viernes, marzo 28, 2025

DE LAS FUENTES DE ATIENZA

 

DE LAS FUENTES DE ATIENZA

En ocasiones son monumentos arquitectónicos que nos pasan desapercibidos

 

   Entre los muchos ornamentos que embellecen nuestras poblaciones, nos pasan en ocasiones desapercibidas, por la costumbre de verlos día a día, algunos de ellos, como es el caso de las fuentes; de las que algunos cronistas e historiadores provinciales se han ocupado literariamente.

   Del conjunto de Atienza, del que destacan sus murallas, castillo, torres o portadas de sus numerosas iglesias, pasan desapercibidos estos monumentos que facilitaron la vida de los vecinos y han quedado, en cierta manera, arrinconados a causa del progreso. Atienza contó con al menos una docena de fuentes públicas que dieron servicio al vecindario hasta mediada la década de 1960, cuando el agua llegó a los hogares y las públicas quedaron, primero como abrevadero de ganados; después como un ornamento más del entramado de calles o plazuelas. Algunas, con los avances de este tiempo que todo lo muda, desaparecieron; al igual que lo hicieron los lavaderos públicos.

   El uso de las fuentes, los lavaderos, o del agua, quedó regulado en Atienza, de manera oficial, a través de las Ordenanzas Municipales aprobadas en 1877; para entonces Atienza había mejorado considerablemente ya que al iniciarse el siglo tan solo contaba con cuatro, todas ellas, fuera de la población.


 

 

La fuente de las Sirenas, de la Taza, o de los Delfines

   Sin duda, la fuente de las Sirenas, o de la taza, como en sus orígenes fue denominada, es la más ornamental de cuantas en Atienza se encuentran, actualmente ubicada en la plaza de España, y que nació en el estudio del insigne arquitecto Ventura Rodríguez; se debió de inaugurar en la década de 1770, (algunos trabajos en torno a Ventura Rodríguez sitúan la traza de la fuente de Atienza en 1775, siendo colocada en su lugar primitivo en 1776), la cartela del lavadero nos indica que se llevó a cabo, al menos aquella parte de la obra, en 1784, y que en los trabajos de nuestro arquitecto se nos describe como: Fuente pública para la villa de Atienza, compuesta de un gran pilón y seis caños; tres a proporcionada altura para el uso del vecindario con figuras de mujer, y los otros tres sobre un pedestal con la de tres delfines enlazados cuyas colas sirven de remate…

   La fuente tuvo, que se conozcan, al menos dos emplazamientos dentro de la Alameda. El primitivo, cercano al hoy camino o carretera de Madrigal, y un segundo en su centro. En 1942 fue trasladada a la plaza actual, perdiendo por el camino, entre uno y otro movimiento, alguna que otra pieza. Su traza guarda relación con algunas otras de las que Ventura Rodríguez trazó para las calles de Madrid, principalmente la conocida “Fuente de la Fama”, situada primeramente en la plazuela de Antón Martín y en la actualidad en el madrileño parque de Barceló, tras el Museo Municipal.

 


 ATIENZA, CRÓNICAS DEL SIGLO XX (Pulsando aquí)

 

 

La fuente de Felipe II

   Tal vez, la segunda en importancia de las fuentes de Atienza fuese la que, un tanto apartada de todas las miradas, debió de alzarse en tiempo de Felipe II, como anuncia la cartela de su frontal.

   Conocido es que la majestad real del rey Felipe visitó Atienza en varias ocasiones, y aquí se alojó, en el desaparecido convento de San Francisco, en la Navidad de 1592; lo que bien pudiera haber servido de motivo para dedicar al monarca la fuente señalada, situada en uno de los principales caminos del agua que, desde los nacederos ubicados en las faldas de la Sierra de La Bodera en sus límites con tierras de Atienza, abastecieron una gran parte de la población.

   La fuente se sitúa junto a la ermita del Humilladero, en el antiguo camino salinero de Castilla, después carretera que, desde Sigüenza, y a través de la Serranía, conduce a Aranda de Duero y Burgos. Todavía, gastado por el del tiempo, puede apreciarse la cartela del emblema real.

