viernes, agosto 12, 2022

¡A LOS TOROS DE BRIHUEGA!

 

¡A LOS TOROS DE BRIHUEGA!

¡Que torea La Reverte!

 

  No hay constancia de que don Justo Hernández Pareja corriese los toros de Brihuega, a pesar de que don Justo fue uno de los mayores aficionados al arte de la tauromaquia que se han conocido no sólo en Brihuega, sino en todo el reino. Tanto que, además de ser apoderado o lanzar al mundo de la fama a algún torero de renombre, fue poseedor de dos o tres ganaderías taurinas, y uno de los más prestigiosos empresarios de las plazas de toros de Madrid y Aranjuez. La bravura de sus toros era tal que bicho hubo que llegó a recibir veinte varas, y continuó tan fresco.


 

   Tampoco la hay de que lo hiciese don Antolín López Martínez quien, por haber pasado la mitad de su vida asistiendo a las fiestas de Jadraque y la otra mitad a las de Brihuega, se tiene por natural de ambas ilustres villas, aunque es lo cierto que la natal fue Brihuega donde, en 1790, vio la luz primera. También fue don Antolín gran aficionado al arte de Cúchares. ¡Cómo que fue su apoderado!; y uno de los siete fundadores y asistente habitual de una de esas tertulias toreras de solera en las que se discute de tauromaquia, la madrileña del Jardinillo, que desde 1851 estuvo presidida por el duque de Veragua, otro apasionado de los cuernos de los toros. Tertulia que, sin duda, nació en la trastienda de su próspero negocio textil del número 13 de la calle de Toledo. Faltaban por entonces cincuenta años para que por los pueblos de la comarca se corriese la voz de que, en Brihuega, toreaba La Reverte.

 

María Salomé, la Reverte, en Brihuega

   María Salomé Rodríguez Tripiana, que en sus buenos tiempos fue conocida como “La Reverte”, nombre que tomó de Antonio Reverte, torero de postín, nació lejos de estas tierras, pues lo hizo por las de Almería allá por el 1878, y por aquellas tierras se hizo hueco en el mundo del toreo cuando el siglo XX comenzaba su andadura. Saltó a la fama, se hizo un nombre y… ¡llegó a Brihuega! Que era, cuando la Reverte acudió, toda una fiesta, ya que se celebraban las de agosto en honor de Nuestra Señora de la Peña. Las primeras fiestas del siglo XX. El 17 de agosto de 1901 hizo su presentación en el coso taurino de Brihuega que, entonces, era en la plaza del Coso, claro está. Mejor dicho, la plaza de San Felipe.

   Llegó a Brihuega la tarde de la víspera, y aquél día, el de la mañana de la corrida, presenció entre la multitud abigarrada en los balcones y junto al señor presidente de la Excelentísima Diputación Provincial de Guadalajara, la bajada de los toros desde el prado hasta San Felipe; vestida con una falda negra y una chaquetilla corta de terciopelo granate, tocada con sombrero Mazzantini, que ya el genial torero que se estrenó al mundo provincial en la plaza de Jadraque tenía creada tendencia con sus tocados; llevándose, La Reverte, de calle, todas las miradas, no sólo de los brihuegos, sino de cuantos, aquel día, se apretujaron por sus calles para ver a una de las mujeres toreras más famosas de la historia. La vez primera que toreaba en la provincia, después de haber paseado su arte por numerosas plazas andaluzas.

   Después de aquella tarde de Brihuega llegaría la contratación para actuar en las ferias de San Lucas, de Guadalajara, donde le estuvo esquiva la suerte; aunque repitió, en la capital alcarreña, en la corrida del Corpus del siguiente año de 1902, deslucida por la lluvia.

  

Tarde de toros

   A las cuatro en punto de la tarde del 17 de agosto de 1901 ocuparon sus localidades presidenciales las autoridades briocenses, con don Antonio Serrano, Alcalde de la villa, a la cabeza; mano a mano con don Ricardo Martínez y Martínez, presidente de la Diputación provincial quien, a pesar de ser nativo de Molina de Aragón, siempre se tuvo por hijo de Brihuega, donde ejerció la medicina, se casó, murió y fue enterrado cuando le llegó la hora.

