1581, desgajó del arzobispado estas tierras, las sacó a la venta y entregó, como a mejor postor que fue, a don García Barrionuevo de Peralta, quien fue señor de gran representación en tierras alcarreñas, caballero de postín en la Guadalajara que iniciaba el paso de la Edad Media a la Moderna. La historia, a través de la inscripción funeraria de su lauda sepulcral en la iglesia de Fuentes nos cuenta que don García Barrionuevo de Peralta fue: Caballero del Hábito de Santiago, primer señor de esta Villa”, añadiéndonos que: “con la nobleza de sus hechos igualó la de su linaje. Fue Modesto, Templado, Amable, Oficioso con los Vivos y Piadoso con los muertos”; y que: “Murió a 9 de Febrero de 1613”. La de su mujer: “Doña María de Vera. Fue madre de pobres. Piadosa con todos, imitando el valor y virtudes de su marido. Dejando huérfanas las obras de su mucha caridad. Murió en 9 de agosto de 1598 años

   Don García había dado licencia a sus aldeanos de Gajanejos para que comprasen su libertad y, en lugar de continuar bajo su señorío, pudiese la aldea convertirse en villa y en consecuencia engrosar la larga lista de aldeas del Rey. 

 

Juan de Zúñiga, marqués del Villar de Gajanejos

   Los de Gajanejos de aquel tiempo lo intentaron pero muy a su pesar no lograron reunir la cantidad necesaria para el pago del rescate, o los avales para obtener un censo o hipoteca, por lo que hubo de acudir a vender la jurisdicción, que adquirió, con permiso real de don Felipe III, de manera oficial el 7 de julio de 1608 “don Juan de Zúñiga, marqués del villar de Gajanexos, hijo del conde de Venauente, virrey y cappitán general del reyno de Nápoles”. Don Juan, quien ya andaba en tratos para la adquisición de la población, había recibido el título de marqués de la localidad el 16 de diciembre del año anterior de 1607. El título del marquesado, como arriba apuntábamos, no era otro que el de Villar de Vallehermoso de Grajanejos, al que con el tiempo se le eliminaron, primero el Villar y después el Vallehermoso, para concluir con el Gajanejos hoy conocido.

   Marquesado que engrosaría los títulos del condado de Oropesa, primero; del ducado de Huéscar, después; y pasaría por las casas de Uceda y Medina Sidonia, hasta llegada que fue la abolición de los señoríos. A pesar de que el título del marquesado se mantenga a día de hoy.

   En la casa del condado de Oropesa y marquesado de Villena se encontraba Gajanejos en 1752, a quien pagaban por los derechos que correspondían en torno a los seiscientos reales de vellón.

 

Un siglo en guerra

   Lo fue el XIX, que comenzó con la invasión francesa, que puso a Gajanejos en el mapa de las novelas de Pérez Galdós y su Episodios Nacionales a través de Juan Martín el Empecinado y sus capitanes valientes, y continuó con las carlistas que a lo largo del siglo ensangrentaron España.

   La suerte, buena en algún tiempo, de encontrarse Gajanejos al pie del camino real, se tornó contraria en este tiempo de guerras, pues por aquí trataron los de uno u otro bando de cortar las retiradas o avances de los ejércitos enemigos, sufriendo Gajanejos las consecuencias: de los franceses primero; de carlistas o isabelinos después.

   En Gajanejos situará Pérez Galdós algún enfrentamiento entre los franceses y las tropas de Juan Martín, teniendo a la población, dada su situación, como “lugar de donde salen todos los espías de los franceses”, a través de su casa de postas. Encontrándose las afrentas con la venganza de los españoles sobre aquellos, en el origen del nombre de la conocida “Venta del Puñal”, en donde habrían sido ajusticiados, a filo de puñal, varios espías de las fuerzas imperiales, lo que llevaría a la venganza de aquellos sobre el pueblo llano de Gajanejos.

   Antes fue cruce de caminos para cuantos viajeros emprendieron ruta de Barcelona a Madrid, o viceversa; de Fernando Colón, el Padre Flórez, Cosme de Médicis o William Bowles, viajeros que legaron el relato de su paso.