 

Las fuentes de la Villa, o del “tío Vitoriano”, y de San Gil

    Quizá nunca lleguemos a conocer, de manera oficial, el porqué de que a esta fuente se la denomine de manera coloquial “del tío Vitoriano”, pues son tantas las leyendas que en torno a ello corren que llenarían varías páginas de una historia.

    Se situó en céntrico lugar en el último cuarto del siglo XIX, acometiendo el municipio la importante labor de conducir el agua desde la entrada, hasta la población; trabajos que llevó a cabo el consistorio desde años atrás, al prolongar la traía de aguas desde la fuente del “Santo”, o de Felipe II, hasta la plazuela de San Gil, en la que se ubicó la correspondiente fuente con sus amplios abrevaderos para el ganado, en obras que, ya concluidas en 1841, trazó el arquitecto José María Guallart, y por las que se desembolsaron algo más de 1.100 reales.

   La empresa de llevar el agua desde San Gil a la fuente de la Villa se presupuestó, ya en pesetas, de aquel último tercio del siglo XIX, en 11.442; incorporándose al frontal el escudo de la Villa; tal vez, uno de los más conocidos.

 

La fuente romana, o de la Salida

   Sin duda, será esta la primitiva fuente que abastezca a la población, ubicada en el antiguo camino de Atienza a Berlanga, que siguió el trazado de la calzada que unió la población con la tierra de Soria. Fuente monumental, al uso de aquellos tiempos, y que contó en su frontal con la correspondiente cartela indicando su dedicación, construcción y, sin duda, algunas noticias más, que el tiempo, y la mala calidad de la piedra, se han encargado de eliminar, muy a pesar de haber dejado el rastro que, tal vez, los avances de la ciencia puedan un día desvelarnos.

   La fuente se sitúa en uno de los barrios extremos, San Bartolomé, junto a la muralla que separó este del de Santa María del Val, al lado de uno de los portillos al que la tradición puso el nombre de “La Salida”. Cuyas aguas, emanadas de las profundidades de estas tierras, gozan del calificativo de “gordas”, ya que tienen algún exceso de salinidad. En un entorno digno de la visita.

 

Y más fuentes…

   En 1948, el 18 de julio, se inaugurarían en Atienza las últimas dos fuentes con las que contó el municipio, y que se encargaron de llevar el agua a los barrios altos de la plaza de San Juan y su entorno; fuentes ya a la moderna, de hierro y sin abrevadero, para que fuesen utilizadas por los vecinos, pues estos habían de acudir en busca del elemento a otros barrios, con el trabajo añadido.

   También serían las primeras en desaparecer; como lo haría una de las dos abastecedoras del barrio de Portacaballos; y, abandonadas por el tiempo y falta de uso, quedaron en el olvido el “cañuelo de Ortega”, junto a la puerta de este nombre, que llevaba a la judería; o el del convento de San Francisco, bajo los muros de su ábside; en los caminos, algunas más; de ellas, tal vez la más significativa, la “de la Mona”, en la nueva carretera de Atienza a Berlanga, abierta hacia 1920 y que ostentó la extraña cabeza similar a un personaje celtibérico que, manos anónimas, arrebataron a nuestra historia.

   Fuentes y agua, historia viva de nuestros pueblos que, también, merecen nuestra mirada.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 28 de marzo de 2025

 

ATIENZA, DE AYER A HOY

ATIENZA DE AYER A HOY. IMÁGENES DEL PASADO Y DEL PRESENTE
La transformación de Atienza (Guadalajara), a lo largo del siglo XX, a través de la imagen.
Un libro de imágenes fotográficas que nos lleva al ayer y nos presenta, documentadamente, el hoy.
Fotos antiguas de Atienza (Guadalajara), y su versión actual, en el mejor libro de imágenes posible.


Atienza (Guadalajara), es una de las villas con más carácter, historia y monumentos, de la provincia de Guadalajara y, a su nivel, de Castilla. Su historia, ha sido tratada en numerosas ocasiones. Es grande. Como su paso a través de los siglos dejando, marcando, su huella. 


