ALBENDIEGO, DONDE LA PIEDRA SE HACE ARTE
El ábside de la iglesia de Santa Coloma es una de las
joyas artísticas de la provincia
Albendiego es nombre que suena a
historia lejana, tanto que nos invita a descubrir su pasado; o al menos dedicar
unas líneas a una población que fue importante en habitantes y arte a lo largo
de la historia, y que el avance de los siglos ha condenado al silencio y la despoblación.
Suena el nombre mucho antes de la reconquista cristina de esta parte de
la tierra de Atienza. Nombre que se irá repitiendo a través de los siglos,
desde que por vez primera, o segunda o tercera, que nunca la historia, o los
historiadores se pondrán de acuerdo, aparezca en los años finales del siglo XI
o en los comienzos del XII.
De lo que no podemos dudar es de que en los diccionarios y
enciclopedias, nacidas en los últimos años del siglo XVIII y que alcanzan la
gloria en el siguiente, Albendiego, el hoy pequeño y apartado municipio de la Serranía de Atienza,
o de Guadalajara, ocupa su lugar.
Encontramos la breve reseña que por vez primera pone a Albendiego en los
diccionarios del siglo XIX, el elaborado por Sebastián Miñano, dado a la luz
pública en 1826:
Provincia de Guadalajara, tierra de Miedes,
partido y obispado de Sigüenza; 89 vecinos, 346 habitantes, 1 parroquia;
confina con los pueblos de Somolinos, Hijes, Hujados y Miedes. Produce granos,
pastos y ganados.
Años después volverá a aparecer en el ya
clásico Diccionario de Pascual Madoz, editado entre 1846 y los primeros años de
la década de 1850, donde se nos habla de su abadía, que pudo ser fundada por
los caballeros Templarios. En adelante, el Diccionario de Pascual Madoz servirá
para tomar datos que transcribir en los que se publiquen a lo largo del siglo XIX
y parte del XX. Entre ellos, el “Diccionario Universal del Derecho Español
Constituido”, de Patricio de la Escosura; o el “Diccionario General del
Notariado de España y Ultramar”, de José Gonzalo de las Casas. El Nomenclátor
de la Diócesis de Siguenza, que vio la luz en 1886 nos dice que es pueblo de
sanas y buena aguas y casi cincuenta años después, Luis Cordavias y Julián
García Sainz de Baranda nos traerán el recuerdo del arzobispo Ximénez de Rada
quien ya escribía y mentaba “Canonicis
regularibus Sanctae Columbae”, que era una iglesia situada en las afueras del
pueblo, en 1177.
Por ella, más que por otro monumento o
historia se conoce a la población, por la antigua abadía, hoy iglesia o ermita
de Santa Coloma, o Santa Colomba, una de las joyas del arte románico provincial
que, quizá por su escondida ubicación, ha permanecido prácticamente intacta a
lo largo de los siglos para admiración de los tiempos presentes.
Como
gran parte de las numerosas poblaciones de Guadalajara, especialmente de la Sierra
Norte, la de Albendiego ha experimentado grandes cambios en cuanto a sus
habitantes, sobre todo desde el último medio siglo. Las causas han sido
principalmente consecuencia de la emigración, que llevó mayoritariamente a la juventud a buscar
nuevos horizontes en las grandes capitales, principalmente Madrid y Barcelona a
partir de la década de 1950. La falta de recursos en la mayoría de las
poblaciones vecinas incentivó lo que de alguna manera pudiera considerarse un
éxodo poblacional, reduciendo el número de sus vecinos a los 43 del censo de
2015, cuando en los inicios del siglo XX
su número rondaba los quinientos.
El primer dato oficial sobre la población de Albendiego que conocemos
corresponde a 1530, cuando se lleva a cabo el censo general de la Corona de
Castilla, entre 1528 y 1536, entonces Albendiego cuenta con 37 vecinos que
hacen 134 habitantes; número que asciende a 55 vecinos y 198 habitantes en
1590. Al llevarse a cabo la información para establecer la contribución
catastral ordenada por el Marqués de la Ensenada, la población asciende a 49
vecinos, incluida una viuda –aproximadamente 200 habitantes-, consideradas
entonces, las viudas, como medio vecino.
Pasados
los avatares de la Guerra de la Independencia, en el primer tercio del siglo XIX,
alcanza a los 346 habitantes o lo que viene a ser lo mismo, según los datos
ofrecidos entonces a la hora de contabilizar la población, 89 vecinos.