 

La desgracia de un pueblo

   Entrará Gajanejos en el siglo XX menguada en monumentos y población. Siglo en el que llegarán los avances, y con el que se perderán partes importantes de su historia. Con la práctica destrucción del pueblo en los días grises que median entre el verano de 1936 y la primavera de 1939 cuando, en medio de la Guerra Civil que desangra España, Gajanejos se encuentra inmerso en la que se llamó “Batalla de Guadalajara”; una batalla que llevará a la evacuación de la práctica totalidad de los habitantes del pueblo y a su destrucción a causa de los bombardeos y consecuentes saqueos por ambos bandos en lucha. Las autoridades locales nos dejarán escrito, al término del enfrentamiento que el pueblo ha quedado prácticamente destruido por haber estado la línea de fuego hasta la terminación de la guerra, habiéndolo además saqueado totalmente

   Entre lo destruido se contará la iglesia parroquial, obra, al igual que las cercanas de Miralrío, Torremocha, Imón y Baides, del cantero y constructor, Juan de Buega quien, sin duda sobre una anterior, llevó a cabo las obras a partir del siglo XVI. Iglesia que, en parte, había sido remodelada en los últimos años de la década de 1870. Y que contó con un excelente retablo, ajustado en 1696 con el retablista molinés Juan de Arauz, del que nos ofrece cuantos datos se conservan, el estudioso e historiador Mariano Marco Martínez.

   La población será en parte reconstruida a partir de 1940 por la recién constituida entidad “Regiones Devastadas”, como se nos anunciará en el mes de noviembre de aquel año, cuando, al tiempo que se da la noticia, se hace breve reseña de la historia del pueblo.

   Un pueblo que, el tiempo lo muestra, sobrevivió, y lo continúa haciendo, a los avatares de la historia.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 14 de noviembre de 2025

GAJANEJOS, EN PASADO Y EN PRESENTE

 GAJANEJOS, EN PASADO Y EN PRESENTE

 

GAJANEJOS (Guadalajara), se encuentra situado en la actual autovía que desde Madrid conduce a Aragón, antiguo camino real que unía la capital del reino hispano con aquel.

   Perteneció al arzobispado de Toledo y a señoríos de su arzobispo, don Rodrigo Jiménez de Rada, como Señor de Brihuega, villa a la que igualmente estuvo adscrito, hasta que las desamortizaciones del siglo XVI lo pusieron en manos de la Hacienda Real, entablando el rey Felipe II las consiguientes relaciones con el fin de llegar a su venta, e incrementar monetariamente las arcas de la Hacienda Real.

   Pasó por la casa del señorío de García Barrionuevo de Peralta, señor de las próximas Villas de Fuentes y Valdesaz, y recaló finalmente en la de don Juan de Zúñiga, de la casa de Benavente; pasó por la de Oropesa, Frías y… por las principales del reino, incluyéndose durante algún tiempo en la ducal de Alba, a través de María Teresa de Silva, XIII Duquesa de Alba y IX Marquesa del Villar de Grajanejos, como se denominaba entonces la población, que fue marquesado de Villar de Villahermosa de Granejos, a partir de 1608.

   No había llegado la mitad del siglo XX cuando, en 1937, quedó prácticamente borrado del mapa, a causa de la guerra…

   Del ayer, y de parte del hoy, tratan las líneas de esta obra que nos introduce en el tiempo y la historia de una población que se asoma a la Alcarria de Guadalajara, y a los valles del Badiel y del Henares. A Castilla.

 


 GAJANEJOS (el libro, pulsando aquí)

 

SUMARIO GENERAL:

 

-I-

La tierra, la geografía y el entorno

Pág. 9

La Alcarria de Gajanejos

El partido de Brihuega

Demografía de Gajanejos

Gajanejos en los manuales

Los Diccionarios

 

-II-

Gajanejos, entre los tiempos remotos, y la reconquista

Pág. 29

La conquista de la tierra

La Reconquista

Alvar Fáñez de Minaya

 

-III-

Gajanejos, compra y venta

Pág. 43

Gajanejos toledano

García Barrionuevo de Peralta

El Marquesado de Gajanejos

 

-IV-

Gajanejos, entre los siglos XVII y XVIII

Pág. 63

El Catastro de Ensenada

 

 

-V-

El turbulento Siglo XIX

Pág. 77

El 2 de mayo

Las guerras carlistas

Gajanejos, cruce de caminos

Gajanejos: La vida municipal en el siglo XIX

El Pósito

La asistencia médica y farmacéutica

Horno de pan cocer

Zofra y adra o hacendera (prestación personal)

Gajanejos, en los tiempos del cólera

 

-VI-

Gajanejos, crónica del siglo XX

Entre el pasado y el presente

Pág. 115

La Fiesta en Gajanejos. Notas de Etnografía y Folclore

En torno al Carnaval

Botargas y enmascarados en Guadalajara

Las Vaquillas del Carnaval de Gajanejos

El nuevo Gajanejos

 