 

viernes, marzo 21, 2025

LOS SEÑORES DE TORREMOCHA DEL CAMPO

 

LOS SEÑORES DE TORREMOCHA DEL CAMPO

Los Perlado Verdugo, entre Torremocha y Jadraque

 

   De no ser porque Torremocha del Campo es una hermosa población que se tiende hidalga en torno a su valle, dominado su horizonte por la Torre de Saviñán, el título podría pasar por el de un sainete al uso de los tiempos de Miguel Mihura o Jardiel Poncela, pero no. El título hace referencia a la hermosura que dominó esta parte del Tajuña y de la que salieron genios provinciales como don Bibiano Contreras, coleccionista de todo lo coleccionable.

   La Torremocha del Campo de hoy dista mucho de la que fue cuando don Bibiano nació, apenas echado a andar el siglo XIX. Por aquel entonces Torremocha era población de apenas media centena de vecinos, o lo que es lo mismo, algo más de ciento cincuenta habitantes; que son los mismos más o menos que suma al día de hoy, añadiéndosele sus pedanías de La Fuensaviñán, La Torresaviñán, Laranueva, Renales, Torrecuadrada de los Valles, y Navalpotro. Y es que estamos en tierras en las que la despoblación, por edad y otras faltas, avanza sin freno.

   Unos siglos atrás, cuando Torremocha del Campo dejó de ser de los obispos de Sigüenza para ser de don Juan Blas, el número de vecinos se mantenía, como lo haría a lo largo del tiempo, en aquel medio centenar de los inicios del siglo XIX.


 

 

Torremocha del Campo, y de los Obispos

    Extensas fueron las posesiones de los Obispos de Sigüenza, señores de aquella ciudad, su catedral y una parte del obispado, en sus cercanías. Los monarcas castellanos premiaron la fuerza de su mano al levantar la espada a la hora de la conquista de estas tierras dándoles la posesión de alguno de sus logros; y así fueron señores de unos pocos de los lugares, hoy poblaciones de sonoro nombre, que circundan la emblemática Sigüenza, desde Pozancos a Ures, pasando por Valdealmendras y arribando por aquí, por Torremocha, tierras linderas con las del ducado de Medinaceli, por un lado, y con las del Infantado por el otro; con la proximidad de un condado no menos poderoso, el del Cid, del Cardenal Mendoza y sus Señoríos en torno a Jadraque.

   No se conoce muy bien desde cuándo, si bien es sabido que ya por los inicios del siglo XIV, en 1308, estas tierras estaban bajo el dominio de don Simón Girón de Cisneros, a la sazón, obispo de Sigüenza, como sin duda lo estuvieron en el de sus antecesores, y lo continuaron estando después, hasta que la majestad de don Felipe II desamortizó los señoríos eclesiásticos apenas iniciado su reinado y sacó, como quien dice, a subasta pública, lo que a los obispos y otros grandes perteneció.

   Fue el caso de la mayor parte de los pueblos que formaron el señorío de los obispos, y tocado el turno que fue a Torremocha del Campo, el 19 de marzo de 1581, cuando don Felipe II se encontraba en Portugal, después de haber puesto sobre su cabeza la corona de aquel reino, en Tomar firmó los papeles por los que Torremocha dejaba de ser de los obispos, a cambio de algo así como 5.000 maravedíes de su tiempo, que debían de ser suficiente cantidad como para no quejarse demasiado, que tampoco les iba a servir de mucho.

 

JADRAQUE Y SUS HISTORIAS, PULSANDO AQUÍ

 

 

Juan Blas, Señor de Torremocha

   Don Juan Blas el Viejo, de la Casa de los Merino, vecino que fue de Jadraque, fue hijo de otro Juan Merino que llegó a la villa del Cid procedente de Pesquera de Ebro, en el burgalés valle de Sedano, por aquí comenzó a labrar su vida, después de que contrajese matrimonio con doña María Blas, natural que era de Jadraque, si bien una parte de la familia procedía de la soriana tierra de Ágreda. Unos y otros se encontraron al servicio de los condes del Cid, de don Rodrigo de Mendoza, Señor de la villa, alcanzando don Juan Blas el honroso cargo de Mayordomo de doña Mencía de Mendoza, cuando doña Mencía se convirtió en duquesa de Calabria tras su casamiento con don Fernando de Aragón. A don Juan Blas tocó el no menos honroso honor de renovar el castillo del Cid, o de Jadraque. para ponerlo en el orden que a doña Mencía gustó, muy a pesar de que la duquesa, tras su segundo matrimonio, apenas pisó estas tierras, cambiándolas por las de Valencia, como mujer del virrey que era de ellas.