   Pocos minutos pasaban de las cuatro de la tarde cuando, tras el despeje de plaza, que a lomos de rumbosa jaca llevó a cabo Pepito Cepero, sonaron los clarines anunciando la salida al ruedo de Frascuelo, primero de la tarde, de la ganadería, como todos los demás, de Torrelaguna; castaño, de libras y poder, que recibió la Reverte, vestida de verde y oro, con guapeza y valentía. Lo recibió con verónicas y navarras, tan ajustadas que encandiló al público entusiasmado de las gradas. La faena que siguió no desmereció un ápice de su fama, tampoco el final, pues dejó el estoque en los mismos rubios haciendo al toro morder la arena. La efusividad del público fue tanta que, además de los clásicos habanos, pañuelos, y demás objetos que en casos semejantes alcanzaban el ruedo, le llovieron monedas, y billetes de a cinco pesetas. Más un regaló especial que recibió del Sr. Presidente de la Diputación, a quien brindó la muerte del morlaco.

 


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  El segundo de su tarde, Habanero, negro listón, se lo brindó al hijo del marqués de Ibarra, quien igualmente ocupaba grada preferencial y que, como es lógico, correspondió con un nuevo y suculento presente. Fue, La Reverte, la triunfadora de la tarde, tanto que repitió al año siguiente. Claro está que antes de que llegase se anunció, dado el éxito de Brihuega, en Cifuentes. Y, como dicho queda, en las ferias de Guadalajara.

 

Y, de nuevo, Brihuega

   Con la misma expectación que el año anterior llegó al Jardín de la Alcarria, ya coronada de laureles María Salomé, el 18 de agosto de 1902, para torear al día siguiente, el 19. En este año las corridas se retrasaron un día por coincidir, el de su inicio, que había de ser el 17, en domingo. Los domingos, en Brihuega, eran día de mercado, y no de toros.

   Las fiestas religiosas fueron tan multitudinarias como siempre, y la Salve congregó a unos cuantos miles de hijos de la villa que, tras los actos, presenciaron la lucida colección de fuegos de artificio que el Sr. Mariscal, de Mondéjar, ofreció al pueblo bajo la oscuridad de la noche.

   El Paseo de las Eras, para presenciar la bajada de los toros, cuentan que era un hervidero de gentes de todo el partido judicial.

   A las cinco de la tarde, del día 19, saltó al ruedo de Brihuega, por segunda vez, La Reverte, de azul y oro, para recibir a su primero, Cucharero, al que banderilleó con arte y despachó con valentía. Al segundo, Frascuelo, lo liquidó de un bajonazo después de un mete y saca que al público no gustó y, a pesar de que le llovieron los aplausos, la división de opiniones hizo que no volviese a torear por estas tierras.

   Bueno, tampoco anduvo mucho tiempo más por los ruedos, pues poco después a todo un Sr. Ministro de la Gobernación, don Juan de la Cierva y Peñafiel, se le ocurrió que era un espectáculo impropio el toreo de las mujeres, y prohibió que las féminas saliesen a la plaza.

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   La Reverte salió por algún tiempo, con nombre de varón, Agustín Salomé Rodríguez, pero el éxito ya le fue mucho más huraño. Se retiró de los ruedos y se lanzó al mundo del trabajo de los hombres, como guarda de escopeta al hombro en una mina de la provincia de Jaén, desde donde anunció que nunca más vestiría de mujer, en su retorno a los ruedos en la década de 1930. Tampoco la acompañó la suerte entonces, por lo que volvió a su mina, donde falleció en el mes de mayo de 1942.

   Seguro que nunca se olvidó de sus éxitos de Brihuega, que también fue cuna de buenos toreros, y trampolín de figuras de renombre. La afición briocense, de ella, tampoco.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 12 de agosto de 2022



 

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