En
documentos medievales se hace figurar como “Avendiego”;
“Alven Diego”, o simplemente “Vendiego”; de donde, a partir del siglo
XVIII se generaliza el Albendiego tal y como hoy lo conocemos, que ha terminado
por atribuirse, con razón o sin ella, al supuesto origen árabe de la población.
Podemos
considerar al Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, como el primer Señor
efectivo de la tierra de Albendiego, después de que el rey Juan II de Castilla
segregase de Tierra de Atienza los hoy términos de Campisábalos, Albendiego,
Condemios de Arriba y de Abajo, así como Somolinos, para crear un señorío que
sería entregado al Condestable en el año de 1448, cuando Atienza y su tierra se
encontraban todavía bajo el dominio, sino efectivo, sí al menos presencial, de
las tropas navarras al mando del capitán Rodrigo de Rebolledo quienes, al
servicio del rey de Navarra, y con posterioridad a la batalla de Olmedo,
tomaron la villa y su castillo, que sería reconquistada, si puede adoptarse la
expresión, por las tropas castellanas en la primavera-verano de 1446. Tomando y
arrasando los castellanos la villa, mientras que los navarros permanecieron en
el castillo, donde resistieron algunos años más; hasta que la villa, y la paz,
fueron compradas por el rey castellano a los navarro-aragoneses, por cincuenta
mil florines de oro.
La muerte de Álvaro de Luna devolvió sus señoríos a la corona,
ya que fue desposeído de ellos con anterioridad a su ejecución y, en poder
nuevamente del rey, usó de las tierras de Albendiego y poblaciones aledañas
para entregarlas a otro de sus hombres de confianza, uniéndose estas tierras a
las de Miedes, en lo que formaría una nueva tierra segregada del Común de
Atienza: “La Tierra de Miedes”, que pasó a ser señorío y en algunos documentos
señalada como “condadillo de Miedes”,
integrada por la propia villa cabeza de esta tierra, junto a Campisábalos, Los
Condemios, Somolinos, Albendiego, etc.
No nos lo dicen las
respuestas del Catastro, y si el Diccionario de Madoz, que esta población era
visitada por gran número de arrieros que acudían a comprar muebles de pino, con
objeto de trasladarlos al norte, a las provincias de Soria y Logroño, ya que
Albendiego se convertirá durante algún tiempo, entre los años finales del siglo
XVIII y el primer tercio del siglo XX, en centro de una artesanía
característica que trascenderá los límites de la provincia de Guadalajara,
llegando a establecerse en la población algún representante de los poderosos
Cinco Gremios Mayores de Madrid, cuya casa saldrá a subasta en 1841, cuando los
Cinco Gremios quedan disueltos.
En cuanto a la fabricación de aquellos
muebles, instructivo es al respecto el artículo periodístico que bajo el título
de “Los Mueblistas de Albendiego”, y
firmado por Francisco Alcántara, vio la luz en el diario El Imparcial, de
Madrid, el 17 de noviembre de 1906. E igualmente, sobre la dedicación artesanal
de los vecinos de Albendiego, escribe Carlos Castel en 1881: Las carretas de Cantalojas, Galve y
Condemios, hacen viajes a la provincia de Segovia, y llegan hasta la Corte con
su cargamento de tablas, dobleros y puntas. Las piezas de mayor tamaño son
conducidas a Atienza y Sigüenza, utilizando la carretera que une estos dos
puntos, y después el ferrocarril de Madrid a Zaragoza. No carece de importancia
el comercio que hacen los serranos con los muebles –sillas, mesas, taburetes,
puertas, ventanas, etc.,- fabricados en los referidos pueblos y en Aldeanueva y
Albendiego, para venderlos en la Alcarria, de donde regresan conduciendo a sus
pueblos vino, aceite y algunos otros productos de que en ellos se carece.
Después está el arte en la piedra, en el ábside tan característico de Santa Coloma, en cada
una de sus admiradas molduras, columnillas, arcos, o rosetones calados que nos
hablan de un tiempo en el que el arte, también en la piedra, se hizo para
resistir el paso del tiempo, por encima de la vida de los hombres. Pero ese
arte tiene que descubrirlo el lector, sobre el mismo lugar en el que, hace cosa
de mil años, unos canteros labraron aquella piedra para admiración de los
tiempos presentes.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 31 de julio 2020
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