   El 31 de julio de 1581, don Juan Blas comisionó en Jadraque a su hijo, don Pedro, para que tomase posesión de Torremocha, una vez que sus vecinos aceptaron al nuevo Señor.

   A don Juan Blas Merino sucedió en el señorío de Torremocha su hijo, habido don doña Juliana de Medrano, don Pedro Blas de Medrano, hombre del que la  historia únicamente nos dice que, a la hora de la muerte, en el año de gracia de 1633, contrajo matrimonio, in extremis, con una de sus criadas, gallega de nacimiento, María de Casares y Ocampo, de cuya unión vivía, nacida en 1628, una niña que se convirtió, a la muerte del padre, en Señora de Torremocha, doña Emerenciana Merino quien casó con don Juan Lícher, caballero de Santiago. Doña Emerenciana falleció en 1672 y el señorío quedó en posesión de su hijo, don Felipe Lícher quien, al fallecer sin descendencia directa, dejó el señorío de Torremocha en su sobrino don José Valentín Verdugo.

 

TORREMOCHA DEL CAMPO, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

 TORREMOCHA DEL CAMPO, EL LIBRO

 

Los Verdugo de Jadraque, señores de Torremocha

    Sin duda, son los Verdugo, de Oquendo o Beladíez, una de las familias más significativas del Jadraque de los siglos XVIII y siguientes, desde que poco antes de que mediase fuese cabeza de familia don Narciso Verdugo y Beladíez, quien entroncó con las más linajudas familias serranas, de Miedes y Atienza y, con toda probabilidad, mandó levantar en Jadraque la casa familiar de los Verdugo en la que, andado el tiempo, se alojaría el insigne don Gaspar Melchor de Jovellanos.

   Don Narciso Verdugo era ya señor de Torremocha en 1752, cobrando de sus vasallos, en tiempos de Navidad, doscientos reales, un carnero valorado en veinticinco, y dos cantarillas de miel, de media arroba cada una, valoradas en diez reales.

   Fue don Narciso Verdugo hombre de recto carácter y espíritu religioso; formó parte en la villa de su nacimiento de numerosas hermandades y cofradías, dejando en la iglesia parroquial parte de su memoria, como lo hizo en Atienza, en la iglesia de San Juan del Mercado, y en la fundación de la Cofradía del Sagrado Corazón en la Iglesia de la Trinidad. En Atienza casaron algunos de sus familiares, y de Atienza salió para Jadraque su sobrino, don Juan José Arias de Saavedra, quien habitaría la casona en unión de otros de los descendientes de don Narciso Verdugo, entre los que no han de faltar sus hijos, comenzando por don Joaquín Verdugo Leyzaur, su heredero universal, que lo sería también de don Juan José Arias de Saavedra, en lo económico y en lo político, pues la herencia le llegaba a don Joaquín Verdugo cuando los franceses del general Hugo asolaban esta tierra y don Joaquín tomaba el relevo de don Juan José Arias en la Junta de Defensa Provincial que, desde cualquier punto, ordenaba a don Juan Martín el Empecinado, atacar al invasor.

   El de Torremocha se perdería con el pasar el tiempo. Después de que las Cortes de Cádiz aboliesen los señoríos, y de que a don Joaquín Verdugo Lícher le sucediese su hijo, don Joaquín Verdugo y Verdugo.

   Y es que, lo miremos por donde lo miremos, cualquiera de nuestros pueblos tiene algo que contarnos, curioso y, en ocasiones, semejante a un sainete al estilo de Mihura o de Jardiel Poncela.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 21 de marzo de 2025

 

 

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