Apéndices

Pág. 137

Gajanejos (Dirección General de Regiones Devastadas)

 

 

 


Detalles del producto

  • ASIN ‏ : ‎ B0BHT5J211
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 156 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8357262257
  • Peso del producto ‏ : ‎ 259 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 0.99 x 21.59 cm

 

 

  

GAJANEJOS (el libro, pulsando aquí)

 

 

viernes, noviembre 07, 2025

LOS ARRIEROS DE ARMALLONES

 

LOS ARRIEROS DE ARMALLONES

Llevaron los productos de la localidad al Norte y Sur de España

 

    Con anterioridad a que las carreteras vertebrasen la piel de nuestra provincia, la autopista universal que la recorrió de un extremo a otro fue la de las aguas del Tajo por las que, al menos desde los años finales del siglo XV, comenzaron a navegar los troncos talados en las espesas serranías de Molina, llegando a flote hasta Aranjuez o Toledo. Las maderadas que surcaron el lomo de las aguas del Tajo hicieron popular a algunos de nuestros hombres y a tanto llegó la industria, que ocasiones hubo en las que los grandes pensadores del reino trataron de buscar la manera de hacer navegable la totalidad del río desde su nacimiento hasta Lisboa.

   Por estas tierras escabrosas patearon lo suyo don Francisco Javier de Cabanes, como lo hicieron los comisionados de don Carlos de Simón Pontero, don José Briz y don Pedro Simón cuando lo recorrieron palmo a palmo para emitir el informe que debía hacerse llegar a la real majestad a fin de que, como sucediese con el Canal de Castilla, vertebrador hacía el Cantábrico, el Tajo lo hiciese hacia Portugal, dejando antes sus estaciones en Aranjuez, Toledo y lugares intermedios. El veintiocho de julio de mil setecientos cincuenta y cinco pasaron por Armallones y, a juzgar por sus escritos, como las cabras ascendieron los riscos y descendieron a los llanos: “El veintiocho salimos de Baltablado, pasando con un trabajo increíble el término de Armallones hasta la Peña Abujereada, que es donde está la Tomellera de Ocentejo y Armallones, subiendo por peñas y riscos que ni aun los guías se atrevían a seguirnos, siempre a pie o a nado, porque no hay camino para caballerías”.

   De alguna cosa curiosa nos dan cuenta Briz y Simón como que, por aquel tiempo, los comisionados madrileños del carbón habían arrasado los montes de Valtablado, para aplicarlos a su industria; hermosos montes de sabina y roble; algo que no pudieron hacer con los de Armallones, porque al ser de pino no servían al fin de su comercio; en cambio sí que permitían que los vecinos de la villa se empleasen en utilizarlos para su propia industria, la de la trementina y el aguarrás.

   Contaba Armallones por entonces con una población de ciento cuarenta vecinos, unos quinientos habitantes. Nada que ver con la actualidad; por entonces la villa, que hubo de hipotecarse de lo lindo, en mil ducados, para eximirse de la justicia de Cuenca, gozaba, a más de la industria de la resina y la trementina, de otra que fue popular en su comarca, la del vidrio. Tratando de rivalizar con las fábricas de Arbeteta y El Recuenco. Armallones, y don Manuel Antonio López, el último industrial del vidrio en la localidad, perdieron la partida en beneficio de Arbeteta.


 

 

El hundido de Armallones

   Para cuando Briz y Simón pasaron por aquí, hacía algo más de doscientos años que se había producido el famoso “hundido de la Tomellera de Armallones”, situado por debajo del lugar en el que se ubicaron las famosas salinas de Ocentejo, que fueron propiedad de don Cándido Arralde, a quien le proporcionaron un mediano capital.

   El hundido, como tradicionalmente ha pasado a la historia el corrimiento de tierras que tuvo lugar al mediar el siglo XVI, quedó reflejado en la Relación que los hombres de Ocentejo enviaron a Felipe II en 1578 o 79. Relación que no deja de tener su amena curiosidad: Acaesció el río Tajo en el término de esta Villa que con ser el dicho río muy caudaloso y yendo a gran crecida se hundió una gran parte de un cerro do dicen la Tomellera de hacía término de Armallones, y atajó el dicho río, y volvió la repuya a zaga una legua, y abajo acaso estaban esperando abajase la furia de la crescida quince o veinte carretas de bueyes que iban con lana y querían pasar por un vado que acostumbraban y por la gran crescida no se atrevían y estando ansí vieron estándose el agua en que vino a quedar en seco el vado y a gran priesa los carreteros uncieron y pasaron sus carretas. E yo el presente escribano vecino que fue desta villa que se halló presente en el dicho río cuando esto pasó, y que veyía la pesca ir en capa de agua saltando y que tomó el alguna y por temor de que había de venir gran crescida horadado lo que se había hundido, se subían en los cerros altos las gentes porque temían había de subir mucho el agua en alto”. El Escribano de marras no fija la fecha en que acaeció, pero cercana en el tiempo había de estar.

