DE LAS FUENTES DE ATIENZA
En ocasiones son monumentos arquitectónicos que nos pasan desapercibidos
Entre los muchos ornamentos que embellecen nuestras poblaciones, nos pasan en ocasiones desapercibidas, por la costumbre de verlos día a día, algunos de ellos, como es el caso de las fuentes; de las que algunos cronistas e historiadores provinciales se han ocupado literariamente.
Del conjunto de Atienza, del que destacan sus murallas, castillo, torres o portadas de sus numerosas iglesias, pasan desapercibidos estos monumentos que facilitaron la vida de los vecinos y han quedado, en cierta manera, arrinconados a causa del progreso. Atienza contó con al menos una docena de fuentes públicas que dieron servicio al vecindario hasta mediada la década de 1960, cuando el agua llegó a los hogares y las públicas quedaron, primero como abrevadero de ganados; después como un ornamento más del entramado de calles o plazuelas. Algunas, con los avances de este tiempo que todo lo muda, desaparecieron; al igual que lo hicieron los lavaderos públicos.
El uso de las fuentes, los lavaderos, o del agua, quedó regulado en Atienza, de manera oficial, a través de las Ordenanzas Municipales aprobadas en 1877; para entonces Atienza había mejorado considerablemente ya que al iniciarse el siglo tan solo contaba con cuatro, todas ellas, fuera de la población.
La fuente de las Sirenas, de la Taza, o de los Delfines
Sin duda, la fuente de las Sirenas, o de la taza, como en sus orígenes fue denominada, es la más ornamental de cuantas en Atienza se encuentran, actualmente ubicada en la plaza de España, y que nació en el estudio del insigne arquitecto Ventura Rodríguez; se debió de inaugurar en la década de 1770, (algunos trabajos en torno a Ventura Rodríguez sitúan la traza de la fuente de Atienza en 1775, siendo colocada en su lugar primitivo en 1776), la cartela del lavadero nos indica que se llevó a cabo, al menos aquella parte de la obra, en 1784, y que en los trabajos de nuestro arquitecto se nos describe como: Fuente pública para la villa de Atienza, compuesta de un gran pilón y seis caños; tres a proporcionada altura para el uso del vecindario con figuras de mujer, y los otros tres sobre un pedestal con la de tres delfines enlazados cuyas colas sirven de remate…
La fuente tuvo, que se conozcan, al menos dos emplazamientos dentro de la Alameda. El primitivo, cercano al hoy camino o carretera de Madrigal, y un segundo en su centro. En 1942 fue trasladada a la plaza actual, perdiendo por el camino, entre uno y otro movimiento, alguna que otra pieza. Su traza guarda relación con algunas otras de las que Ventura Rodríguez trazó para las calles de Madrid, principalmente la conocida “Fuente de la Fama”, situada primeramente en la plazuela de Antón Martín y en la actualidad en el madrileño parque de Barceló, tras el Museo Municipal.
ATIENZA, CRÓNICAS DEL SIGLO XX (Pulsando aquí)
La fuente de Felipe II
Tal vez, la segunda en importancia de las fuentes de Atienza fuese la que, un tanto apartada de todas las miradas, debió de alzarse en tiempo de Felipe II, como anuncia la cartela de su frontal.
Conocido es que la majestad real del rey Felipe visitó Atienza en varias ocasiones, y aquí se alojó, en el desaparecido convento de San Francisco, en la Navidad de 1592; lo que bien pudiera haber servido de motivo para dedicar al monarca la fuente señalada, situada en uno de los principales caminos del agua que, desde los nacederos ubicados en las faldas de la Sierra de La Bodera en sus límites con tierras de Atienza, abastecieron una gran parte de la población.
La fuente se sitúa junto a la ermita del Humilladero, en el antiguo camino salinero de Castilla, después carretera que, desde Sigüenza, y a través de la Serranía, conduce a Aranda de Duero y Burgos. Todavía, gastado por el del tiempo, puede apreciarse la cartela del emblema real.
Las fuentes de la Villa, o del “tío Vitoriano”, y de San Gil
Quizá nunca lleguemos a conocer, de manera oficial, el porqué de que a esta fuente se la denomine de manera coloquial “del tío Vitoriano”, pues son tantas las leyendas que en torno a ello corren que llenarían varías páginas de una historia.
Se situó en céntrico lugar en el último cuarto del siglo XIX, acometiendo el municipio la importante labor de conducir el agua desde la entrada, hasta la población; trabajos que llevó a cabo el consistorio desde años atrás, al prolongar la traía de aguas desde la fuente del “Santo”, o de Felipe II, hasta la plazuela de San Gil, en la que se ubicó la correspondiente fuente con sus amplios abrevaderos para el ganado, en obras que, ya concluidas en 1841, trazó el arquitecto José María Guallart, y por las que se desembolsaron algo más de 1.100 reales.
La empresa de llevar el agua desde San Gil a la fuente de la Villa se presupuestó, ya en pesetas, de aquel último tercio del siglo XIX, en 11.442; incorporándose al frontal el escudo de la Villa; tal vez, uno de los más conocidos.
La fuente romana, o de la Salida
Sin duda, será esta la primitiva fuente que abastezca a la población, ubicada en el antiguo camino de Atienza a Berlanga, que siguió el trazado de la calzada que unió la población con la tierra de Soria. Fuente monumental, al uso de aquellos tiempos, y que contó en su frontal con la correspondiente cartela indicando su dedicación, construcción y, sin duda, algunas noticias más, que el tiempo, y la mala calidad de la piedra, se han encargado de eliminar, muy a pesar de haber dejado el rastro que, tal vez, los avances de la ciencia puedan un día desvelarnos.
La fuente se sitúa en uno de los barrios extremos, San Bartolomé, junto a la muralla que separó este del de Santa María del Val, al lado de uno de los portillos al que la tradición puso el nombre de “La Salida”. Cuyas aguas, emanadas de las profundidades de estas tierras, gozan del calificativo de “gordas”, ya que tienen algún exceso de salinidad. En un entorno digno de la visita.
Y más fuentes…
En 1948, el 18 de julio, se inaugurarían en Atienza las últimas dos fuentes con las que contó el municipio, y que se encargaron de llevar el agua a los barrios altos de la plaza de San Juan y su entorno; fuentes ya a la moderna, de hierro y sin abrevadero, para que fuesen utilizadas por los vecinos, pues estos habían de acudir en busca del elemento a otros barrios, con el trabajo añadido.
También serían las primeras en desaparecer; como lo haría una de las dos abastecedoras del barrio de Portacaballos; y, abandonadas por el tiempo y falta de uso, quedaron en el olvido el “cañuelo de Ortega”, junto a la puerta de este nombre, que llevaba a la judería; o el del convento de San Francisco, bajo los muros de su ábside; en los caminos, algunas más; de ellas, tal vez la más significativa, la “de la Mona”, en la nueva carretera de Atienza a Berlanga, abierta hacia 1920 y que ostentó la extraña cabeza similar a un personaje celtibérico que, manos anónimas, arrebataron a nuestra historia.
Fuentes y agua, historia viva de nuestros pueblos que, también, merecen nuestra mirada.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 28 de marzo de 2025
ATIENZA, DE AYER A HOY
La transformación de Atienza (Guadalajara), a lo largo del siglo XX, a través de la imagen.
Un libro de imágenes fotográficas que nos lleva al ayer y nos presenta, documentadamente, el hoy.
Fotos antiguas de Atienza (Guadalajara), y su versión actual, en el mejor libro de imágenes posible.