   El cronista que fue de la provincia, don Francisco Layna, viajó a esta parte de nuestras tierras en 1944, guiado por un espolique que con unas mulas le mandó el alcalde de Ocentejo, don Ruperto Sánchez, a recogerlo a Esplegares, hasta donde el Sr. Layna llegó por sus medios. Y nuestro cronista se hizo lenguas de la belleza del entorno, de las poblaciones y de una parte de la provincia a la que, como el otro dijera, a la gente no le daba la gana ir, pero que bien debiera hacerlo, para descubrir la hermosura de una provincia que, se mire por donde se mire, nos sobrepasa.

   Y, entre otro mucho, escribe Layna: “Las distintas tonalidades del verde en árboles, arbustos y plantas que contrasta con el blanco amarillento rojizo de los peñascales y se enlaza al de pinos y matorrales asomados al precipicio, constituyen una subyugadora sinfonía cromática, más encantadora al servirle de marco el paisaje circundante, bravío, hosco y atormentado; al atractivo de la vegetación lujuriosa que trepa por las cuestas, recubre las piedras, brota en grietas de acantilados o se baña en las aguas del Tajo, se une el de múltiples arroyuelos murmuradores ocultos por matojos, el de manantiales que nacen al pie de los cantiles, y el de otros que formando pequeñas cascadas en épocas lluviosas o húmedos manchones en tiempo seco, surgen a diversa altura en las fallas de los estratos rocosos. Con justeza califiqué este paraje de insospechada maravilla, pues insospechado es encontrar en plena serranía de inviernos crudos y prolongados un edén que recuerda en dosis homeopática la jungla india o la selva del Amazonas…”.

 

Y los arrieros de Armallones

  Pueblo el de Armallones que se dedicó, como decíamos, a la industria de la resina, la trementina y el aguarrás, a más de la miel, puesto que llegó a tener establecidas en el término en torno a las dos mil colmenas, como una de las poblaciones punteras de la provincia. Miel que los de Armallones transportaron a lomos de sus mulas a Madrid, donde fue apreciada por encima de la de otros lugares.

  Del mismo modo que los productos de estos montes abastecieron el comercio y la industria madrileña en los siglos XVIII y XIX de trementina, resina o aguarrás, que en grandes cantidades salió de aquí, tras elaborarse o transformarse en sus cerca de medio centenar de hornos. Como medio centenar, en números redondos, eran los que la llevaban, con buenos ingresos en sus portes, a la corte y más allá, hasta los puertos norteños de Bilbao, desde donde regresaban, quienes hasta allá acudían, con buenas cargas de pescado, mayoritariamente en seco y ahumado y, ocasionalmente, en fresco, traído en tinajas vivito y coleando, principalmente besugos, como nos dan cuenta los viejos escritos. Hombres, mujeres y niños, trabajaron la resina, que fue riqueza en el entorno.

   Y es que, miremos por donde miremos, nuestra provincia lo continúa siendo, rica en historia, tradiciones y, sin duda, memoria del ayer, a la que siempre agrada volver.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara,7 de noviembre de 2025

 

ARMALLONES (Guadalajara)

 

En torno a ARMALLONES (Guadalajara), y el hundido de la Tomellera

 

ARMALLONES es, al día de hoy, una población la comarca del Señorío de Molina, en la provincia de Guadalajara, con un proceso demográfico decreciente.

 

   El autor, a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, en su recorrido por los pueblos de Guadalajara, nos adentra en el ayer de Armallones y su entorno; tomando los textos publicados por aquellos, junto a otros que nos hablan de él, para darnos cuenta de la importancia que estas tierras alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con los textos de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.

 

   Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.

 

   Como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como de las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.

 

   Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada.

 

 


 ARMALLONES, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ


EL LIBRO:

  • ASIN ‏ : ‎ B0DMS9S4L2
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 149 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8346244165
  • Peso del producto ‏ : ‎ 249 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 0.97 x 21.59 cm


 


 ARMALLONES, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